Pablo Isla, el ‘chico Alierta’ que se ha comido el mundo

El delfín de Ortega y actual presidente de Inditex empezó su carrera en Tabacalera. Hoy manda y ordena sobre la mayor cotizada española

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La suerte de Inditex está ligada a la cartografía familiar de un mundo, el de Amancio Ortega, que va desde Arteixo, en A Coruña, hasta la plaza de la Lealtad madrileña, sede de la Bolsa española. La multinacional de la confección, a la sombra motriz de Zara (su marca), se ha convertido en la empresa con mayor capitalización bursátil. Vale más dinero en términos de valor en bolsa que la mismísima Telefónica, acostumbrada a representar el 50% del Ibex 35.

Y este dato es el que choca cuando hablamos del actual presidente de Inditex, Pablo Isla, un chico de César Alierta, que empezó su carrera profesional en Tabacalera a su paso por la Sepi, caucus de la élite extractiva fundamentada en las privatizaciones de José María Aznar. Y siempre pensó en volver al crisol que se sentaba ya en lo más alto de Telefónica, la operadora internacional que lo tiene todo en materia de telecos y telefonía, laboratorios insondables de la modernidad.

Pero, quién lo iba a decir, vender trapitos genera más valor añadido que sentarse en la cima del mundo tecnológico. Así es el comercio; el retail que inventaron los fenicios se come al resto. Aunque el capitalismo del siglo XXI se escriba con los neologismos anglosajones que han hecho fama en la ingeniería informática, el ganador sigue siendo el buen vendedor en el frente del consumo de masas.

El hombre de los méritos

El grupo textil Inditex comenzó a cotizar en bolsa en mayo de 2001, a un precio por acción de 14,7 euros. Ahora, en el entorno de los 33 euros, mueve una capitalización que ya supera los 100.000 millones. A todo ello hay que sumar unas inversiones ajenas al grupo, pero con origen en aquella salida a bolsa, que han llevado a Ortega a ser el gran casero de este país a través de la patrimonial Pontegadea.

Y en la medida en que Ortega va dando pasos al lado, la figura de Isla se perfila como el hombre que atesora los méritos y las condecoraciones.

Isla habla de «solidez» y la «sostenibilidad»; ha trazado un futuro para el grupo «en el que es imposible ver el límite de nuestro potencial, gracias sobre todo a la presencia global». Quiso sorprender no hace mucho cuando dijo en público que «Inditex también nació en un garaje».

Ortega por los poros

Hasta los ochenta el grupo textil no empezó su expansión internacional: «no teníamos tiendas fuera de España». Es consciente de que su sector está tan lleno de barreras como de oportunidades. Él respira Amancio Ortega por los poros. Somete la estructura industrial al esfuerzo artesanal. Gestiona Inditex como si fuera «una pequeña empresa». Las decisiones: «No hay una sola semana en el año en la que no se tomen decisiones sobre el producto».

La tienda sigue siendo clave. «El director de la tienda debe sentirse dueño del producto que tiene en sus manos», dice su axioma de la proximidad. España, Portugal y Marruecos son el triángulo productor de Indetex, el mix de costes que permite a Inditex ganar competitividad huyendo al mismo tiempo de la cartelización de precios que persigue a la industria española, a criterio de la Comisión de Mercados y Competencia (CNMC).

El grupo se feminiza

Como suele decirse en Galicia, Zara tiene nombre de mujer. El grupo Ortega se feminiza, a la sombra de Isla, el directivo multi-función. El 77% de su plantilla está formada por mujeres, con una media de edad de 28 años. Pero lo que juega a fondo es la inminente incorporación a su consejo de administración de la baronesa Denise Kingsmill, una coleccionista de cargos en grandes empresas, miembro de la Cámara de los Lores por el Partido Laborista y una defensora a ultranza de la igualdad de género, algo que no puede pasar desapercibido.

La nueva consejera ocupará el sillón, paradójicamente, en un órgano con abrumadora mayoría masculina. Flora Pérez Marcote, esposa de Amancio Ortega, es la otra mujer en un consejo integrado por ocho hombres. Tambien juega un papel Marta Ortega, la benjamina de Amancio. En la comisión ejecutiva del grupo, de otros siete miembros, no hay presencia de féminas.

La composición de la cúpula de Inditex podría llevar a engaño, ya que un peldaño más abajo, en la primera línea ejecutiva, sobresalen mujeres, aunque lejos de la paridad. Inditex cuenta con directoras de cadenas como Oysho o Zara Home, así como en las áreas de logística y recursos humanos. Ellas gobiernan; él decide. Es otra de las máximas de la casa: a Isla no se le teme, se le obedece sin amaños.

El relevo de Ortega

El tránsito cromático de Zara va del rosa cuore al salmón de las páginas de la prensa económica. La moda y las cuentas de resultados conjugan bien con Isla, un presidente de gesto dulce y dedo índice inquisitorio. Inditex es una gigantesca empresa familiar con más de 150.000 empleados de noventa nacionalidades diferentes.

Como las aristas rocosas de los cayos galaicos, la gran compañía de la confección –lejos de la lana y la seda, pero pegada a la sensibilidad de su público– solo muestra sus aristas en la cercanía. El perfil de los zaros se hace acogedor a través de la estética, pero gana escala macro cuando hablamos de números.

Pablo Isla sella esta alianza tácita, nacida en la cabeza de Amancio, el hombre hecho a sí mismo que no evita el acoso de Forbes, un caminante muelle sobre senderos atlánticos de boj pero con el rabillo del ojo sobre sus cadenas de montaje. Cuando decidió hacerse contemplativo, Ortega tenía a Isla enseñado; desde sus caminos de bellota y verde antiguo, había ganado la batalla de los rendimientos a las escuelas de negocio anglosajonas.

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