La banca se queja de que no hay clientes solventes para más préstamos

El porcentaje que se concede para comprar una vivienda cae hasta el 63% del valor total. Desde 2011 se amortizan más préstamos de los que se firman

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Dicen que a perro flaco todo son pulgas. Puede ser una metáfora válida para fotografiar el momento que vive la banca española. Tipos de interés en negativo, una regulación seguramente exagerada, que va contra la cuenta de resultados, sospechas de puesta en marcha de nuevas figuras impositivas, una política monetaria que no tiene visos de cambiar…. Lo que le faltaba al sector es que las previsiones económicas del Gobierno dibujen un panorama macroeconómico a futuro en claro descenso, con menor crecimiento económico, menor creación de empleo, caída del consumo privado…

El dato de transmisiones de derechos de la propiedad del pasado año publicado por el Instituto Nacional de Estadística este misma semana, no ha hecho más que despertar los fantasmas del pasado en el sector bancario. Durante el pasado ejercicio se han vendido/comprado un total de 501.085 viviendas, casi 17.000 menos que en 2018. El dato es sólo un 3,3% inferior al del año precedente, pero rompe una tendencia.

El dato más vinculado a la compraventa de viviendas es el de firma de hipotecas, que no se conocerá, para el conjunto del año, hasta el próximo día 27. Pero los antecedentes pintan mal. En el mejor de los casos, se habrán cumplimentado alrededor de 350.000 hipotecas en 2019, las mismas, más o menos, que en el ejercicio anterior. Y ahí es donde la banca ha estallado. Ya no son suficientes los argumentos tradicionales de que los tipos de interés no ayudan, de que las cargas regulatorias se comen la cuenta de resultados…

La banca ha estallado y ha acabado por reconocer que todo se reduce a la falta de demanda solvente de crédito. Así de sencillo. “Si la banca tuviera peticiones de crédito por parte de demandantes con acreditada solvencia no pasaría nada”, ha destacado una fuente del sector que prefiere permanecer en el anonimato. “Hay oferta suficiente para satisfacer cualquier necesidad de crédito, pero la demanda solvente es limitada”.

¿Y qué hay que hacer para acabar con esa paradoja? Resolver las múltiples incertidumbres que sobrevuelan por el sector. No se puede disponer de una demanda casi infinita de dinero desde, al menos 2006, y no tener a quién prestarlo. La prueba más palpable es que el propio Banco Central Europeo ha tenido que elevar al coste de la denominada facilidad de depósito (el porcentaje que pagan los bancos de la eurozona por guardar el dinero que reciben gratis de la institución europea y no prestarlo a la economía real) hasta el 0,5%. Pero la banca no tiene problema en aceptar el órdago del BCE. Basta con repercutir el coste en los clientes, sobre todo en los institucionales.

El importe del saldo vivo de los préstamos y créditos hipotecarios concedido a los hogares españoles cerró 2019 en 510.371 millones de euros, apenas un 0,66% menos que el dato de 2018, pero que sigue sin romper una tendencia que dura desde que en 2010 alcanzará su cifra récord: 656.854 millones de euros. Los máximos responsables de la banca española, que llevan pronosticando desde hace tres años que se firmarían más préstamos hipotecarios que los que se amortizarían, van a tener que esperar un año… o más. Porque en los últimos dos ejercicios, el saldo ha disminuido la velocidad de caída, aunque no lo suficiente para cambiar la tendencia de casi una década.

Santander dice que “la producción en hipotecas nuevas no compensa los vencimientos” y se centra en el crédito al consumo, que en España creció un 24% en la entidad presidida por Ana Botín en 2019. A Bankia le pasa lo mismo. El crecimiento de los nuevos créditos al consumo (mucho más rentables, pero con más riesgo), un 12,5% en 2019, “contrarrestan los vencimientos naturales de la cartera hipotecaria”, asegura José Sevilla, su consejero delegado.

Aunque es el producto que más fideliza a los clientes, los bancos vuelven a tener miedo de que una prolongada desaceleración de la actividad económica, que no crisis, vuelva a disparar los impagos. Y a las pruebas hay que remitirse. Bankia, la entidad “más protegida” de las que cotizan en Bolsa por estar un 61% de su accionariado en manos del Estado, ha reducido su exposición a este tipo de préstamos cinco puntos porcentuales en los últimos años, desde el 66,2% de la cartera total, al 60,8% del pasado 2019. Para este año, el objetivo es bajar al 58%.

Otra de las ratios que confirman la queja de la banca es el “loan to value”, la relación entre el dinero prestado sobre el precio total de la vivienda. En 2018, según los datos del Banco de España, este indicador llegó al 65,7%. A cierre del pasado año, la media del dinero que la banca prestaba para la compra de una vivienda bajó al 63% del precio final.

Es un síntoma de que el sector se “cubre” de posibles fallidos. Teniendo en cuenta que el importe medio de una hipoteca ascendía según el INE a 130.000 euros, la banca exige como media que el aspirante al préstamo disponga de otros 76.000 euros para adquirir la vivienda. Por eso, el esfuerzo técnico anual, el porcentaje que cada persona destina a pagar el lugar donde habita o quiere habitar, sigue subiendo: del 30,4% de la renta bruta disponible en 2017, al 31,6% de finales de 2019. 

Sólo una de cada seis hipotecas que se conceden a particulares se firman con préstamos por encima del 80% del precio total. Pero, para alcanzar ese nivel, el aspirante debe acreditar los avales y garantías suficientes, ingresos holgados, demostrar su capacidad económica… La hipoteca normal,y por tanto el riesgo, está en la concesión de entre el 50 y el 80% del precio final de la propiedad a comprar. En esa banda se concentra el 54% de las operaciones.   

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