España y Europa, cada vez más cerca de la deflación de Japón

Los expertos se resisten a pronunciar la maldita palabra pero vislumbran una larga etapa de estancamiento

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Lo peor, es lo peor. Y, claro, lo recomendable es no anunciar la catástrofe, porque puede ocurrir aquello de la profecía autocumplida. Pero en un sistema capitalista, la deflación es la peor noticia, y el fenómeno, en el que cayó Japón hace 15 años –parece que está a punto de salir ahora– se aproxima a Europa y España.

O, dicho de otra forma, tanto España como la zona euro caminan hacia ella. Con deflación, los inversores huyen, los consumidores esperan a que los precios sigan bajando, y el círculo acaba siendo perverso, porque con países fuertemente endeudados, la deuda, lejos de perder valor, se hace insostenible.

El presidente del Cercle d’Economia, Antón Costas, catedrático de Economía Aplicada, ve que esa posibilidad es real, porque, a su juicio, se refleja en las últimas intervenciones del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. “Los síntomas están ahí”, apuntó hace unas semanas. Pero otros expertos no lo ven todavía inminente.

Sin embargo, veamos la situación, con el foco puesto en la zona euro de la Unión Europea. El crecimiento económico es anémico; existe un elevado nivel de deuda pública –casi en todos los países, Alemania incluida–; el crédito no fluye; algunos países presentan superávits en sus balanzas por cuenta corriente; el euro se ha fortalecido frente al dólar y la población envejece de forma clara.

Japón, a la vista

¿Qué imagen aparece de inmediato con esos síntomas? Japón, que, además, impulsó medidas que son similares a las que ha tomado la Unión Europea. En 1997 incrementó el IVA, con políticas de austeridad, que luego fue rectificando, pero nunca de forma clara, hasta hace unos pocos meses. ¿Les suena?

La deflación en Europa todavía no ha llegado, pero lo que ocurre ahora es parecido. El tipo de inflación en la zona euro está por debajo del 1%. Los precios han aumentado, pero sólo un 0,8% en los últimos doce meses, que es el nivel más bajo desde la creación del euro, salvo el registrado en 2009 por una caída de los precios del petróleo.

Hace unas semanas, el Cidob organizó una jornada sobre la década pérdida de Japón, comparándola con el posible mismo fenómeno en España. El profesor de Economía de la Universidad de Keio, Keiichiro Kobayashi, recordó el fenómeno de la burbuja inmobiliaria en Japón, y las políticas poco acertadas de los distintos gobiernos japoneses, que provocaron una deflación “depresiva” en la economía japonesa.

Inflación, por debajo del 1%

No ha sido hasta hace unos meses, cuando el Gobierno y el Banco Central de Japón han decidido una inyección de dinero tan masiva que –a pesar de aumentar todavía más la deuda, que los japoneses se la deben a sí mismos– ha provocado los primeros indicios de un aumento de precios necesario. “Los precios están creciendo moderadamente”, aseguró el Gobierno japonés la pasada semana, un fenómeno que no ocurre desde hace cinco años.

En España la situación es más grave. La devaluación interna, necesaria para ganar competitividad sin salir del euro, ha provocado una caída de salarios, y de precios. La inflación interanual en el mes de enero fue del 0,2%, y las previsiones para 2014, las más optimistas, como las de Funcas, dejan la inflación por debajo del 1%.

¿Vamos Camino Japón, como Camino Soria? ¿Se acuerdan de aquel tema de Gabinete Caligari? Los expertos no coinciden, pero los matices son los reyes en este caso.

El BCE, ¿a favor de unos pocos?

El catedrático de Economía y consejero del Banco de España, Guillem López Casasnovas rechaza, por ahora, esa mala noticia. “No estamos en deflación, pero los peligros existen, y existe un temor de que el BCE, teniendo en cuenta la heterogeneidad de la zona euro, responda sólo a favor de unos pocos”. Es decir, que para los ahorradores alemanes la baja o casi nula inflación ya les puede ir bien.

Casasnovas alerta de que, en el caso de España, toda la posible recuperación se podría venir abajo, porque con deflación el pago de la deuda se hará muy complicado. “Algo de inflación crea ilusión en los consumidores y aligera las cargas de la deuda”, afirma.

Deflación ‘corrosiva’

Gonzalo Bernardos, profesor de Economía de la UB, diferencia entre una deflación “corrosiva”, que asemeja a la que tuvo Japón, de una deflación que no será peligrosa. Considera que se podría producir, pero debida “a una elevada caída de las materias primas, y, especialmente, del petróleo”.

La manera de evitarlo es que se estimule la demanda de bienes, “dejando a cero el tipo de interés por parte del BCE”, e inyectando más dinero en el sistema, como ha hecho ahora el Banco Central de Japón. Al mismo tiempo, a su juicio, se debería abandonar el corsé del 3% de déficit público que marca Bruselas, “y permitir que se estimule el gasto”.

En el peor de los casos, si no hay esa reacción política, según Bernardos, la deflación podría crear un “círculo vicioso”, producto “de una larga etapa de austeridad”. Así, las familias podrían reducir el consumo, porque “habría un período de rebajas permanente, lo que provocaría otra recesión, porque el consumo privado es la principal partida del PIB”.

Inflación «casi-cero»

El catedrático de Economía de la URLL, Santiago Niño Becerra, considera que tampoco estamos en deflación, y que esa situación es la que se vivió en Estados Unidos entre 1929 y 1933. Pero sí afirma Niño Becerra que estamos “en una situación deflacionaria”.

La idea es que “la enorme deuda privada existente impide la concesión de nuevos créditos por parte de una banca atenazada por unos activos cuya calidad es un misterio, lo que fuerza que, a nivel privado, tenga que dedicarse recursos a pagar esa deuda”. Y, en el sector público, la deuda sigue avanzando “y drena recursos para pagar los intereses”. La idea de este economista es que nos encaminamos hacia una larga etapa de “inflación casi-cero”.

Y que los precios de ciertos bienes aumentarán “artificialmente”, como el petróleo, el agua, los alimentos “a fin de reducir su consumo”.

Es decir, una etapa larga de atonía, en el mejor de los casos.

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