Josep Oliu: «Es necesario un diálogo con visión de Estado, no de partido»

El presidente del Banc Sabadell defiende que la entidad está por encima del contexto político de cada momento

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Su discurso le define. Preside Banc Sabadell e imparte tolerancia en Fedea y en el Cercle d’Economia. Ha confiado y confía en que, en algún momento, se producirá un acuerdo que permita el encaje de Catalunya en España, «a satisfacción de las dos partes y siempre dentro de la legalidad vigente».

Los activos totales del Banc Sabadell rondan los 200.000 millones de euros; es un Ibex 35 altamente líquido. La entraña del banco fueron sus accionistas fieles, casi familiares y siguen ahí. Pero junto a millones de tenedores de acciones, el fundamento de una máquina con presencia en los mercados internacionales de referencia.

En quince años (Oliu asumió la presidencia en Navidad de 1999), el Sabadell ha conquistado un puesto en el mercado global. Selló una alianza con BCP, hoy Millennium BCP (2000);compró Banco Herrero (2000); creó el  Banc Sabadell d’Andorra (2000);salió a Bolsa (2001) y constituyó  las sociedades Bidsa y Aurica; fundó ActivoBank (2002); adquirió el Banco Atlántico (2003); se hizo con el Banco Urquijo (2006); capturó TransAtlantic Bank (2007); fortaleció una alianza con Zurich (2008); compró el Mellon United National Bank (2009) y un años más tarde, el histórico Banco Guipuzcoano (2010). No lo lean de carrerilla.

El Sabadell se ha agigantado, pero manteniendo los ratios de solvencia exigidos por el Banco de Pagos de Basilea. En su despacho barcelonés de Diagonal –la torre Atlántico, que fue de Casimiro Molins y después del Arab Banking Corporation- Oliu convive con el método, como lo hacía su maestro Edward Prescot, en el Banco Federal de Minesota.

Los modelos le rondan (como a Piero Sraffa) y, para ser un economista de los que consideran a las mates como el lenguaje único de su ciencia, le ha puesto imaginación. Este hombre piensa en grande: crecer o morir. Su reto es el mundo y guarda esta ráfaga en la recámara: «El banco está por encima del contexto político de cada momento. No tiene que posicionarse en temas políticos, que son responsabilidad exclusiva de los políticos». Se le llama adaptación al cambio, la paciencia que Plinio.

Desde del entorno de Artur Mas, la razón dialéctica dice que es bueno arriesgar porque de lo sublime al ridículo solo hay un paso. El president también pasó por una Facultad de la «ciencia humilde» que diría Alfred Pastor. Pero ya no se acuerda de que el choque de intereses en los mercados es un incentivo que la política no se puede permitir (Paul Romer).

La política es el Deus ex Machina al que la clase dirigente (en el sentido de Jaume Vicens) le pide contención. Oliu ha apostado siempre por el diálogo como vía para salir el impasse: «Un diálogo maduro, con visión de Estado, más que de partido político y de escaso vuelo«. Pero el tronco del problema no es el manido concepto de hablar para entenderse sino la reconstrucción de puentes para devolver «la estabilidad», conquistar un «escenario estable y previsible». Desde Fréderic Bastiat a Max Weber, el mercado se mece entre las aristas de la cultura, la geografía, la religión o… la política.

En su respuesta a la AEB, Artur Mas casi ha llegado a decir que la catástrofe nos acerca a la felicidad. ¿Para que uno gane es necesario que otro pierda? No. No es una suma cero. Oliu habla de un «diálogo en el que las partes estén dispuestas a ceder alguna cosa para alcanzar un acuerdo. Mentalidad abierta para encontrar soluciones». Después de muchas dudas, el marco legal es como el tamaño ¿Importa? «Cualquier cosa que se plantee, cualquier reforma de la Constitución o cualquier referéndum ha de ser desde la legalidad, desde la normalidad democrática». ¿Y, se pueden cambiar los marcos legales? «Confío en el diálogo político para resolver divergencias y cambiar los marcos legales«.

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