Aprendices de brujo y capitanes araña

La otra cara de la frivolidad está constituida por los que reclaman una intervención directa de la OTAN, en la supuesta seguridad de que Putin se arrugaría ante la amenaza de una confrontación nuclear.

Estoy asombrado por la frivolidad de los medios ante el conflicto Rusia-Ucrania. Los más, se sienten satisfechos alabando la heroicidad ucraniana. Aunque yo también contemplo los acontecimientos desde la barrera, lo hago fundamentalmente pensando en términos del sufrimiento humano que supone la llamada heroicidad. Por supuesto que ni siquiera insinúo que, para evitar dicho sufrimiento, habría que plegarse a los designios de Putin.

En última instancia, es en los ciudadanos de Ucrania en los que debe recaer la decisión. Están en su derecho de adoptar una actitud que puede acabar en numantina, o intentar una salida lo menos humillante posible. La otra cara de la frivolidad está constituida por los que reclaman una intervención directa de la OTAN, en la supuesta seguridad de que Putin se arrugaría ante la amenaza de una confrontación nuclear. 

Afortunadamente parece que, a pesar de la absoluta mediocridad global de la clase política, se descarta correr ese riesgo. En cualquier caso, debemos tener memoria histórica y mirarnos en cómo se llegó a la catástrofe en 1914. Si salimos de ésta, lo que habrá que preguntarse, para no jugar de nuevo a la ruleta rusa, o a otra parecida, es si el desastre humano que estamos contemplando hubiera podido evitarse. Y si es así, aplicarnos el cuento. 

Yo creo que sí que era evitable, a pesar de que el problema que ha originado el conflicto no era pequeño. En última instancia es ya antiguo. Cuando una entidad estatal multiétnica y secular se fragmenta, los pedazos resultantes suelen ser una repetición en pequeño de lo anterior. Todo como consecuencia de que durante años han tenido lugar movimientos de población que han creado una heterogeneidad, culturalmente muy rica, pero que choca con el atavismo tribal.

Hace un siglo, o algo más, quedó muy claro con las respectivas desapariciones del Imperio otomano y Austria-Hungría. Paralelamente se dio la del Imperio ruso, con la diferencia que, en su mayor parte, ese fue sustituido por lo que puede considerarse, retrospectivamente, como una utopía internacionalista: la Unión Soviética.

Es ahora lo que Putin reprocha a sus fundadores, ante la taimada sorpresa de Occidente. Pura hipocresía. Lo que dice el nuevo zar es más o menos lo que decía un personaje, tan celebrado en su momento por los círculos occidentales, como Aleksandr Solzhenitsyn. Recuerdo sus diatribas sobre como las fronteras trazadas arbitrariamente, según él, para crear las diferentes repúblicas de la URSS, habían dejado millones de rusos étnicos fuera de la, digamos, su patria. Ponía especial énfasis, si la memoria no me falla, en el caso del Kazajistán.

Solzhenitsyn, en el fondo, era tan chovinista panruso como lo es Putin y, aunque no me gusta colgarles sambenitos a los muertos, no dejo de preguntarme cual sería la actitud del literato en la situación presente. Por las dudas, consúltese una noticia reciente, recordando su temor a que un eventual ingreso de Rusia en la OTAN, representaría la caída de la civilización cristiana (sic). En definitiva, parece que los Estados Unidos, en su “cruzada” contra el comunismo, no solo hicieron de aprendiz de brujo con el islamismo, sino también con el integrismo ruso, del que Putin, vía “teóricos” parafascistas como Aleksandr Dugin, sería su expresión política. Y no me dejo en el tintero el sionismo. 

Vladimir Putin, presidente de Rusia./EFE

Ante mezcolanzas étnicas, como las que jalonan la historia europea, no cabe otro remedio que respetar las minorías, cosa que la ley de lenguas ucraniana parece que no ha hecho, a pesar de que, según leo, el 30% de la población es rusófona; que no es lo mismo que rusa. Parece que otras minorías no están tampoco cómodas. Por ejemplo, la magiar. La situación no es única entre las repúblicas separadas de la antigua URSS. La más escandalosa es la de Letonia donde, sobre una población de unos dos millones, hay unos 250.000 rusófonos APÁTRIDAS. Como todos sabemos Letonia es parte de la UE, pero Bruselas mira hacia otro lado. Riga se reclama como miembro de la OTAN en busca de protección frente a Rusia, pero frente a las reivindicaciones de los apátridas, no hay solución atlantista

No voy a seguir con el tema. Solo señalar que cuando chocan dos chovinismos, cualquier cosa es posible. Aunque ese no es el único problema en la crisis ucraniana. Ojalá lo fuera. Está también la pretensión, no oculta, de que Ucrania remachara el cinturón de hierro que un poder extraeuropeo ha decidido construir alrededor de la Federación rusa. Ahora se nos viene a decir que nunca se había pensado seriamente en que Kiev ingresara en el pacto atlántico; que se trataba poco menos que de una broma. El problema sería pues el poco sentido del humor de Putin. ¿De verdad no se lo habían imaginado viéndole la cara? 

Particularmente espero que, por el bien de los pueblos que constituyen la Federación rusa, se pueda pasar la página Putin más pronto que tarde. Ahora bien, la Unión Europea debe ser consciente de la necesidad de dar seguridad a Rusia, de que a cualquier ciudadano de ese país, por muy en desacuerdo que esté con su actual presidente, no le debe hacer ninguna gracia ver como se estrecha el cerco militar entorno.

Los argumentos sobre el desmembramiento de la Santa Rusia por parte de “fuerzas materialistas”, ya fueran el poder soviético u Occidente, constituyen la parte irracional de la cuestión; pero se aviene a razón aceptar que Rusia forma parte del espacio europeo y se la debe integrar en un sistema común de seguridad. Ya es hora que la UE supere su complejo de Peter Pan, en los terrenos político y de defensa, y asuma plenamente los cometidos para los que nació. 

No voy a entrar en el dilema de si es o no conveniente facilitar a Ucrania armas de defensa ante la agresión pero, en cualquier caso, la responsabilidad de los que han llevado a ese drama con sus falsas promesas, no puede acabar ahí. Estremece que se evoque el precedente afgano como solución. Los mayores esfuerzos deben ir dirigidos a conseguir una salida negociada que, desgraciadamente, hoy por hoy, pasa por Putin. Y no se puede esperar a un supuesto resquebrajamiento del bloque oligárquico.