Ayuso y el Rey

El líder del PP cada vez está más cuestionado mientras que el del PSOE ya ni necesita excusa para justificar su deriva; un sueño para los partidarios del "cuanto peor, mejor"

Pasó Colón 2 y ya estamos en lo que viene a continuación, los indultos, aunque, a mi parecer, lo realmente importante son las cesiones que van a conformar la mesa de diálogo, así como algunas otras. Veremos, por ejemplo, qué se va a sacar Pedro Sánchez de la chistera cuando la fiscalía ordene ejecutar los embargos contra los bienes de diversos secesionistas, acusados de malversación, prevaricación y falsedad en documento oficial.

En el acto mencionado, bastante gente, sin exagerar, y todo dentro de la normalidad que cabía esperar, dejando aparte el afán de apropiación por parte de Vox. Bien, normal hasta las intervenciones de Rosa Díez e Isabel Díaz Ayuso, intervenciones que, por cierto, no parecen ajustarse a las proclamas podemitas, y afines, de lo bien que le iría a la política sin la testosterona.

Lo de Rosa Díez no fue ni siquiera trascendente. ¡Qué más hubiera querido la protagonista! Fue patético. Se había montado el show a su mayor gloria, no fuera que nos olvidáramos de ella. Y de paso, supongo, a ver si caía algo, una puerta giratoria, un programa televisivo…

Una más de las tantas reinas madres, en su caso destronada, que pululan por este país, beneficiándose de la laxitud de redes y tertulias, para sermonearnos sobre aceptar o no los indultos, en el caso presente, o sobre cualquier otro tema político o social, con preocupante frivolidad y poco conocimiento. La cosa es meter baza.

¿Sueña ya Ayuso, como su mentor Aznar, en ser la presidenta de una república autoritaria?

La intervención de Ayuso fue breve pero contundente. Y esta sí fue a la vez trascendente y grave, muy grave. Vamos a ver, si bien no la tengo como señora de muchas luces, considero improbable que no le alcanzaran para darse cuenta de lo que suponía su incitación a que se generara una crisis constitucional, a base de que el Jefe del Estado se pasara por el arco de triunfo un artículo de la ley fundamental.

No creo tampoco que no fuera consciente de que su petición caería en saco roto; pero lo que en realidad le importaba es que esa música, con acordes absolutistas, le resultara cadenciosa a una parte de las bases de su partido, para las que ella debería ejercer el liderazgo. Es cierto que Pablo Casado salió rápidamente al quite (entre otras cosas, por la cuenta que le traía), pero la “morcilla”, utilizando un símil teatral, ya estaba metida. Y al día siguiente hubo la reiteración, por si había dudas.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso | EFE

Por supuesto que Ayuso no es la única voz que se ha expresado en ese sentido. Hay otras. Algunas rozando el surrealismo, como invocar el precedente de Balduino de Bélgica, declarándose incapaz para no firmar la ley sobre interrupción del embarazo. La propuesta equivaldría a proponer que Felipe VI se plegara a las fuerzas más derechistas del espectro político español, de la misma manera que el rey de los belgas cedió bajo la presión de los sectores ultramontanos del catolicismo.

En cualquier caso, hacer que el Rey de España faltara de una manera u otra a sus deberes constitucionales, sería abrir definitivamente el melón de la forma de gobierno. ¿Es eso lo que buscaba, o busca, Ayuso? ¿Es que ya sueña, como su mentor Aznar, con la presidencia de una república autoritaria?

Por supuesto que la atención que pueda provocar la presidenta de la comunidad madrileña no es equivalente a la de otros voceros. No sé por qué, sinceramente, está encandilando a diestro y siniestro. Y no es una formulación retórica. Me explico.

No hace muchos días asistí a la presentación de un libro de un pertinaz activista de izquierdas, azote, además, del nacionalismo catalán. Entre el público había personas conocidas como claramente de derechas. Hace unos años eso no habría ocurrido, pero uno de los resultados del “procés” es haber difuminado en Cataluña el eje izquierda-derecha, en beneficio del nacionalista-constitucionalista; hablando en términos clásicos, el eje interclasista.

Pues bien, me sorprendieron algunos elogios a Díaz Ayuso, confrontándola a Casado, presentado poco menos que como blandengue, en boca de personas que dudo que hace un tiempo hubieran sostenido esas posiciones. Mal vamos. El, constitucionalismo, en especial el de izquierdas, se me aparece atrapado entre el entreguismo de Sánchez y el digamos “ayusismo”.

Me sorprenden algunos elogios a Díaz Ayuso, confrontándola a Casado, presentado poco menos que como blandengue

El panorama es desolador. Por un lado, en el PP, un líder cada vez más cuestionado, al que le hace la zapa un sector con claros ribetes autoritarios, cada vez menos diferenciado de Vox; lo que puede llevar a poner en peligro la existencia del partido como claro referente de la derecha inequívocamente constitucionalista.

Por el otro, un PSOE controlado por un Pedro Sánchez rozando el poder absoluto, sobre todo después de la derrota de Susana Díaz. Un PSOE que ya ni siquiera necesita la excusa de su acuerdo de Gobierno con Unidas Podemos para justificar su deriva, en especial en el tema territorial. En ese tema parece girar según le place a Miquel Iceta, quien está demostrando, por si había dudas, que representa lo peor de la ya vieja connivencia del PSC con el nacionalismo.

En definitiva, parecería que los dos grandes partidos nacionales hubieran iniciado sendas carreras paralelas, conducentes a desdibujarse en burdas imitaciones de los respectivos populismos que les hacen sombra. A quien no le preocupe los efectos de ese proceso sobre nuestro régimen constitucional, o está ciego, o es partidario de lo de “cuanto peor, mejor”