El Marlaskazo

Marlaska imita a Nixon al usar la mentira para escapar de la opinión pública y su actitud engorda todavía más su insostenible situación

Ya advertimos la semana pasada de que esto de Marlaska iba a darnos más tardes de gloria que puertas grandes tiene “El Viti” en Las Ventas. 

La política es la única actividad humana que se conoce que no sigue el principio de Philautía enunciado por Aristóteles (amor o amistad con uno mismo) desarrollado posteriormente por Spinoza en su “(El ser) tiende a permanecer en su ser”.

Y me refiero a que en Política, sus actores son capaces de tomar una decisión errónea en contra de toda evidencia, mantenerla en el tiempo a pesar de cualquier advertencia y sorprenderse posteriormente del resultado. 

Un poco de todo esto hay en el sorprendente suicidio público (seguramente asistido, que esto del fuego amigo es como es…) que ha llevado a cabo el ministro-juez Marlaska para solaz de sus rivales dentro y fuera del gabinete y disgusto de su menguante grupo de amigos y admiradores. 

Recordarán que la semana pasada dejamos a nuestro héroe entrando en barrena tras su primer topetazo contra la Guardia Civil, poniendo al gobierno a los pies de los caballos por haberse enfrentado a una de las instituciones mejor valoradas en nuestro país.

De Nixon a Marlaska

Pues bien, esta semana el parte de bajas es mucho más amplio, la cosa ya no es que el ministerio del Interior se haya inmiscuido de forma presuntamente ilegal en la investigación de una juez sobre un miembro del partido de gobierno, sino que además, para tapar ese incendio, decidió dejar la realidad al margen de la crisis y construyó un parapeto de patrañas tan sólido y brillante que solo le ha durado una semana en pie. 

Miren, desde al caso Watergate, todos sabemos que no hay nada peor que tratar de escapar de un problema político mintiendo a la opinión pública, porque al final tienes dos problemas, el que ha causado la crisis, y la mentira con la que has tratado de encubrirlo, porque aunque creas que eres más listo… te van a pillar seguro. No en vano Nixon no dimitió por el caso Watergate, sino por haber tratado de encubrirlo usando los medios y recursos de la Casa Blanca para conseguir tal fin.

El epitafio de este controvertido presidente, una frase que deberían tatuarse todos los políticos en el muslo una vez nombrados fue. “It’s not the crime, it’s the cover up” (No es el delito, es el encubrimiento). 

Pues como era previsible, al problema del cese de Pérez de los Cobos (una maniobra como mínimo cuestionable en plena crisis y en uno de los ministerios más sensibles de todo gobierno) que pone de manifiesto un choque institucional entre dos poderes del Estado,  ya se le ha unido un problema político de dimensiones colosales, esto es, que existen pruebas de que es probable que el ministro mintió en sede parlamentaria a sabiendas de que lo hacía. 

Si la situación de Marlaska la semana pasada era endeble, ahora es insostenible. Si hace 7 días era un ministro cuestionado por una maniobra tan estúpida como ineficaz, hoy es un ministro tóxico para el ejecutivo del que forma parte, incluyendo al presidente que lo nombró. 

Marlaska ya es un político carbonizado y virtualmente cesado

¿Y Por qué no ha sido cesado aún?, se preguntarán ustedes. 

Pues miren, es sencillo, aunque él no lo sepa, Marlaska ya es un político carbonizado y virtualmente cesado. Un político que ya solo es útil al presidente del gobierno como pararrayos que concentre durante unos meses todo el fuego de las baterías de la oposición. 

Esa es la clave, cuanto más aguante Sánchez a Marlaska en su puesto, mejor vivirá en la Moncloa, y más podrá dedicarse a… bueno, a lo que sea que se dedique Sánchez.