El lento parpadeo de los gatos

Si alguien hubiese tenido en cuenta que otra más de las tradiciones democráticas que dinamitó Trump fue la de no tener mascotas en la Casa Blanca, nos hubiésemos ahorrado la ominosa e hilarante semana de la 'democrazy' estadounidense

Partidarios de Donald Trump durante el asalto al Capitolio en Estados Unidos (EFE)

Para que luego digan que estamos en la sociedad de la incomunicación. La verdad es que no nos comunicamos porque no queremos; oportunidades hay. Si hasta los gatos se relacionan con los humanos a través de los ojos, bueno más bien a través del parpadeo.

Interés gatuno

En el acervo popular sobre los felinos domésticos, existe la convicción de que estos esquivos animales no nos tienen muy en cuenta. A diferencia de los perros, quienes gozan de una bien ganada fama por su fidelidad hacia los humanos, los gatos pasan por ser mascotas más desapegadas y proclives a marcar las distancias, en ocasiones incluso con sus propias garras. Pero hete aquí que para los adoradores de los mininos existe la denominada como “sonrisa de gato” y que esta, lejos de manifestarse a través de una mueca en la boca, se traslada a través de la mirada. En conclusión, que los taimados michos nos sonríen con los ojos. ¡Qué bonito!

Comunicación felina

Pues como la ciencia avanza que es una barbaridad y hay estudios para todo, científicos del comportamiento animal de las universidades de Sussex y Portsmouth acaban de descubrir, a través de un complejo y sesudo experimento, que los gatos se comunican con sus dueños a través del denominado como “parpadeo lento”. Publicado su trabajo en la revista Nature-Scientific Reports, los investigadores acaban de concluir que entrecerrar los ojos y mover los párpados con lentitud, genera un mayor interés y una manifiesta confianza en los mínimos. Es más, valoran a los seres humanos que así se comporten como muy atrayentes y dignos de consideración y trato.

Se veía venir…

En el mundo de los analistas de las expresiones faciales se denomina a la sonrisa sincera e involuntaria como “la sonrisa de Duchenne”. Guillaume Duchenne fue un médico e investigador francés, habitante del siglo XIX, experto en la fisiología de las expresiones faciales quien describió a la sonrisa franca e inevitable como una respuesta emocional espontánea y genuina que nos provoca, ante su visión, una sensación de empatía. La involucración del músculo risorio, así como la compleja contracción muscular parece que imposibilita un uso torticero y engañoso, salvo que se realice un trabajado entrenamiento.

Trump reformó la Ley de Especis en Peligro de Extinción hasta dejarla prácticamente irreconocible

Si alguien hubiese tenido en cuenta que otra más de las tradiciones democráticas que dinamitó Trump fue la de no tener mascotas en la Casa Blanca, que reformó la Ley de Especies en Peligro de Extinción hasta dejarla prácticamente irreconocible y que su sonrisa es claramente forzada, copia risible sin muestrario dental de la del gato de Cheshire con el que se topa la siempre socorrida Alicia en su País de las Maravillas, nos hubiésemos ahorrado la ominosa e hilarante semana que dio lugar a lo que ya se denomina como la democrazy estadounidense.

Trump siempre ha mostrado una clara animadversión hacia las mascotas, en particular a los perros, aunque dados los acontecimientos, no sabemos si en un futuro se inclinará por los cornúpetas bisontes americanos. Por contra, el nuevo presidente Joe Biden, no contento con tener un perro y además adoptado, llevará dos a la Casa Blanca, Major y Champ, ambos pastores alemanes; además, ha prometido incorporar a la familia un gato después de doce años sin la sonrisa de un minino en la Casa Blanca. No debiéramos olvidar que el icono animal así como uno de los lemas elegidos para incitar al voto en la campaña Biden-Harris 2020 fueron un gato y “Gatos para Biden”. Premonitorio, sin duda.

Manuel Carneiro Caneda es director del Área de Acompañamiento Organizativo del Grupo Atlante