El proceso se habrá consumado

El socialismo se pone al servicio del separatismo voxero

Carles Puigdemont le tiene tanto miedo a Aliança Catalana como a la Justicia española. Por esta razón, Junts per Catalunya ha ofrecido un texto de inspiración nativista a un PSOE que, carente de cualquier principio, lo ha firmado. Silvia Orriols marca, de este modo, con el prófugo como mediador ideológico, la agenda de Pedro Sánchez. Así están las cosas en este país. El partido “socialista” y “español” se muestra felizmente predispuesto a ceder competencias exclusivas del Estado para que los separatistas más xenófobos puedan hacer realidad sus sueños de desigualdad. El socialismo se pone al servicio del separatismo voxero.

En la izquierda algunos no lo ven claro. El socialista manchego Emiliano García-Page, Podemos y ese oxímoron llamado Izquierda Unida consideran que estamos ante un pacto “racista” e inaceptable, pero, probablemente, todos sus diputados lo acabarán aceptando con más resignación que vergüenza. Si sus actos fueran coherentes con sus palabras, la proposición de ley que plasma el pacto entre Junts y PSOE debería ser mayoritariamente rechazado. Si no es así y llega al Boletín Oficial del Estado, habrán consumado la enésima traición a sus votantes y a España.

A pesar de que el alcance de lo firmado ya genera controversia entre los firmantes, queda claro que los mossos d’esquadra compartirán el control de las fronteras terrestres, puertos y aeropuertos, siendo este el paso previo a la expulsión total de la Guardia Civil y la Policía Nacional de Cataluña. El Estado se retira por orden de su gobierno. Y, una vez cedan las políticas de inmigración a la Generalitat, la soberanía nacional le habrá sido hurtada a España.

El Gobierno jugando a su favor

La semana pasada Mariano Rajoy nos recordaba en el Congreso que, bajo su gobierno, el separatismo no consiguió nada. Nada. De hecho, la DUI de los 8 segundos de Puigdemont y la posterior del Parlament demostraron que los chantajistas no tenían con qué amenazar. No tenían las estructuras de Estado, no tenían el reconocimiento internacional y tampoco tenían un apoyo social mayoritario. Nadie estaba dispuesto a sacrificar su prosperidad en el altar de la utopía amarilla. No tenían nada. Pero ahora tienen mucho, tienen a todo un gobierno de España jugando a su favor.

Hoy el golpe renace y se consuma silenciosamente con el beneplácito del gobierno de ese Estado que se pretende destruir. Empoderado por la ambición de Pedro Sánchez, Puigdemont tiene más poder hoy en el casoplón de Waterloo que ayer en el palacio de la Generalitat. No se atreve a pisar Cataluña, pero el fugitivo dirige la política española con sus siete diputados.

Se veía venir… para aquellos que estaban dispuestos a ver. Los indultos iban a ser la primera piedra del segundo procés. La separación avanza sin ruido en las calles. Avanza con paso firme en los despachos monclovitas. Estamos ante un procés diferente al de 2017. Aquel fue estruendoso y fachenda. Ilusionaba a los separatistas y angustiaba a los constitucionalistas. Sin embargo, se encontró con el muro del Estado y la democracia.

Quizá la república catalana no tenga reconocimientos internacionales, pero tendrá el del gobierno español

Este procés es más peligroso. Los separatistas avanzan con sigilo, y no pocos constitucionalistas parecen anestesiados. Sería algo que aprendió Salvador Illa en el Ministerio de Sanidad. Los excesos emocionales del pasado tampoco ayudan a ser vigilantes en el presente. Y, así, están hirviendo España en una olla anticonstitucional como a la rana del famoso síndrome. Poco a poco, para que no salte, para que tenga una muerte placentera.

Junts considera extranjeros a los votantes del PSC en Cataluña. Ya pueden dar premios a la película El 47, porque aquí todo sigue igual. El preámbulo del acuerdo nativista les define como gente “procedente de fuera”. Y el partido socialista lo signa y su militancia se resigna. El PSOE y su Tribunal Constitucional mutan la Constitución y aniquilan la Transición. Medios chavistas para fines separatistas. Un día nos despertaremos en un régimen muy diferente al de aquella democracia liberal votada en 1978.

El proceso se habrá consumado. Quizá la república catalana no tenga reconocimientos internacionales, pero tendrá el del gobierno español. Cataluña ya estará viviendo de espaldas al resto de España. La Generalitat será soberana y la confederación será el paso previo a la ruptura definitiva. Por cierto, el precedente de la cesión de la política de inmigración abre la puerta a la delegación de otra competencia exclusiva del Estado como es la convocatoria de un referéndum.

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