El progresismo encantado

No hay que descartar que Alain Touraine haya dejado alguna nota sobre la ascensión y caída de los millennials indignados que se reagruparon bajo el nombre de Podemos

Con el reciente fallecimiento del sociólogo francés Alain Touraine (1925-2023) desaparece uno de los intelectuales más escuchados en la izquierda europea postsocialista. Vale decir que nuestro autor era también un punto de referencia en los estudios de América Latina. Tan es así que en Chile –en los estertores de la dictadura de Pinochet- aparecieron los llamados Touraine Boys.       

Un sociólogo de la acción   

La obra del sociólogo francés combina el análisis de la realidad con la búsqueda de alternativas a lo existente. De hecho, Alain Touraine puede considerarse –por decirlo en la terminología española al uso- un sociólogo progresista de la acción que destaca el papel de la acción humana, así como el papel de ciertas instituciones, organizaciones, colectivos o movimientos en el funcionamiento y control del poder político y económico.  

Hay que buscar y promocionar unos movimientos sociales que representen los intereses de la clase trabajadora

Alain Touraine –inspirador de los movimientos sociales en la España de las últimas décadas de siglo XX- dio un paso adelante en su sociología de la acción, radicalizando el análisis y apostando por los denominados nuevos movimientos y sujetos sociales. Ello, en detrimento de un liberalismo que percibe incurable y un socialismo que considera una cosa del pasado. A partir de esta idea, el autor lo replantea todo. Hay que buscar y promocionar unos movimientos sociales que representen los intereses de la clase trabajadora. Hay que buscar a los substitutos de unos partidos caducados– derecha e izquierda tradicionales- que solo refuerzan el estado liberal-capitalista. Ahí está –mejor, estaba- Podemos y asimilados: anticapitalistas, altercapitalistas, antiglobalizadores, ecologistas, feministas, pacifistas. Y Sumar.       

Una teoría que el autor cultiva en libros –más allá de la crítica de la modernidad, la sociedad programada o la democracia- como El postsocialismo (1982), Movimientos sociales hoy (1990), Carta a Lionel Jospin 1997), ¿Cómo salir del liberalismo? (2011) o Un nuevo paradigma (2005) en donde el sociólogo, tras criticar al liberalismo y a una derecha e izquierda incapaces de renovarse, reivindica los derechos culturales y sociales de las minorías y los desheredados. Alguna fuente práctica de inspiración: Mayo del 68, la izquierda latinoamericana y la Polonia de Solidarnosc. También, la revolución tecnológica y científica.   

La clave cultural del mundo en ciernes 

El sociólogo asegura que el mundo occidental desarrollado ya no puede/debe analizarse únicamente en clave política y social, sino también en clave cultural. Esto es, el paradigma político –poder, Estado, nación, república, pueblo, guerra, revolución- y el económico –clase social, riqueza, desigualdad, redistribución, burguesía, proletariado- han de ser reemplazados por un paradigma cultural –individuo, minorías, mujeres: movimientos culturales- que explicaría los conflictos, intereses y aspiraciones realmente existentes en el seno de nuestra sociedad. Todo, en pro de la “emancipación del sujeto”.  

Un cambio de paradigma que, por utilizar la terminología del autor, supone el “fin de lo social” y “el despertar del sujeto”. El fin de lo social, porque las tradicionales categorías de análisis y acción propias de los paradigmas político y económico se han debilitado hasta el extremo de ser incapaces de leer y entender correctamente la complejidad del presente.

El despertar del sujeto, porque al socaire de los nuevos conflictos e intereses emergentes sale a escena un nuevo actor social que encarnaría el afán de resistencia y las ideas de libertad, dignidad y respeto frente a las fuerzas –lean el mercado, la globalización, el neoliberalismo, el Estado, el patriarcado, los medios de comunicación- hoy dominantes.  El nuevo actor: el sujeto que hace sentir su voz frente a lo existente. Frente al liberalismo y la socialdemocracia. Frente al Sistema.    

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. EFE/Lenin Nolly

Lo que quería oír el progresismo 

El análisis y propuestas de Alain Touraine fueron bien recibidos en el mundo sesentayochista y en el universo anticapitalista y antiamericano de las décadas a caballo entre el XX y el XXI. Al progresismo le gustó la idea de los movimientos sociales contra el poder, el principio de oposición o confrontación contra el adversario o enemigo, el principio de totalidad entendido como la capacidad de trascender la historia (América Latina. Política y sociedad, 1990). Una idea que cuajó en una sociedad en transición en donde emergían ciertas reivindicaciones de carácter cultural que van más allá o más acá de la política y la economía.   

Con el tiempo, el paradigma cultural de Alain Touraine deviene una suerte de hipótesis ad hoc que sirve para completar o ajustar el modelo brindado por los viejos paradigmas político y económico. Si en ¿Cómo salir del liberalismo?, Alain Touraine apostaba por los sin techo, los sin trabajo o los sin papeles, después abrió el campo del sujeto del cambio a las minorías culturales y, sobre todo, a la mujer posfeminista que tendría la misión histórica de “pasar de una sociedad de hombres a una sociedad de mujeres” haciendo “de cada individuo un sujeto” y logrando la “recomposición de todas las experiencias individuales y colectivas”.  

Recuperando el potencial liberador del individuo doblegando a los reaccionarios y a quienes frecuentan el nacionalismo identitario

Alain Touraine encantó al progresismo postsocialista, porque decía lo que se quería oír en el tiempo y el espacio: el nacimiento de una sociedad postsocial que debilitaba las instituciones sociales y la aparición de unos nuevos sujeto capaz de redefinirse, resignificarse y reapropiarse de lo colectivo y la colectividad (El fin de las sociedades, 2016). Una propuesta que continuó en pie hasta el final de su existencia con un pensamiento que reclamaba “la reacción frente a un mundo gobernado por las finanzas” en donde retornara el sujeto. ¿Cómo? Recuperando el potencial liberador del individuo doblegando a los reaccionarios y a quienes frecuentan el nacionalismo identitario (Libertà del soggetto e deriva identitaria, 2017, y Sociedad, movimientos sociales y educación, 2019).  

Exceso de convicción y de optimismo antropológico   

Si es cierto que se puede criticar la obra de Alain Touraine –exceso de convicción teórica y de optimismo antropológico-, no es menos cierto que los ensayos del sociólogo francés levantan acta de la imaginación sociológica y política de una autodenominada izquierda transformadora no socialdemocrática que siempre encuentra aquellos elementos que necesita para proponer el cambio que anhela. Ejemplos: el control social de la economía y la afirmación del sindicalismo como agente que gestione la “liberación” de la economía. Más: la depuración de las políticas estrictamente financieras, la lucha contra la flexibilidad empresarial, el mercado y el capital.  

No hay que descartar que Alain Touraine –estudioso de los movimientos sociales y sus transformaciones- haya dejado alguna nota sobre la ascensión y caída de los millennials indignados –esos progresistas autómatas- que se reagruparon bajo el nombre de Podemos. Las políticas de Alain Touraine no siempre tuvieron éxito. La imaginación progresista. Y en esas estamos.