La historia se repite

Ahora le toca a Pedro Sánchez asumir que su final no será distinto al de los otros presidentes del gobierno

La crisis política e institucional que estamos viviendo viene precedida de un patrón de caídas o finales políticos que se va repitiendo legislatura tras legislatura, desde Adolfo Suárez y Calvo Sotelo hasta Rajoy. El golpe del 23 de febrero de 1981 propició la victoria de Felipe González que, a su vez, fue sustituido por José María Aznar al perder las elecciones marcadas por el GAL y los casos de corrupción del PSOE; Rodríguez Zapatero llegó al poder tras ganar las elecciones a Mariano Rajoy tras los atentados de Atocha; Rajoy llegó al poder tras la crisis financiera de 2008 que Zapatero ni siquiera supo ver; Pedro Sánchez logró desalojar del poder a Rajoy tras una moción de censura por los casos de corrupción del PP, entre ellos, el caso Gürtel; y ahora le toca a Pedro Sánchez asumir que su final no será distinto al de los otros presidentes del gobierno.

En España, los justificantes utilizados para hacer caer a los presidentes de gobierno son los casos de corrupción, las crisis económicas o situaciones imprevistas, como el golpe de Estado del 23 de febrero, que provocan la pérdida de confianza de los ciudadanos hacia aquellos que ostentan el poder.

La historia se repite. Se utilizan las mismas estrategias para hacer converger la presión mediática, la movilización en las calles y la presión judicial. Este método reiterativo para derribar presidentes ha tenido más éxito en España que en otros países. Los errores políticos, la presunta corrupción y la apropiación de las instituciones señalan al presidente que debe caer aplastado por las evidencias y la opinión pública.

Ningún presidente ha conseguido escapar de esta estrategia, sustentada en muchas ocasiones por denuncias ciertas o falsas. El clima político se enrarece más y más para debilitar al presidente y propiciar su final. Nada nuevo, nada distinto a lo que ha ocurrido siempre.

El clima político se enrarece más y más para debilitar al presidente y propiciar su final

La oposición busca fotografías comprometedoras, grabaciones y filtraciones; por su parte, el gobierno se defiende atacando, mostrando que los otros hacen lo mismo y así hasta el final de los tiempos.

Los ciudadanos, mientras tanto, esperan nuevas revelaciones de escándalos y tropiezos sin saber muy bien quiénes son los protagonistas de las tramas y las maquinaciones. El ciudadano se convierte en espectador de un final que ya conoce o intuye: la resistencia del presidente a caer frente al tesón de la oposición que busca cómo hacerlo caer.

La política española de nuevo atrapada en su lógica de poder, en su afán de señalar al presidente para hacerlo caer para siempre, y que no pueda volver.

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