La impostación

Incómodo con la competencia de Bildu e inquieto con la inestabilidad que da Podemos al Gobierno, el PNV movió ficha y ya ha sacado partido

Fue en plena exhibición del desprecio de Sánchez hacia el PP , mientras los socialistas y populares se hallaban inmersos en plena negociación para renovar el Poder judicial, cuando el PNV apareció con su ‘operación rescate’. Su presidente, Andoni Ortúzar, aplaudía que Sánchez y Casado hubieran vuelto a la senda del pacto, a pesar de la provocación socialista de haber propuesto al juez De Prada como candidato a vocal, pero advertía que su partido también había recuperado las buenas vibraciones con el PP. No se trataba de emplazar a Sánchez. Pero era un aviso.

El dirigente nacionalista ha insistido estos días en que no es su cometido pedir al presidente de Gobierno que ponga orden en el gabinete de la Moncloa. Pero no hace mucho tiempo le reclamó que diera “un puñetazo en la mesa” para centrar al vicepresidente Iglesias. Por considerar que está siendo un factor disolvente en las relaciones institucionales. Y como Sánchez juega a forzar la fragmentación del bloque de sus socios de investidura para reducir su grado de dependencia, al tiempo que utiliza a Iglesias a su capricho, lo que consigue es tensionar a todo el arco parlamentario.

Por eso el PNV decidió amagar con un juego de apariencias. Incómodo con la competencia que le está haciendo Bildu como el último socio del convite e inquieto con el papel desestabilizador de Podemos quiso recuperar al PP aprovechando las coincidencias en algunas iniciativas parlamentarias. Y el mismo PNV que firmó el pacto de la investidura de Aznar, hace ahora 25 años, y que dejó plantado a Rajoy, en 2018, una semana después de haber pactado con él los presupuestos, se muestra ahora receptivo con Casado.

Al PNV le viene bien un contrapeso a la hora de pactar con Sánchez. Pero no piensa romper con él. Entre otras cosas porque están ante el presidente más receptivo a las exigencias nacionalistas. Capaz de concederles cualquier reclamación a cambio de frenar una   alternativa de gobierno de centro derecha . Un chollo para cualquier independentista que se precie.

El PNV no piensa romper con Sánchez pues es el presidente más receptivo a las exigencias nacionalistas

Pero la imagen de inestabilidad que está ofreciendo la Moncloa con el ruido constante provocado por el vicepresidente de Podemos ha servido al PNV para forzar la escena. Conocedor de la preocupación del Ibex 35 ‘doméstico’ con el gobierno de coalición, en vísperas del reparto de los fondos europeos, porque así se lo han transmitido desde Iberdrola, BBVA o los empresarios de Confebask.

Y la puesta de largo del halago del PNV al PP ha dado sus frutos. La relación entre la Moncloa y Ajuria Enea ya estaba engrasada. Pero, ante la aparente proximidad de populares y nacionalistas vascos, Sánchez se ha volcado en demostrar al partido de Urkullu que ellos son los socios preferentes. Mucho más leales que ERC. Y lo hizo con un despliegue: los encuentros entre Carmen Calvo y el vicelehendakari primero, Josu Erkoreka, y los de Miquel Iceta con su homóloga Garamendi. Y con un engrase: el traspaso de la gestión de prisiones.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) y el portavoz del PNV Aitor Esteban, en una sesión en el Congreso. EFE

El acercamiento de los reclusos de ETA no ha hecho falta negociarlo porque un 80 % ya han sido trasladados a cárceles cercanas al Pais Vasco. En este concurso, ha sido el PNV quien se ha llevado el trofeo negociador en una causa que, sin duda beneficiará al colectivo de presos terroristas que tanto defiende Bildu.

La apisonadora del olvido

Pero el partido de Arnaldo Otegi ha recibido la mejor compensación por parte de Pedro Sánchez. El acto simbólico de la destrucción de un millar de armas (que ETA nunca entregó sino que fueron incautadas)  fue un formidable gesto para blanquear a los herederos de la banda terrorista.

Una teatralización  que no contó con la presencia de ninguno de los presidentes que combatieron  a la banda. Ninguno de los cuatro antecesores de Sánchez. Ni con parte de los colectivos de víctimas del terrorismo. Ni con la oposición.

Con la apisonadora que aplastó las armas incautadas (aunque Sánchez se equivocó de película hablando de “entrega”), el Gobierno de la Moncloa pretende hacer borrón y cuenta nueva para justificar sus pactos con Bildu. A pesar de que siguen sin condenar la historia de ETA, a pesar de que quedan más de trescientos asesinatos por resolver.

No importa. La propaganda socialista celebraba el “fin de la historia macabra”. Para apaciguar los ánimos de las voces críticas silenciadas en sus filas. A cambio del silencio de los corderos. Con tanta “normalidad” se intenta  justificar también futuros gobiernos de coalición con Bildu. ¿Otegi lehendakari en un tripartito de izquierdas? Está por ver.