La izquierda se avergüenza de ser comunista y la derecha radical se vanagloria de ser populista
En la izquierda española se perciben los esquemas del comunismo que amenaza al adversario político y censura y reprueba a los disidentes antes de purgarlos
Las derechas se han acostumbrado a tildar de comunistas a sus adversarios naturales y las izquierdas a tildar de fascistas a los suyos. Se trata de señalar al adversario para así denunciarlo e inculparlo en beneficio propio. ¡Eres un comunista! ¡Eres un fascista! De adversario a enemigo. Una manera –creen- de recolectar militantes, simpatizantes y votantes.
Así las cosas, conviene clarificar la cuestión. No se trata de una lección ni de una disertación. Lo que se pretende no es sino indicar qué es el comunismo y qué es el fascismo. Se trata, también, de resolver la cuestión de si en España hay comunistas y fascistas con mando en plaza. O que aspiran a ello.
Por qué les llaman comunistas
Cualquier manual señala que el comunismo es un sistema que quiere acabar con el modelo liberal capitalista, que predica la propiedad estatal de los medios de producción, que apuesta por la denominada democracia real y que persigue la instauración de una sociedad sin clase.
Una dictadura en toda regla que no es sino una modalidad de absolutismo que se presenta como el grado omega de la democracia. Una dictadura que promete la construcción de una utopía socialista en la Tierra. Un comunismo prepotente –el “socialismo científico”, dicen- que afirma que el motor de la historia es la lucha de clases.
Un comunismo –conviene recalcarlo: ahí está el quid de la cuestión- cuyo adversario/enemigo es el capitalismo que explota a la clase obrera apropiándose de la plusvalía que generan los trabajadores.
Una sociedad capitalista que ha de ser derrocada y substituida por una nueva sociedad que se caracterizaría por la socialización y planificación de la economía de acuerdo con las necesidades humanas, por la desaparición de la división del trabajo, de la desigualdad y del Estado así como por la instauración de una sociedad en la cual todos verían satisfechas sus necesidades.
Cuando la derecha exclama “¡Eres un comunista!” está diciendo que su adversario de izquierdas es partidario -comulga y aspira- de un sistema opresivo, represor, explotador, ineficiente y fracasado. Un sistema que se inclina por una democracia real que no es sino una dictadura real que conduce a la autocracia.
Un sistema en donde la dictadura de la casta del Partido de hoy es semejante a la dictadura del proletariado de antaño. De hecho, también del Partido. Un sistema en que la planificación socialista conduce, hoy como ayer, a la miseria.
A todo ello, se suele añadir –unos ejemplos- que no es una casualidad ni la caída del Muro, ni el derrumbe de los países comunistas, ni el hecho de que los cubanos vayan de La Habana a Miami y no al revés. Olvídense de la mayor mentira del siglo XX llamada comunismo, dice la derecha a la ciudadanía.
Por qué les llaman fascistas
Las izquierdas tildan de fascistas a sus adversarios de derecha atribuyéndoles una característica que definiría -la Italia de Benito Mussolini y la España de Francisco Franco como ejemplos y la Alemania de Adolf Hitler como extremo ejemplo- su doctrina: el autoritarismo agresivo.
Esa modalidad de absolutismo que rechaza el parlamentarismo y la democracia formal por no representar a la nación. Esa modalidad de absolutismo que se nutre de unos políticos que –dicen- trafican y especulan con los intereses particulares.
Esa modalidad de absolutismo que desprecia la mentalidad inculta de una mayoría ciudadana y prefiere el cerebro privilegiado de una minoría escogida. La historia está hecha por minorías, afirma el fascismo. A todo ello, la izquierda dice no.
Un fascismo que apuesta por la autoridad carismática de un líder que dirija al pueblo y por una democracia que no necesita el voto de la mayoría. Una democracia “genuina” que se fundamenta en dos pilares: la existencia de un orden jerárquico y disciplinario e inviolable; y la existencia de un poder total, también inviolable, que reside en la persona del líder.
Un líder –carácter místico y facultades hipnóticas- que actúa con decisión y con una doble idea: la primacía de la acción y lo mejor para la nación y el pueblo. A todo ello, la izquierda dice igualmente no.
Cuando la izquierda exclama “¡Eres un fascista!” está diciendo a su adversario de derechas que el fascismo descalifica y rechaza el régimen democrático-parlamentario con todas sus instituciones como los partidos políticos, las elecciones libres, la separación de poderes y las libertades fundamentales.
A lo que hay que añadir la mitificación del líder carismático, la omnipotencia estatal, la primacía de la acción, la educación del ciudadano en la convicción de la superioridad de su raza y el expansionismo geográfico. Olvídense de la mayor tragedia del siglo XX llamado fascismo, dice la izquierda a la ciudadanía.
¿Existen comunistas y fascistas en España?
Siguiendo las caracterizaciones de unos y otros reseñadas en las líneas anteriores, sí existen. Como en cualquier otro lugar de la Unión Europea. Pero, no hay que confundirse.
Una cosa son los grupúsculos comunistas y fascistas –con sus camisas, cánticos, consignas, banderas y mitos que revelan un supremacismo violento de vocación totalitaria- que no son sino unas minorías no representativas de la sociedad española, y otra cosa bien distinta es la izquierda y la derecha radical democráticas que a veces parecen sucumbir a la tentación de plagiar o redefinir ciertas ideas propias de unos movimientos y unas ideologías de un pasado reciente nada recomendable.
Una izquierda autocrática y perezosa
En la izquierda española se perciben los esquemas del comunismo que amenaza al adversario político y censura y reprueba a los disidentes antes de purgarlos. Ese comunismo vanidoso, despótico e inepto que coloniza las instituciones democráticas y controla las empresas públicas al tiempo que amenaza a los ahora llamados “de arriba” o “ultrarricos” –antes, burguesía- por agenciarse –dice- la plusvalía de la clase obrera.
A diferencia de la izquierda, que se avergüenza de ser lo que es, la derecha radical se vanagloria de ser populista
Una izquierda autocrática y perezosa que quiere asaltar el cielo y da la impresión de avergonzarse de ser comunista y por eso –precisamente por serlo- lo oculta. El poder.
Una derecha radical integrista
En la derecha radical española se perciben los esquemas de la estrema destra nacionalista europea –curiosamente dependiente del extranjero- no fascista, de inspiración cristiana en buena medida, que rechaza la Unión Europea, que mantiene unas malas relaciones con la Constitución, que se caracteriza por su integrismo identitario, sus modos autoritarios y su rigidez especialmente en la cuestión del feminismo y la inmigración.
A diferencia de la izquierda, que se avergüenza de ser lo que es, la derecha radical se vanagloria de ser populista. La exaltación.
Vergonzantes y desvergonzados
El comunismo vergonzante y el populismo insolente coinciden en el empeño de construir un hombre nuevo que viva en una sociedad nueva y construya una nueva manera de ser y vivir. Peligro.