Lo que Pedro Sánchez no puede esconder  

La transformación del PSOE bajo Zapatero y Sánchez, donde la retórica progresista oculta una falta de modernización y compromiso real con los problemas ciudadanos. L

La socialdemocracia no existe en España. Ha desaparecido. José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez se han encargado, con ahínco y extremada diligencia, de hacer del PSOE un catch all party que todo lo atrapa. Todo -comunistas, nacionalistas, amigos de la paz, sobrevenidos, feministas, ecologistas, pacifistas, animalistas y todos los “istas” habidos y por haber-, menos la derecha liberal y la extrema derecha. De hecho, lo único que define y caracteriza al PSOE de nuestros días es la fobia –en ello hay mucha estrategia coyuntural- hacia la derecha. Así, sin más. A eso le llaman –un evidente ejercicio retórico- progresismo. Están muy satisfechos de todo eso.  

Los éxitos que no lo son 

Pedro Sánchez, el cooperante voluntario –e interesado- José Luis Rodríguez Zapatero, lo que queda del PSOE y la prensa del régimen sanchista publicitan, sin pausa y con prisa, los éxitos del progresismo socialista o socialdemócrata.  

Pero, la ciudadanía ya sabe –o se imagina- que los fijos discontinuos son desocupados, que la tasa de paro juvenil es de las más altas de la Unión Europea, que con la pobreza ocurre lo mismo, que hoy se trabajan menos horas que ayer, que el poder adquisitivo de los españoles ha retrocedido, que el crecimiento del PIB supera a la media de la Unión Europea, pero parte de más abajo del PIB de los grandes países europeos o que la inflación –por mucha estadística recreativa que pongan en práctica- es más alta de lo que aparenta. Por no hablar de unos Fondos de la Unión Europea que se mueven en la opacidad.  

¿Qué hace hoy el PSOE? 

Se dirá que la socialdemocracia, desde los tiempos del reformista Eduard Berstein (1899) y del programa de Bad Godesberg del Partido Socialdemócrata de Alemania (1959) que abandonó el marxismo en favor de la economía de mercado, siempre ha estado en crisis. Cierto.  

También es cierto que, durante décadas, la socialdemocracia europea se ha esforzado en refundarse y redefinirse una y otra vez -Peter Glotz, Oskar Lafontaine, Antonio García Santesmases, Manuel Escudero, Raimon Obiols o el documento del PSOE Materiales de Referencia para el debate: programa de investigaciones del pensamiento socialista, de 1989, conocido como Programa 2000– con resultados desiguales.   

La socialdemocracia europea se ha esforzado en refundarse y redefinirse una y otra vez

En cualquier caso, la socialdemocracia de las últimas décadas del siglo XX –socialismo español incluido- mostraba un interés y un esfuerzo modernizador que hoy no se percibe en el PSOE. ¿Qué hace hoy el PSOE? Con José Luis Rodríguez Zapatero empezó el experimento y Pedro Sánchez lo ha culminado: nada. Puro teatro para alcanzar y mantener el poder.      

José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. (EFE: Ballesteros)
José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. (EFE: Ballesteros)

La reeducación ciudadana y la dinámica frentista  

El socialismo de José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez postula la Alianza de las Civilizaciones, el progresismo doctrinario de quien se cree en posesión de la línea correcta que seguir, la reeducación del ciudadano en los valores de la corrección política socioprogresista, la dinámica frentista que connota negativamente a una derecha en pecado permanente y una España plurinacional con privilegios, concesiones, indultos y anmistías que garantizan la presidencia de Pedro Sánchez. Impunidad por poder. Una transacción mercantil en toda regla.    

El delegado del nacionalismo    

Lo que llama la atención es esa izquierda, irrefutable por definición, que vive del discurso del no. ¡Que viene el lobo! ¡Que viene la derecha! Y algo más, porque el PSOE –impunidad por poder, se decía antes- ha devenido un partido unipersonal que blanquea al nacionalismo desleal, que coloniza las instituciones, que atenta contra la separación de poderes, que juega el papel –un delegado del nacionalismo- de monaguillo, acólito o muleta de otros partidos voraces y desleales. Al respecto, puede decirse que Pedro Sánchez es, de facto, el secretario general de la coalición socionacionalista empeñada en llevar a cabo, por la brava, un proceso deconstituyente en España.    

Un partido vertical y un autócrata   

Pedro Sánchez o un secretario general –sin escrúpulos, anodino, narcisista y colérico- que mantiene pésimas relaciones con la palabra dada y levanta muros de resentimiento y desprecio. Un secretario general que ha convertido el PSOE, a la manera del sindicato franquista, en un partido vertical. Un autócrata que, literalmente hablando, está arruinando al PSOE con su obsesión de poder y gloria. El PSOE –con un par o tres excepciones- ha desaparecido de las Comunidades Autónomas y de las grandes ciudades.  

Pedro Sánchez está arruinando al PSOE con su obsesión de poder y gloria

De hecho, el PSOE como tal no existe. Lo que sí existe es Pedro Sánchez y su sombría y tortuosa corte. Un séquito en el que, por supuesto, se encuentran también los partidos nacionalistas.      

Abandonad cualquier esperanza            

Dante, en la Divina Comedia, en la puerta de entrada al infierno, escribe la conocida frase Lasciate ogne speranza, voi ch’entrate. Pero, ¿quién desea entrar en el infierno?  

Si alguien de ustedes está interesado en ingresar en un PSOE en llamas, solo tiene que entrar en la página oficial del partido. En la pestaña “Donaciones” se puede ver y leer lo siguiente: “Donaciones PSOE. Esta es la oportunidad perfecta para formar parte de algo muy grande, gigante. Participa”. Hay que pagar. ¡Como Greenpeace! ¡Como los Testigos de Jehová!  

En “Donaciones”, le invitan a usted a identificarse y señalar el importe a ingresar. Y le dicen que su dinero servirá para que “juntos sigamos construyendo un país mejor y una sociedad más justa”. También, solidaria, de iguales. Una ONG que recauda para sobrevivir y alimentar su maquinaria. Para apuntalar un edificio con grietas. Un infierno empedrado de buenas intenciones. Vaya plan.  

Abandonad cualquier esperanza, escribió Dante.     

Después de la pesadilla 

Dicho lo cual, hay que añadir que España –una democracia pluralista competitiva- necesita una socialdemocracia homologable –la pesadilla de Pedro Sánchez acabará antes o después– que no debilite la nación, no fragmente el Estado y no polarice la sociedad. Solo hay que llamar con fuerza a las puertas del cambio. Y se abrirán.  

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