Meridianamente impresentables 

Los cortes de la Meridiana siguen ocurriendo con la complicidad de instituciones y fuerzas del orden

El viernes 6 de mayo, Carlos Carrizosa, Luz Guilarte y yo misma, junto con la consejera de distrito Sonia Reina y otros compañeros de Ciutadans, recibimos en el Parlament la visita de una delegación de vecinos de la Meridiana. Juntos recorrimos las partes nobles del edificio, la escalera de honor, los Pasos Perdidos, etc, para acabar desplegando una pancarta en el hemiciclo. Estábamos todos muy contentos porque creíamos que los dos años y pico de cortes en la Meridiana tocaban a su fin. Que quien quisiera se podría seguir manifestando por lo que quisiera, pero sin salirse de la acera que en cada caso tuviese permiso para ocupar, sin invadir la calzada ni interrumpir el tráfico ni la vida de los vecinos, algo más que hartos de aguantar carros, carretas, insultos y señalamientos. Que al final en el barrio todos se conocen y luego la guerrilla urbana se transforma en guerra fría social. 

       Ciertamente el tema tenía truco. Los de Meridiana Resisteix, con seres de luz como el fundador de Terra Lliure Fredi Bentanachs al frente, habían tenido que cejar en su empeño de seguir cortando ilegalmente, así fuese diez minutitos cada día, por la admirable constancia de los vecinos en pedir, pues eso, cada día, permiso para hacer ellos mismos una manifestación pacífica de vehículos. Esto era inteligente porque para que los coches puedan pasar, la Meridiana tiene que estar abierta. Aparte de inteligente era pesado porque obligaba a los vecinos a echarse a la espalda una ingente tarea burocrática de pedir permisos, todo por la pasividad de la Administración en protegerles más y mejor de oficio. 

      En fin. Que todo parecía, si no arreglado, por lo menos calmado, cuando algunos de los vecinos nos volvieron a llamar. No para ir a manifestarnos con ellos ni con la plataforma No a los Cortes esta vez. No a los Cortes hace semanas que dio por concluida su tarea. A pesar de lo cual, estos vecinos se quejaban de que los cortes seguían produciéndose…sólo que por otro lado.  

       ¿De verdad? Nos fuimos a verlo el jueves 26 de mayo con nuestra consejera de distrito en Les Corts, Sonia Reina. Es importante precisar que no fuimos a manifestarnos (como sí habíamos ido otras veces) porque no había ninguna manifestación convocada. Fuimos a ver, a observar qué había de cierto en las quejas de los vecinos. Llegamos. Reparamos en que efectivamente había un dispositivo de los Mossos, como al acecho de posibles complicaciones. Pero las calles se veían despejadas. Guiados por los vecinos, nos sentamos a tomar algo en determinada terraza. Aseguraban que los cortes estaban a punto de producirse, y que iban a producirse por ahí. 

      Cierto. De repente vimos emerger un racimo de puños en alto con esteladas y consignas independentistas de Meridiana Resisteix, transitando por en medio de la vía pública, flamantemente precedidos todos por coches de la Guardia Urbana en cuyo dispositivo luminoso se leía bien claro: TALLS MANIFESTACIÓ. De lo cual se podían deducir dos cosas bastante de cajón. Una, que efectivamente los cortes seguían (por mucho que en el Parlament se nos haya prometido que ya no, que hasta desde la plataforma No a los Cortes se sostenga que ya no…), y que seguían con amparo legal, con la Guardia Urbana cortando a su paso. Y con los Mossos en posición por si acaso. 

      ¿Por si acaso qué? Pues bien pronto se vio. Como venía siendo habitual, manifestantes y vecinos se enzarzaron en improperios y mutuas muestras de descontento. Una de las vecinas se encaró concretamente con un individuo que, equipado con chaleco reflectante y palo selfie, se presentaba como periodista autorizado para “cubrir” la manifestación en nombre de una cosa que se llama Kit Radio. 

        Los vecinos se quejan de que en realidad les “cubren” a ellos, les toman imágenes si protestan, y luego les señalan en redes y que eso tiene consecuencias. ¿Qué consecuencias? Bueno, pues por lo pronto esta vecina se llevo dos puñetazos en la cabeza que le provocaron un ojo morado, mareos, vómitos y, finalmente, un diagnóstico de contractura cervical. Salió de Urgencias con un collarín y ya tiene denuncia puesta por la agresión sufrida. 

        Antes de seguir, me gustaría subrayar la diferencia entre que se escapen improperios y hasta empujones en el fragor de la “batalla”, y atizarle a alguien dos puñetazos tremendos en la cabeza. A mí el primer día que fui a la Meridiana una manifestante también me intentó tirar al suelo el móvil con el que la estaba grabando. Ni se me ocurrió ponerle la mano encima.  

       Yo debo decir que no presencié el incidente de esta vecina en primera línea, sino en segunda, que es donde me encontraba observando en silencio todo lo que sucedía. Me enteré de que le habían dado cuando vi a los otros vecinos gritar y correr a defenderla. Yo misma me la llevé del brazo y le tomé el pulso, que lo tenía desbocado, y le pedí un agua al verla vomitar de pie contra un árbol. Los Mossos dijeron que habían llamado a una ambulancia que nunca llegó. Fueron los vecinos los que la tuvieron que acompañar a Urgencias. 

      Lo mejor, la intervención del jefe del operativo de los Mossos. Al principio me causó hasta buena impresión porque parecía desvivirse solícito por la agredida: la animaba a denunciar “porque ese chico la ha pegado a usted y usted no ha hecho nada, ponga una denuncia, póngala”. Y yo, sorprendida: “¿Y por qué no la pone usted mismo, si lo ha visto todo?”. Y él, como muy molesto por mi intervención: “Porque a mí no me ha pegado”. Y yo: “Bueno, pero es usted policía, ¿no? Podrá usted intervenir. Pedirle los datos a esa persona, identificarla, pedirle que le acompañe a comisaría…”. Y él: “No me hace falta porque ya sé quién es y dónde vive”. Y yo, cada vez más atónita: “¿Y entonces, por qué no actúa?”. Respuesta final del jefe del operativo de los Mossos: “No quiero hablar con usted”. 

      Pues hala. El proceso de identificación que este agente de la ley se había negado a hacer a petición mía se hizo solo a los pocos minutos, cuando el propio interesado se identificó en redes como Roger Guarch -famoso por haber pedido no hace mucho “salir a cazar españolitos”-, afirmando ser él el agredido, no al revés. Supongo que es hasta normal que los delincuentes nieguen que lo son. Con mayor facilidad cuando se les deja ir sin identificar y sin tomar declaración a nadie, ni a la víctima en el momento ni a los numerosos testigos presenciales. 

       Poco a poco los hechos y los relatos se fueron enredando. Hubo hasta quien pretendió que el tal Roger Guarch estaría efectivamente “controlado” porque la policía sería conocedora de circunstancias muy concretas que confluyen en su persona, y que de ser ciertas, harían asombroso: a) que pueda tener una credencial legal de prensa para cubrir manifestaciones en la calle b) que los Mossos le permitan circular y participar de forma habitual en actos de guerrilla urbana, donde lo menos que te puedes llevar si estás en contra es un buen racimo de insultos, pero también hay quien se lleva, como ha pasado esta vez, no dos empujones por los nervios, no que te tiren al suelo sin querer, no. Dos puñetazos como dos cañones en la cabeza. 

      Son muchas irregularidades a tener en cuenta: primero la negativa “oficial” a reconocer que los cortes siguen cuando simplemente han sido desviados unas calles más allá, y segundo, la negativa a proteger la integridad física de los vecinos de la zona, obviamente amenazada por personajes cuya inclinación violenta es del todo conocida de antemano por la policía, o eso dicen ellos mismos.  

       Dejando momentáneamente al margen las razones ideológicas de cada uno, vamos a centrarnos en lo esencial, que es o debería ser la seguridad pública. ¿Es aceptable normalizar la presencia cotidiana de ese nivel de violencia verbal, física y de todo tipo en la calle, todos los días? ¿Qué tienen que hacer los vecinos para no estar expuestos, esconderse bajo tierra? ¿Para qué pagamos a la policía, para mantener el orden en las calles o para hacer de escolta de delincuentes malcriados y consentidos desde los partidos en el poder? ¿Tienen el conseller d’Interior, Joan Ignasi Elena, el responsable de Seguridad del Ayuntamiento, Albert Batlle, y la flamante nueva delegada del gobierno, María Eugenia Gay, algo que decir? Pronto lo sabremos.