¡No es la economía, bobos!

Los estrategas del PP han decidido utilizar los indudables logros de la política económica del Gobierno de Rajoy como argumento electoral ante los distintos comicios que figuran en el calendario de 2015, aunque las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se empeñen en recordar que la ciudadanía no valora en demasía los éxitos económicos alcanzados, preconizando el fin del bipartidismo y la llegada de un nuevo sistema con tres o cuatro partidos dominantes, hasta el extremo de que el PP no pasaría de un 27,3% en estimación de voto.

Los ciudadanos españoles han decidido, según el CIS y el voto oculto, no estar dispuestos a seguir otorgando su confianza mayoritaria al partido actualmente en el Gobierno y si en el escenario político internacional, una frase ha merecido una especial celebración –la espetada por Clinton en 1992 a Bush (padre), «the economy, stupid»— hoy cabría modificar el sentido de dicha afirmación en España con otra de signo opuesto del tipo «no es la economía, bobos».

No resulta fácil encontrar indicadores negativos en la economía española salvo los referidos a la creciente desigualdad social y al aumento de la pobreza y tampoco parece que el electorado sea sensible a las políticas gubernamentales de bajar impuestos. 

Sorprendentemente, los éxitos de la política económica del Gobierno no parecen computar en los barómetros del CIS y de los distintos estudios demoscópicos al uso. Así, mes tras mes, los indicadores de coyuntura y los datos que miden la evolución de la economía recuerdan que ésta parece haber entrado definitivamente en la senda de la recuperación, sin que ello parezca ser suficiente motivo para modificar una actitud electoral que parece más cimentada en compromisos razonadamente incumplidos, en los casos de corrupción que han salpicado el partido que sustenta el Gobierno o en una política antiterrorista que muchos votantes del PP no han terminado por interiorizar.

Frente a todo esto, la tarjeta económica del Gobierno presenta una puntuación envidiable en el conjunto de la eurozona y que se resume en las palabras del ministro De Guindos que auguraba recientemente cinco años buenos para la economía española, en los que ésta experimentará un crecimiento anual de entre el 2,5% y el 3%. Los pronósticos del ministro se veían respaldados por el mayor descenso del desempleo en un mes de febrero desde 2001 o por el número de afiliados a la Seguridad Social que se ha incrementado en 96.000 personas en el segundo mes del año, un dato muy superior al de febrero del año pasado ( 30.000 efectivos).

Los datos positivos de la economía española no se detienen en ese capítulo y ahí está el Tesoro para recordarnos que los 50.000 millones subastados en los dos primeros meses del año suponen el 20% del objetivo de emisiones brutas para el conjunto del ejercicio y que ha conseguido financiarse reduciendo costes y alargando vencimientos, lo cual dice mucho de la confianza de los mercados en la economía española.

Pero si el electorado le ha vuelto la espalda al partido del Gobierno, no es ese el sentimiento que se desprende de indicadores económicos como el Índice de Confianza del Consumidor que publica el CIS y que pone de manifiesto que la confianza del consumidor se sitúa en España en niveles máximos, por encima  de los 98 puntos que registró en enero de 2005.

Algo parecido pondría de manifiesto el indicador PMI manufacturero de febrero que pese a retroceder hasta 54,2puntos, desde 54,7, acumula quince meses consecutivos por encima de 50 (nivel que delimita la contracción de la expansión)

Por lo que se refiere al índice de gestores de compra de los sectores de servicios, el PMI se situó en febrero, por decimosexto mes consecutivo, por encima de los 50 puntos que sugiere expansión de la actividad en relación al mes precedente.

Algo similar ocurría con el indicador de la confianza empresarial que ha mejorado en España hasta alcanzar el grado más alto en 11 años, lo que indica que las empresas esperan que el crecimiento reciente se mantenga. 

A partir de ahí, la discordancia entre la realidad económica y las expectativas electorales son cada vez más patentes y de poco valen que los datos de producción de vehículos de 2014 muestren un aumento del 11,1% sobre el año anterior, o que la demanda en Iberia crezca un 10,8% frente a febrero de 2013, lo que supone un avance de doble dígito por primer mes desde la integración de la antigua compañía de bandera española en IAG.