Para meditación de los asesores políticos

En el mismo momento en que alguien logra el poder y la victoria, empieza su propia caída.

Pedro Sánchez y su exjefe de gabinete en la Moncloa, Iván Redondo, salen del Congreso de los Diputados después de perder la segunda votación de investidura. /EFE/Mariscal

Una de las constantes de la política es que los contrincantes políticos y una buena parte del público saborean la caída de los elegidos, de los que son los mejores. Hay una secreta inclinación humana a desear el infortunio a aquel que logra sus metas con su esfuerzo, inteligencia y habilidad.

La opinión pública española ha tratado la caída en desgracia de Iván Redondo, como si se tratara del bueno de Falstaff de William Shakespeare tras ver como su amigo Hal reniega y se olvida de él después de acceder al trono como Enrique V. Los análisis no se centran en los logros de Iván Redondo sino en sus errores que, sin duda, ha cometido.

Uno de los relatos más certeros para adentrarnos en la condición humana, dibujando por igual sus luces y sus sombras, es el texto de Kafka publicado bajo el título Para meditación de los jinetes. En él, Kafka nos propone que miremos al ganador no por sus victorias sino por cómo es visto por sus amigos, contrincante y público, pues desde estas miradas advertiremos el mal que todos desean al jinete ganador, convirtiéndole en perdedor incluso antes de alcanzar su objetivo.

El relato empieza así: “nada, si se piensa con detenimiento, puede inducirnos a querer ser los primeros en una carrera”; y prosigue más adelante: “la envidia del contrincante, de gente más astuta e influyente, nos aflige al atravesar las estrechas barreras hacia aquella planicie que pronto quedará vacía ante nosotros, si no es por la presencia de algunos jinetes aventajados que, diminutos en la distancia, cabalgan hacia la línea del horizonte”.

La visión mágica de Kafka es certera y advierte de un tipo de conducta donde incluso los amigos favorecidos por la caída abandonan a su valedor tras la derrota. La ingratitud suele ser el precio que debe pagar aquel que lo ha dado todo.

La política, como suele reflejarse en las obras literarias, está más interesada en la derrota del héroe que en sus victorias. Incluso muchos lectores que siguen las andanzas bélicas de Napoleón esperan con entusiasmo a leer los paisajes donde el emperador es derrotado en Waterloo. Lo que nos dice esta conducta tan extendida de desear la caída de los mejores es advertir que, en el mismo momento en que alguien logra el poder y la victoria, empieza su propia caída.