Presupuestos: todo por la supervivencia

La falta de mecanismos de rendición de cuentas para vigilar a un gobierno a que cumpla con las cuentas que ha pactado con sus socios incita a que los poderes ejecutivos prometan pero luego incumplan impunemente

No está muy desencaminada la comparación entre los presupuestos y una ola de gran altura con la cresta espumosa que te puede revolcar y mandar al abismo. En cambio, si consigues superarla, no importa cómo, a qué precio ni con qué indeseables compañías, dejas atrás el temporal para ingresar en las aguas de la placidez gubernamental.

Unas aguas que te permiten soltar buena parte de lastre incorporado durante las negociaciones, sin que por ello las variaciones en la estabilidad amenacen con zozobra. A presupuesto aprobado, incumplimiento asegurado. Por lo menos parcial y en muchos casos total.

En democracias con más tradición que la nuestra, existe el debate de liquidación de presupuestos, mediante el cual el gobierno debe rendir cuentas al parlamento y justificar las diferencias entre lo previsto y lo de veras ejecutado. De este modo, la amenaza del descrédito planea a lo largo del ejercicio y aconseja no desviar, cambiar partidas o incumplirlas sin causa razonable.

En España, la impunidad es total. Tanto el Gobierno central como los autonómicos se ahorran el ejercicio clave de explicar el gasto real y sus pormenores comparado con lo que se aprobó. La ausencia de tal debate de liquidación presupuestaria actúa como incentivo al incumplimiento, de manera que las cesiones y las concesiones pueden convertirse en papel mojado sin costes para quien incumple. Los gobiernos a mandar y sus socios de una votación a tragar todo el año.

Por eso, porque no hay que rendir cuentas ni siquiera ante quienes te apoyan, lo importante para los llamados a aprobar las cuentas es subir ahora el listón lo más alto posible. Como las rebajas están aseguradas, pues cuanto más se exija, más posibilidades de obtener al menos una parte de lo pactado.

Lo único que de veras desestabiliza es la ruptura de las coaliciones, algo que ni en Madrid ni en Cataluña se contempla, pero sí en cambio en Andalucía. A mayor comodidad de Pedro Sánchez, la sucesora de Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, opta por trasladar las tensiones a la medio desgarrada amalgama de siglas, franquicias y disparidades que conforman el universo de Podemos. Si su partido se distancia en Madrid de la lideresa, ahí están las periferias en las que fortalecerse. Y viceversa.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (d), observa al vicepresidente del Govern, Jordi Puigneró (i) en el Parlament. EFE

A falta de apoyos mucho menos alejados ideológicamente para aprobar sus presupuestos, Ada Colau ha conseguido el voto de lo que queda del efímero partido de Manuel Valls en claro y reiterado ejemplo de incoherencia.

Por su parte, el sainete catalán se complica día tras día. El socio preferido, la anticapitalista CUP, exige lo que le parece y encima, una vez Aragonès y Giró satisfacen sus demandas, se niegan una y otra vez a aprobar los presupuestos como si no tuvieran nada que ver con ellos. Quien con la CUP se acuesta abandonado se encuentra.

Puestos a buscar alternativas, la discrepancia entre JxCat y ERC es tan palmaria como reveladora de lo que pretende cada formación. Los de Puigdemont, no contentos con trasladar de antemano toda la responsabilidad a Aragonès, como si Giró no fuera de los suyos, ven con ojeriza las negociaciones entabladas con los Comuns.

No porque los Comuns sean más de izquierdas de la CUP. Tampoco porque los Comuns hayan dicho mil veces, aunque ahora no se acuerden, que jamás querrán saber nada con los post convergentes.

Nada de eso, Junts prefiere al PSOE. O la CUP o los socialistas. Los mismos socialistas a quienes responsabilizan de todos sus males. Si alguien no comprende el enfado de JxCat ante la abertura de Aragonès a Albiach deberá buscar la única y verdadera razón de una tan incomprensible preferencia en la determinación de Junts de desacreditar a ERC debilitando al máximo su ya difícil posición a la hora de arrancar algo más que promesas a Pedro Sánchez.

Si finalmente las cuentas de la Generalitat se aprobaran con el concurso de los socialistas, el PSOE se relamería en las mieles del nuevo cruzado mágico, inventado pero no patentado por Pujol en cuanto perdió la mayoría absoluta y quien gobernaba en Madrid necesitaba a CiU tanto como CiU apoyos gratuitos. Apoyo por apoyo, utilitarismo puro, principios por la borda, vindicaciones aparcadas.

Unos presupuestos para la seguir en el poder

Claro que de esta manera las consejerías de JxCat se verían tan afectadas en sus posibilidades de lucimiento, ya de por si escasas, como las de ERC, pero tal precio a pagar en merma de los servicios a la ciudadanía resulta más que asumible si de esta manera se echa por tierra la estrategia negociadora de los republicanos.

Por eso Aragonès, si como es de prever la CUP no se retracta, hará lo posible y lo imposible para ganarse el voto de los Comuns. No porque le resulte más fácil o coherente sino para no rebajar a su partido a la condición de servil lacayo del PSOE.

Aquí, acá o acullá, se trata de sobrevivir, y además en las mejores condiciones posibles, o sea las que permitan seguir en el poder el mayor tiempo posible.

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