Repsol: ¡Porque yo lo valgo!
Habían transcurrido escasos días desde que la CNMC sancionara con 20 millones de euros a Repsol y otras cuatro petroleas por pactar precios, cuando el mismo regulador de la competencia se soltaba el pelo e imponía una nueva multa de 8,7 millones de euros a la misma empresa por cometer una infracción «muy grave» consistente en el incumplimiento de una resolución dictada en 2009 por las entonces autoridades de Competencia.
La nueva sanción adoptada por el regulador viene a constatar que la compañía no eliminó, en determinadas estaciones de servicio de la red, una serie de prácticas comerciales que restringen la competencia, lo que provocaba una fijación indirecta de precios.
En resumen y en vulgar paladino, que «pasó» olímpicamente del expediente del entonces órgano de la Competencia (CNC).
Con independencia de que la suma de las dos sanciones impuestas a Repsol alcanza ya el 1,3% del beneficio neto por acción (BNA) estimado para 2015, algo especialmente tenido en cuenta por los analistas, existe un componente de carácter marcadamente ético que los analistas financieros desprecian e ignoran.
Pero debería tener una consideración social más acentuada en la medida en que la compañía presidida por Brufau juega un papel relevante en sectores deportivos de gran atracción para importantes segmentos de la juventud y para quienes el juego limpio debería ser santo y seña de toda actuación.
Por eso sorprende que la modélica empresa haya emprendido un proceso tan lesivo para su imagen. Ha decidido ignorar principios básicos para el mundo de la empresa con un papel a jugar en la sociedad actual como es el que conforma el achicharrado término de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o el código de buenas prácticas, máxime cuando la petrolera hace alarde en su web de que «los principios básicos de actuación deben constituir una guía obligada de conducta ética empresarial de las personas, incluidas en el ámbito de aplicación de la norma de ética y conducta».