¿Servirá el catalanismo?

La Cataluña del catalanismo transversal, sereno, juicioso y constructivo se terminó en cuanto el torpe de Mas llevó el de Pujol al soberanismo

Muchos son los que se preguntan -y nos preguntamos- si en la geografía física catalana hay espacio electoral suficiente como para promover una fuerza política nueva que sirva de recipiente donde depositar la papeleta electoral de aquellos postconvergentes decepcionados -y otros- con un independentismo alocado, supremacista, encubridor de negocios varios con capital público y encima antieuropeo, según lo dicho últimamente por Puigdemont. Y la respuesta es “sí”.

Incluso existen encuestas que cifran entre 250.000 y 300.000 los votos que podría recibir. Hay una, se me dice, que apunta al medio millón de electores. El optimismo, por favor, bien amarrado.

Lliures, sin haber pisado escenario electoral, se halla en una crisis profunda

Lo digo porque, aún aceptando la existencia de esa falla electoral no percibida todavía en las urnas, también se nos anunció hace tan solo mes y algo que el Pdecat iba a explosionar tras el veto del marqués de Waterloo a destacados diputados a Cortes que, una vez pasado el sueño de lo improbable que en imposible se convierte, apostaban por rehacer el mal camino andado y volver al posibilismo de la antigua CiU, responsabilidad política en Madrid incluida.

Pero esa vía de barco condenado a naufragar fue taponada diligentemente por Mas y por Trías, según mis noticias, prometiendo generosidad si la tripulación no se amotinaba. Así que, por ahora, a pesar de los resultados electorales obtenidos con ERC liderando el territorio, todos a callar.

Sin embargo, existen otros partidos políticos incipientes. Es el caso de Units per Avançar, recreación de Unió Democrática, que obtuvo albergue en el PSC en las municipales de Barcelona y en las autonómicas de 2017.

ERC+JxC y Cs+PP son extremos que se alimentan mutuamente por la dialéctica en torno al patriotismo de cada cual

En ese mismo supuesto se hallan Lliures, que, aún no habiendo pisado escenario electoral alguno, se halla en crisis profunda, y Convergents, que salió más quemado que un ascua de sardina de las últimas generales de España.

Y también existen asociaciones, plataformas y foros de pensamiento como Portes Obertes del Catalanismo, Federalistas d’Esquerra, Pròleg o Treva i Pau cuya apuesta común es pasar página lo más pronto posible.

Por encima o quizás por debajo, la Lliga Democràtica, surgida de las cenizas de un C’s liderado por Valls, en cuya cabeza puede caber toda Francia, seguro que sí, pero no esta Catalunya poseída por el diablo. Y un servidor lo entiende.

¿En qué se está ahora? Parece ser que en hallar la argamasa que pueda unir tan variado muestrario. Se parte de una percepción – la pregonada unidad del independentismo en una fake news que estallará más pronto que tarde -, de una convicción –ERC+JxC y Cs+PP son extremos que se alimentan mutuamente por la dialéctica en torno al patriotismo de cada cual- y de una sustantividad – el único partido nacido en Catalunya que se mueve en la centralidad es el PSC-.

Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, en el Parlament de Cataluña, en una imagen de archivo. EFE

una religión dualista

El independentismo no es catalanismo, sino una religión y encima dualista, porque dos son sus dioses, uno en Waterloo y otro en la cárcel

Si el independentismo no es catalanismo, sino una religión y encima dualista, porque dos son sus dioses, uno en Waterloo y otro en la cárcel, y numerosas sus peregrinaciones, quizás lo único que puede unir a tan endiablado puzzle de aspirantes sea la histórica transversalidad del catalanismo. Podría ser, pero también podría no serlo. Me explico.

En primer lugar, todas las palabras acabadas con el sufismo -ismo indican doctrina, sistema, pensamiento, modo y hasta partido… político.

La Cataluña del catalanismo transversal, sereno, juicioso y constructivo se terminó en cuanto el torpe de Mas llevó el de Pujol al soberanismo – otro -ismo – y de aquí al derecho a decidir sobre si Cataluña, como sujeto político, debe seguir en España o tomar las de Villadiego zarpando hacia Ítaca.

Es decir, el catalanismo no tiene inequívoco contenido y, en principio, puede dar cabida al famoso derecho de autodeterminación. Para llegar a este punto, no es necesario disponer de burro con alforjas, pues otros dos marean la perdiz que nunca cazarán, y encima disponen de envidiable ventaja electoral.

Si se acota el recorrido del catalanismo, estando las cosas como están de enfermizas, se les hace un regalo de bodas a JxC y a ERC que ni en sueños pensaron. La tarjeta de agradecimiento tan sólo pondrá botiflers. Y se terminó. 

En segundo y último lugar, las ideologías políticas tradicionales pueden estar cuestionadas, pero no muertas.

¿Catalanismo como solución?

Es más, creo que van a emerger con fuerza en cuanto lo global sea la unidad de medición, porque la denominada ultraderecha no es otra cosa –a mi juicio- que una gran y sonora protesta ciudadana ante un neoliberalismo de signo conservador que tumba a todo Estado con tan sólo un soplo.

Anda suelto y nadie le pone el lazo. Sólo falta ver y observar: Los bancos pueden ser sustituidos casi de inmediato por las grandes plataformas digitales y la moneda ser lo más parecido a un holograma de nadie.

¿El catalanismo que hemos conocido puede ser el hormigón que catalice tan dispar ideología de esos grupos -socialcristianos, socialdemócratas, socialliberales, liberales, neoliberales, izquierdistas varios, etc.-? Lo dudo, pero me gustaría.   

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