Unos pactos escritos de antemano

España, con perdón, es un telemuñeco por no haber hecho los deberes en tiempos de bonanza. Por no haber ahorrado y seguir siendo un país manirroto

Puede parecer cursi, sí, pero debemos acudir a Julio Iglesias para proveer de contenido el acuerdo sin acuerdo de fondo del funambulista Pedro Sánchez con casi todos los grupos políticos representados en el Congreso de los Diputados.

La alianza aún tiene el contrato por hacer y la discrepancia acecha a cada letra del pacto. Aún así, que no es poco, constantemente tendremos en mente al cantante más universal que España ha dado en más de medio siglo. Ni que sea porque nos quede el consuelo de su célebre “siempre hay por qué vivir, por qué luchar”, aunque hoy, con la que llueve, se halle desfasado el título de la canción –La vida sigue igual– que le daba cobijo. Nada sigue ni seguirá igual. Sobre esto, Economía Digital ha proporcionado suficiente luz como para verlo y saberlo.

Quizás por el temor reverencial hacia lo desconocido, los partidos españoles han dado su beneplácito a crear una comisión parlamentaria que trate sobre el día después. La reedición de los útiles Pactos de la Moncloa no servía a la indigencia política existente. Le van a llamar Mesa para la Reconstrucción, o algo así. Por no tener pactado ni tan siquiera su índice inicial, tampoco le han puesto nombre a la cosa. El veremos, veremos…se ha impuesto. Es el Despacito de Luis Fonsi, pero en prosa.

Casado, harto de tanta vanidad mostrada por el inquilino de La Moncloa, ha despejado la inquina de la “mutualización” –vaya palabreja– de los costes políticos derivados de la zigzagueante gestión pública de la Covid-19.

Y Ciudadanos, con el dorso roto, ha puesto condiciones que en ningún caso pueden aceptar JxCat, ERC y Bildu. Éstos quieren aprovechar la ocasión para meter la autodeterminación ab initio, y la gigante de Laura Borrás, el indulto constitucionalmente imposible para los sentenciados por sedición, malversación y desobediencia in fine. Y qué decir de Vox. Con estos mimbres no se puede construir gran cosa, la verdad.  

Sin embargo, Václav Havel tiene escrito que “la esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”.  A este pensador y gobernante ilustre debió acogerse el pedante de Pablo Iglesias para no petardear el intento a fin de complacer de nuevo su infinito ego.

Pero no nos engañemos: el resultado está escrito de antemano y no va a depender de más o menos apoyos. Quitémosle emoción. El temario está escrito por la UE, el BCE, la OCDE y hasta el FMI e impreso el examen final. España, con perdón, es un telemuñeco por no haber hecho los deberes en tiempos de bonanza económica. Por no haber ahorrado y haber continuado siendo un manirroto.

Lo del acuerdo del Eurogrupo del otro día, la lucha por la supresión de una palabra y la sustitución de otras dos por sinónimos, que esto fue y no otra cosa la reunión mantenida, abre la puerta a que todos esos organismos, especialmente el BCE, nos tengan cogidos por el pescuezo.

Podrá no gustar, pero no hay más. Y suerte tenemos de que el calvinismo economicista se va a imponer. Eso sí: van a dejarnos dinero que no regalárnoslo. Ya lo advertí en anterior artículo y tan desagradable profecía va cumpliéndose. 

De entrada, el FMI nos condena a pagar 10.000 millones más por la deuda contraída con esta institución y, de salida, no parece que la UE vaya a endeudarse en su conjunto con emisión de eurobonos, sino todo lo contrario, que cada país se endeude hasta donde pueda. Regresan los “hombres de negro” de tiempos de Montoro. Alegrémonos.   

Mientras esto ocurre, el insignificante de Torra, vicario general en Cataluña del prófugo Puigdemont, propone clasificar a los catalanes con un código rojo, amarillo o verde según su «infectividad» y emitir pasaportes. Sólo nos faltaba este loco. Hay que tener la fe de san Pablo para cantar a la esperanza.