Fake news y dataísmo

El incremento de noticias falsas en la red centra el debate periodístico, pero también debe discutirse desde la filosofía del big data

Dicen los expertos que dentro de 15 años el 50% de las noticias que circularán por la red serán falsas. Es un dato; exactamente igual que sabemos que una noticia falsa tiende a interesar más a la gente que otra verdadera. De ello se alimenta la red que, de manera general, ha construido un modelo económico basado en el tráfico de bajadas.

Si de lo que se trata es de generar interés y curiosidad y promover la circulación por Internet todo hace pensar que las fake news, tienen un futuro esplendoroso.

Detrás de una noticia falsa puede haber diversos intereses. Desde los puramente económicos hasta los políticos. Lo vemos en informaciones que se asemejan sospechosamente al timo y lo hemos oído en referencia a las últimas elecciones americanas o en el referéndum del brexit, y probablemente también estén detrás de otros asuntos internacionales o locales sobre los que no sospechamos injerencias ajenas.

Pero al margen de las estrategias de manipulación social que se repiten diariamente, lo que debería centrar nuestras reflexiones son las razones por las cuales algo tan sabido se convierte en inevitable.

Internet ha permitido un crecimiento exponencial de los datos acumulados sobre centenares de millones de personas, lo que convenientemente tratado con sofisticados algoritmos permite predecir todo tipo de situaciones.

Lo llamamos gestión del big data y podríamos considerarlo únicamente como una estrategia 5.0 del marketing a no ser que lo transformemos en una nueva teoría, casi religiosa, de la colectividad. Eso es lo que explica Steve Lohr, jefe de la redacción de tecnológica del The New York Times cuando bautizó a esta corriente de pensamiento con el nombre de dataísmo.

Si existe un Dios en la religión dataísta, sería una inmensa CPU en proceso constante de crecimiento

De manera básica, el dataísmo considera que el universo consiste en un permanente flujo de datos que valen lo que contribuyen a su procesamiento. Se trata pues de una teoría determinista, pero radicalmente apartada de la ontología clásica en la medida que cada suceso futuro es la consecuencia de la información suministrada por sucesos anteriores.

Si existe un Dios en la religión dataísta, sería una inmensa CPU en proceso constante de crecimiento, tal como explica Yuval Noah Harari en Homo Deus. Es también una idea colectivista que propone limitar el concepto del yo para integrarlo en lo colectivo que es, en última instancia, la adición de todas las individualidades.

El dataísmo nos diría que cualquier decisión personal, desde la compra de unos determinados pantalones hasta la elección de la pareja está predeterminada por una combinación de datos de la que no podemos huir.

Que eso sea una prueba evidente de la capacidad tecnológica que genera la informática para manipular nuestras vidas o la explicación última de nuestra realidad humana está por ver, pero todo parece indicar que esta pregunta va a centrar la investigación científica y el debate filosófico en los próximos decenios.

La torre contra la mentira

Viene a cuento todo ello para hablar de nuevo sobre las fake news. Facebook instalará en Barcelona su centro internacional de análisis y lucha contra las mentiras informáticas.

Se trata de una empresa bajo sospecha, cuya base de datos, casual o intencionadamente, fue utilizada por Cambridge Analytica para alterar los resultados electorales norteamericanos y que pierde clientela diariamente, justamente, porque su credibilidad está bajo mínimos.

Facebook, es además una empresa cuyos beneficios dependen en buena parte del tránsito en la red lo que le obliga a una gestión cuidada de la imagen y a un alto control de los datos que almacena. 

La gestión ética de las fake news, en el contexto del pensamiento dataísta, deja de ser relevante en la medida que la verdad o la mentira se convierten únicamente en un dato.

Que no me interese una determinada marca de pantalones es irrelevante si acabo comprándolos, exactamente igual que votar a Donald Trump. Ese es el debate que aterroriza: ¿hasta que punto la gestión del big data es un proceso de manipulación o únicamente el empujón necesario que nos hace falta para tomar decisiones que estaban predibujadas?

Que Facebook se instale en Barcelona está bien, porqué da salida a un local envenenado y generará algo de empleo, pero que logre darle la vuelta a las fake news está por ver. Como ante toda religión se puede ser agnóstico, pero parece evidente que en el futuro inmediato el peso de los algoritmos nos va a condicionar algo más que los programas básicos de Microsoft.