Y llegó el feminismo caníbal

En este loco viaje simultáneo de Pedro Sánchez al centro y a la socialdemocracia, a la unidad interna y al aquí mando yo, al feminismo caníbal y al feminismo Frankenstein, va a hacer falta un magno esfuerzo para mantener muchas libertades en su sitio

No hagan caso a los que les digan que cualquier tiempo pasado fue siempre mejor. O que hubo algún momento en que ser feminista fue fácil en España. Los que eran y son muy de derechas, porque eran y son muy de derechas; los que eran y son muy de izquierdas, porque ni queriendo consiguen dejar de ser dogmáticos. Y paternalistas.

Te podías emocionar viendo a Felipe González en el 40 congreso del PSOE, el del retorno de las mayorías a la búlgara y los informes de gestión aprobados por aclamación (!), pues eso, ver a ese pedazo de Felipe recordando y elogiando el feminismo “firme y alegre” de la difunta Carmen Alborch.

Pero si Carmen Alborch viviera, probablemente estaría igual que Carmen Calvo, exvicepresidenta y extodo, arrollada por esa máquina de picar carne que es Irene Montero al frente de su orwelliano “ministerio de Igualdad”.

Yo nunca me canso en estos trances de recomendar la lectura y relectura compulsiva de “Fuimos nosotras. Las primeras parlamentarias de la democracia” (Debate), obra de la periodista Magis Iglesias, expresidenta de la FAPE, primera mujer en liderar la federación de asociaciones de prensa de España.

Aquí absolutamente todo, desde el sufragio femenino hasta el derecho al aborto, ha habido que pelearlo con uñas y dientes

A lo largo de este libro asistimos a un interesantísimo quién te ha visto y quién te ve de la historia reciente del progresismo de nuestro país. Y es que algunos/algunas/algunes que ahora pretenden haber inventado la quinta rueda del feminismo, durante muchos, muchos años, marcharon a pedales. Obligando una y otra vez a las “históricas” -incluida Carmen Alborch, sí, don Felipe…- a armarse de paciencia ante los desplantes de los “chicos” que siempre tenían algo mejor y más urgente que hacer que tomarse en serio la agenda feminista.

Admitámoslo: aquí absolutamente todo, desde el sufragio femenino hasta el derecho al aborto, pasando por el derecho al trabajo, ha habido que pelearlo con uñas y dientes, con una férrea resistencia inefable que, justo cuando parecía que empezaba a dar sus frutos, que ciertas cosas ya se podían dar por establecidas y por conquistadas, bueno, pues de repente vuelta a empezar y a pelearse con todo el mundo. Bienvenidos al feminismo caníbal.

El feminismo envuelto en la bandera del activismo trans

A lo que de verdad hemos asistido en el 40 congreso del PSOE es al choque de los dos grandes feminismos dogmáticos de la autoproclamada izquierda, la misma que en los años 30 no quería dejar votar a las mujeres por miedo de que votaran “lo que les dijera el cura”, y que ahora ha decidido envolverse -sólo de cara a la galería…- en la bandera del activismo trans mientras aleja la verdadera defensa de los derechos y libertades de las personas trans de sus prioridades políticas, reducidas a consignas.

Porque asistimos a una cierta banalización, por no decir caricaturización, de toda la afirmación del propio género, un asunto bastante más complejo y delicado de lo que pretenden Irene Montero y su pandilla.

Que se lo pregunten a los padres de incontables adolescentes que, como describe la autora americana Abigal Shrier en su estremecedor estudio “Un daño irreversible”, recién publicado en nuestro país por Deusto, se han visto sin herramientas legales ni ayuda suficiente para hacer frente a la suerte de epidemia de disforia de genero que atraviesa su país.

Varios miles de personas recorren el centro de Vigo en una manifestación convocada por Asemblea Galegas 8M. Foto: EFE / Salvador Sas

Por lo demás, yo no creo que la mayoría de las personas transgénero se identifiquen con la ventolera de avasalladora frivolidad que recorre ahora mismo muchas redes sociales y no pocos discursos políticos, y que es fuente de enorme angustia para muchas familias. Yo no creo que la lucha por los derechos LGTBI se defienda mejor reduciéndolos al absurdo y a un choque de trenes: a ver quién tiene la cabeza más dura y el dogma más grande.

En Ciudadanos hace tiempo que aguantamos carros y carretas en defensa de un feminismo liberal, serio, verdaderamente inclusivo. Ni rancio ni sectario. Ni casposo ni cutre.

Hace falta un corazón muy libre para anteponer por principio la calidad de vida de las personas pertenecientes a minorías sexuales o de género, para defenderlas porque sí, porque se lo merecen. Sin preguntar a quién votan, sin pedir nada a cambio. Mientras a derecha e izquierda ves ministerios enteros, partidos enteros, lanzados a estabular políticamente a estos colectivos. A reducirlos a rebaño electoral y social donde quien se mueve, así sea un poquito, no sale en la foto, ni en el gobierno…ni desde luego en la subvención.

Se trataba de ayudar a la gente, no de hacerla pasar por el tubo. Mal vamos si algo tan íntimo como ser gay, lesbiana, no binario o incluso madre heterosexual de familia numerosa (¡que de todo hay!) tenga que ir asociado a una ineluctable etiqueta política. ¿De verdad a estas alturas las libertades más básicas van a ser moneda de cambio?

Igual que a Pedro Sánchez parece importarle un bledo el daño que el procés haga a Cataluña, mientras a él le ayude a andar caliente, a reírse de la gente y a seguir en la Moncloa, bueno, pues se diría que otro bledo le importa la lucha de las feministas “históricas” del PSOE, mientras le interese tener la fiesta en paz con Podemos.

Si para eso hay que sacarse de la manga un feminismo Frankenstein, pues se lo saca: así hemos visto de una sola tacada, en un solo congreso, tragarse sin pestañear toda la doctrina trans de morada brocha gorda, y a la vez anunciar pomposamente que van a “abolir” la prostitución.

Como si por ley se pudiese abolir lo que no es legal en primer lugar. No lo consiguió ni Frederica Montseny cuando en plena guerra civil mandaba a los proxenetas al frente. ¿Y saben por qué ni así lo logró? Porque para rescatar de verdad a la legión de víctimas de la esclavitud sexual haría falta movilizar de manera sostenida una ingente cantidad de recursos que, a la hora de la verdad, se van a regatear y escamotear. Como se regatean y escamotean muchas otras cosas.

Los derechos reproductivos de las personas trans

Otras perlas del congreso socialista: garantizar los derechos reproductivos de las personas trans. ¡En buena hora! Pero, ¿por qué, entonces, a la vez se insiste en ponerle la proa a la gestación subrogada, lo que ellos llaman despectivamente “vientres de alquiler”, y que con la regulación debida podría dar pie a uno de los mayores actos de altruismo que una persona puede hacer por otra? Y aunque así no fuese: ¿en serio se proponen derogar la instrucción del año 2010 que preveía que las familias españolas pudieran filiar en nuestro país a los hijos nacidos por gestación subrogada en otro?

Que conste que aquella instrucción no fue nunca un coladero, para nada, estaba erizada de obstáculos y de requisitos, de hecho muchas familias se sintieron dejadas de la mano de Dios y a la intemperie.

Malo es que los políticos no sepan lo que quieren. Peor es que encima jueguen con nuestros derechos más íntimos

Pero a aquellos que iniciaron un proceso contando con que era legal y podía aspirar a tener un final feliz en España, no se les puede decir ahora que se olviden de esos hijos que creían tener. ¿O vamos a ponernos a estas alturas a imitar a Franco cuando declaró nulos todos los divorcios registrados durante la Segunda República, declaró adúlteras a todas las mujeres divorciadas bajo la República y bajo la República vueltas a casar, y a todo ello añadió, atención, el exquisito detalle de que el adulterio femenino (y sólo el femenino) se castigaba de repente con cárcel?

Malo es que los políticos no sepan lo que quieren. Peor es que encima jueguen con nuestros derechos más íntimos como quien juega a los bolos.

En resumen: apriétense los machos y sobre todo las hembras, porque en este loco viaje simultáneo de Pedro Sánchez al centro y a la socialdemocracia, a la unidad interna y al aquí mando yo, al feminismo caníbal y al feminismo Frankenstein, va a hacer falta un magno esfuerzo, un descomunal sacrificio, para mantener muchas libertades en su sitio.

Ser liberal va a dejar de ser una opción política para ser un deber moral. Un imperativo de conciencia frente a la frívola tormenta totalitaria que se nos echa encima.