El máster de Cristina Cifuentes, laboratorio para la batalla de Madrid

El escándalo del 'caso Cifuentes' ha desatado una serie de movimientos tanto en el Partido Popular como en la oposición que hay que analizar detenidamente

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Cristina Cifuentes fue convincente, al menos, en una cosa: confirmó implícitamente que recibió un trato de favor, como si fuera un traje a medida, en los estudios para conseguir el polémico máster en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).

¿Mereció la pena obtener un máster de esta manera? La pregunta clave que habría que hacerse ahora es sencilla, pero de difícil respuesta. ¿Hay carga suficiente para exigir legítimamente la dimisión de la presidenta? No existe una respuesta fácil.

En primer lugar, no hay constancia de si obtuvo el máster cometiendo alguna ilegalidad. Contestar a esta pregunta es capital para tener toda la autoridad moral para exigir su dimisión o provocar su cese.

Corresponde a la fiscalía y a los tribunales calificar desde el punto de vista jurídico su comportamiento. Si hubo procedimientos ilegales, no puede seguir siendo presidenta de la Comunidad de Madrid.

No hay constancia de si obtuvo el máster cometiendo alguna ilegalidad

Segundo: Debiera haber un consenso sobre la escala de valores exigibles para un político en la España actual. Un servidor público debiera ser esclavo de la ejemplaridad. Estar dispuesto a someterse a la prueba del algodón al estilo que impera en algunos países donde la mentira o la trampa no se perdona jamás.

La situación creada alrededor de Cristina Cifuentes ha establecido un cedazo muy fino para separar la paja del grano que pondrá a buen seguro en aprietos a una parte importante de nuestra clase política.

No es corrupción 

No estamos ante un caso de corrupción económica a lo que parece. Se trata de saber si es un comportamiento tramposo, típico de la picaresca española o además ilegal. Matiz importante.

Este es un país en el que la picaresca tiene carta de naturaleza en una manifestación excesivamente laxa del cumplimiento de las normas.

Lo que está claro es que no se pueden considerar los comportamientos de Cifuentes, en el caso de una trampa no ilegal, de la misma manera que si los hubiera cometido un estudiante anónimo.

Las contradicciones en las versiones que ha ido dando Cifuentes son notables

Acudir a «lo habitual» de algunos procedimientos más allá de la literalidad de las condiciones exigidas formalmente en el curso, deja abierta una interrogante sobre la seriedad de la universidad y reconoce una conducta impropia de una personalidad pública que en el mejor de los casos demuestra que chalaneó con los métodos exigibles para obtener un título oficial.

Y lo más importante, determina que Cifuentes trampeó probablemente todo lo que pudo para conseguir un título académico con el menor esfuerzo posible. No es un tema menor. Acrecienta la sospecha que no haya sido capaz de suministrar una copia del trabajo final de máster que afirma que realizó.

Hay que saber si Cifuentes mintió en sede parlamentaria

En tercer lugar, hay que persistir en la investigación para determinar si en alguna de sus manifestaciones en sede parlamentaria mintió expresamente en alguna de sus manifestaciones. Y para determinar este extremo no queda más remedio que realizar una investigación al margen de la intervención de los tribunales.

¿Fuego amigo?

El Partido Popular ha iniciado la senda que llevó la UCD a la debacle y a la irrelevancia. Eran los tiempos en los que Paco Fernández Ordoñez salía del consejo de ministros para facilitar su versión a los periodistas amigos.

«Fuego amigo» es la expresión que se ha acreditado para referirse a la guerra interna abierta en el Partido Popular de cara a la sucesión de Mariano Rajoy. Sálvese quien pueda, con la vieja metodología de poner la zancadilla entre sí a los que aspiran a colocarse para defenderse mejor en la crisis fin de ciclo que disfruta el Partido Popular.

Quien haya buscado desde dentro del Partido Popular o del Gobierno ha hurgado a fondo. A falta de algún episodio de corrupción económica para lucro personal o para financiar al partido, ha terminado por encontrarse un déficit de pulcritud en los galones de su currículum personal.

La oposición mueve ficha

Debiéramos analizar también la forma en la que la oposición ha jugado esta baza para desestabilizar al Partido Popular en Madrid.

En primer lugar, sus señorías no se esfuerzan en hacer sus deberes. Ni un solo dato añadido se esgrimió en la sesión del parlamento sobre el relato de la prensa. Quizá solo se pueda salvar la intervención de Ángel Gabilondo. Reiteración de argumentos y datos ya expuestos en los medios de comunicación. Desde luego, lo ocurrido encaja perfectamente en la batalla abierta en todos los partidos de cara a las próximas elecciones.  

Ciudadanos ha encontrado una posición relativamente cómoda 

El PSOE ha encontrado un filón en su hierática trayectoria al anunciar una moción de censura que, probablemente, será solamente testimonial. No parece que pueda armar una operación con apoyo suficiente para que salga adelante la moción de censura y la sustitución en la presidencia de la comunidad

Maniobras orquestales para ocupar un sitio en la agenda política que no tenía. Lanzamiento del liderazgo de Ángel Gabilondo de cara a las próximas elecciones municipales o autonómicas. Nada que perder y bastante que ganar. Legítimo, sin duda.

Podemos se apuntará a este bombardeo porque va en la línea de su defensa de la moción de censura como arma de desgaste del PP donde encuentre una posibilidad.

Ciudadanos ha encontrado una posición relativamente cómoda para acondicionar la crisis de Madrid a la hoja de ruta del asalto electoral. Evitar a toda costa una foto con Podemos en el mismo barco.

¿Y ahora?

Ante la imposibilidad por plazos de unas elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid, su mejor opción es aplazar cualquier compromiso mediante la exigencia de una comisión de investigación que emita un dictamen ético sobre el comportamiento de Cristina Cifuentes. Y como línea de retirada, la exigencia al PP de que presente un nuevo candidato para que ejerza el gobierno de Madrid hasta las próximas elecciones.

Cristina Cifuentes consiguió salir viva de la sesión que pretendía liquidarla. Quizá ha consagrado sus habilidades para «hacerse la rubia», expresión que esgrimida por cualquier otro sería calificada de machista. Pero su carrera política está lastrada. Probablemente para siempre. Este país es especialista en usar, con razón o sin ella, la trituradora de carne que en esta ocasión ya ha establecido que la ciudadana Cifuentes no es de fiar. No es una conquista menor.

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