La guerra civil en la ANC lleva al soberanismo al borde del pánico

A las pugnas internas en la entidad se une la bronca entre Junts pel Sí y la CUP, lo que deja en el aire la continuidad del Govern de Puigdemont y la propia legislatura que iba a conducir a la independencia

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Un prohombre del soberanismo admite que en el movimiento soberanista ha ocurrido una cosa en los últimos meses: «muchas personas han alcanzado cargos y responsabilidades, pero la base, la que ha trabajado durante todos estos años, no ve avances de ningún tipo, y ahora muestra su enojo». Eso explica las divisiones internas en la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una entidad que ha sido capaz de organizar auténticos tsunamis soberanistas en los últimos cuatro años, coincidiendo con las Diades de Cataluña que se celebran cada 11 de septiembre.

Ante el congreso que celebrará el 17 de abril, la ANC llega dividida, y expresa la propia batalla que se libra en el seno de Junts pel Sí, y entre Junts pel Sí y la CUP. Y es que el soberanismo teme un desmoronamiento acelerado.

La cima de Sànchez

La ANC tiene el reto de reelegir a Jordi Sànchez como presidente. Sànchez ha estado ligado, históricamente, a ICV, y al progresismo de izquierda. Pero también está conectado con figuras destacadas de Convergència, y con un tótem, todavía, del soberanismo, que es David Madí, hoy en el sector privado, en Endesa, pero siempre vinculado a supuestas operaciones para que el independentismo se haga mayor.

Sànchez logró una cima, al avalar, a través de la ANC, una candidatura única entre Convergència y Esquerra, bajo el nombre de Junts pel Sí, para las elecciones del 27 de septiembre. Los republicanos no querían, pero tampoco se podían oponer, si la gran entidad soberanista lo bendecía. Y eso fue un gran trabajo en favor de Artur Mas, y para Convergència, que iba por detrás en las encuestas, aunque el ex president no pudiera, después, continuar por el veto de la CUP. Cosas de los resultados de las elecciones.

¿Nueva candidatura única?, no gracias

Ahora, Convergència y Esquerra, que, aparentemente disfrutan de un matrimonio tranquilo, pugnan por el futuro inmediato. La legislatura está en juego. El president Carles Puigdemont negocia con la CUP los presupuestos de este año, aunque, quien de verdad protagoniza las conversaciones es Oriol Junqueras y su equipo en el departamento de Economía. Eso crea fricciones, porque Junqueras quiere ser el interlocutor económico del Govern, no sólo con la CUP, sino con el Gobierno central. Prueba de ello han sido las conversaciones y entrevistas con los ministros Luis de Guindos y Cristóbal Montoro.

Que ese matrimonio podría tener un tiempo tasado lo explicita también la negativa de los republicanos a elaborar una candidatura única, con Convergència, como le ha ofrecido Francesc Homs o Esquerra, en el caso de que se repitieran las elecciones generales en el mes de junio. Junqueras repite a sus interlocutores que «la experiencia de la candidatura conjunta no fue buena», en referencia a esos escasos 62 diputados en las elecciones del 27 de septiembre, que, aunque significó una victoria amplia, no garantizó la presidencia a Artur Mas.

Las manipulaciones mutuas

La ANC se queja de los partidos independentistas, de la manipulación de la entidad. Pero, como admiten fuentes internas, «también los partidos soberanistas lograron la potencia de la ANC». Hubo sociedad civil, sí, pero principalmente hubo el apoyo de Convergència y de Esquerra en todo el territorio catalán para conseguir la potencia de la ANC, capaz de llenar cada año todos los espacios públicos que se propuso con estelades (las banderas independentistas).

Eso se explica por una razón. «Había sociedad civil, pero en realidad eran antiguos militantes y cuadros convergentes, en mayor número que de Esquerra, irritados con la situación de los últimos años, frustrados por sus etapas moderadas, en las que no consiguieron nada», asegura un viejo convergente. Es decir, fue la vitalidad de políticos, de ex políticos, de miembros de partido, los que movieron cielo y tierra por la causa independentista, haciéndose pasar por ciudadanos de a pie comprometidos con el soberanismo.

Baños, el hombre en la recámara

Ahora las acusaciones llegan desde dentro. El ex vicepresidente de la ANC, Jaume Marfany, lamenta que se quiera controlar políticamente la entidad, desde fuera, con una referencia velada a la posible candidatura de Antonio Baños. El señalado lo rechaza. Baños afirma que nadie ha contactado con él. Pero los sectores más radicaldes de Convergència, y los más moderados de la CUP, y algunos de Esquerra, piensan en Baños como un hombre de confianza para seguir adelante sin romper nada. Él quería votar a favor de Mas para que continuara como president, pero se impusieron los duros en la CUP.

Frente a Marfany figura la responsable del área internacional de la entidad, Liz Castro, que no puede entender sus críticas. No es que ahora la ANC esté manipulada, es que siempre lo ha estado, viene a decir Castro, que mantiene su malestar porque fue ella la más votada por los socios de la entidad. Pero había un plan por parte de Convergència, y del entorno de Artur Mas: que el presidente fuera Jordi Sànchez, gracias al complicado sistema de elección. Y lo fue. Todo estaba calculado.

Sànchez se muestra irritado. Asegura que las disputas entre los partidos no pueden afectar a la ANC. Pero no puede rechazar que los miembros de la dirección simpatizan con determinadas fuerzas políticas. «Se trata de un ruido que no aporta nada», insiste.

Sin presupuestos

Sin embargo, lo que ocurre en la ANC es también el reflejo de la bronca en Junts pel Sí, entre Convergència, muy preocupada por su proceso de refundación, y Esquerra Republicana, que desea reforzar su propio espacio político. Junts pel Sí, además, se enfrenta a la dura negociación diaria con la CUP. Lo más importante ahora para el President Carles Puigdemont, es aprobar unos nuevos presupuestos, que no cuentan con el apoyo de la formación anticapitalista.

Este miércoles se comprobará otra contradicción. El Parlament deberá votar una moción, instada por la CUP, para desobeceder al Tribunal Constitucional. El texto de la CUP insta al Govern a desarrollar la declaración soberanista del 9 de noviembre, recurrida por el Constitucional. Junts pel Sí espera que la CUP modifique el texto. En caso contrario, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ex presidenta de la ANC, precisamente, podría suspender la votación, algo inaudito después de que la junta de portavoces de la Mesa de la cámara parlamentaria le diera luz verde.

La ruptura queda lejos

La dirección de Convergència lleva días reprochando la actitud de la CUP, es una suerte de marcha atrás que muestra la voluntad de esperar a ver qué pasa en la política española para poder salir del callejón sin salida de la política catalana.

Todos esos forcejeos y diferencias en el propio campo soberanista dejan por los suelos la hoja de ruta del soberanismo. Los 18 meses previstos, para elaborar una constitución catalana, aparecen ahora como de ciencia ficción. El soberanismo ha caido en el pánico. La realidad se impone poco a poco, pese a los cientos de miles de ciudadanos que se manifestaron en las calles, conducidos por la ANC. «No habrá ninguna ruptura», sentencia un conseller del Govern.

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