Las joyerías de la gente bien de Barcelona

Puig Doria y Bagués Masriera, dos nombres ligados a la alta burguesía

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«Voldria que ens ensenyés una joia, allò que se’n diu una joia» (Querría que nos enseñara una joya, pero una joya de verdad). El señor Rovira, enamorado de Teresa, quiere regalarle la mejor joya que uno pueda imaginar. Y para ello, acude a la casa Begú, una de las mejores joyerías de Barcelona, donde les atiende el señor Begú en persona en el elegante local del Paseo de Gràcia. Con esa joya, «un ramo de flores de brillantes grande como la palma de una mano», Teresa, una mujer de clase baja casada con un anciano adinerado, supo que había encontrado su camino. «Esa joya sería su salvación».

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 Si quieren conocer la historia de primera mano y saber cómo sigue su final, no esperen a leerlo en este artículo. Lo que acabamos de contar no sucedió ayer. Ni siquiera es verdad. Es un pequeño resumen del principio de Mirall trencat, una maravillosa novela de Mercè Rodoreda en la que retrata el auge y caída de una gran familia burguesa catalana durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Y en esa vida, las joyas tienen un papel fundamental. Lo sabe muy bien Joan Oliveras Bagués, de la joyería Bagués Masriera, una de las más arraigadas a la tradición cultural barcelonesa.

La ninfa, un diseño de esta casa nacida en 1839, es uno de los símbolos de esta joyería y también de la Barcelona modernista. Porque además de su diseño cuenta con la técnica del esmalte, algo que idearon los Bagués Masriera. Oliveras Bagués es consciente del valor de su familia en la historia barcelonesa, y participa activamente en el entramado social de la cuidad.

Ha sido presidente de la Associacio d’Amics de la Rambla, y trabaja cada día frente al público para que la familia siga siendo un puntal en el negocio. Admite, no obstante, que buscan «lo mejor, aunque no sea de la familia, porque es así como funciona bien un negocio».

Burgués y viajado, Oliveras Bagués cuenta que al estar precisamente tan ligada a la ciudad su marca ha terminado siendo una cuestión internacional. Por ese mismo motivo, el 60% de su público («incluso más», matiza) es extranjero. Todos quieren llevar un pedazo de historia, y ellos son quienes mejor la representan. Con todo, la burguesía catalana sigue teniendo a Bagués como un referente, al igual sucede con Puig Doria.

Si en Madrid, la gente bien de todo la vida compra los anillos de compromiso en Aguayo, una pequeña joyería de la calle Serrano; y en Barcelona, la casa es Puig Doria

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Hace una semana, las hijas del patriarca, tercera generación al frente del negocio, inauguraron la recién reformada tienda de la Avenida Diagonal con una fiesta en la que no faltó nadie. El ex alcalde Xavier Trias llegó acompañado de Puri Arraut, su mujer, imprescindible en estos saraos y amiga de la casa. Como la interiorista Isabel Farré, Poppy Grijalbo, Víctor Segura, Chatilla Vilaplana, Eva Vilallonga, Rafa Soldevila, Javier Suqué y José Ribas.

Todos apoyaron a las hermanas Puig Doria en su nueva andadura, en la que la casa vuelve a estar totalmente dedicada a los diseños propios y se olvida de las marcas externas. Por algo son una de las pocas joyerías con taller propio en toda España. Siguen así la idea del fundador, su abuelo, quien en 1948 abrió un primer taller de joyería en la calle Provenza. Y siguiendo la estela innovadora de José María, su abuelo, Beth y Puchi (apodo de Cristina), son emprendedoras, y además de la joyería tienen una colección de bolsos titulada Boria & Coria, que lucen muchas descendientes de la zona alta. 

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