La nueva estrella del PP eclipsa a Aznar en su retorno a Barcelona

Aznar tacha a Sánchez de "candidato secesionista" en su vuelta a Cataluña 16 años después y Álvarez de Toledo se erige en la nueva estrella del PP

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José María Aznar reapareció en enero como un huracán en la Convención Nacional del PP para dar su bendición a Pablo Casado y a su apuesta por endurecer el discurso y afilar el colmillo.

Tres meses después, y con los populares cargando sin complejos a la derecha para tapar la vía de agua que les ha abierto Vox, Aznar irrumpió este viernes en una campaña que ha arrancado tan crispada como acabó la precampaña. Y lo hizo en Cataluña, clave como nunca en la estrategia de los populares. No es un detalle menor. Aznar llevaba casi 16 años sin dar un mitin en territorio catalán. Desde noviembre de 2003. Mucho ha llovido desde entonces.

Él mismo hizo referencia a esos tres lustros largos transcurridos. Él y también Cayetana Álvarez de Toledo, que, raíces argentinas, parafraseó a Gardel y su Volver. Se sumaba así la cabeza de lista por Barcelona al homenaje al expresidente. Pero que nadie se engañe, este viernes, en el hotel Grand Marina de Barcelona, el punto de encuentro habitual que los populares escogieron para escenificar el comeback de su vieja gloria ante centenares de fieles, el huracán fue la cabeza de lista por Barcelona. Al PP le ha nacido una estrella. 

Aznar y La niña de El exorcista

Con semejante cartel, Alejandro Fernández optó por ceder todo protagonismo y limitarse al rol de mero maestro de ceremonias. El líder del PP en Cataluña también creyó por un momento, y equivocadamente, que el protagonista de la noche era Aznar. De ahí que le concediera superpoderes. A los separatistas, dijo, cuando habla Cayetana les da vueltas la cabeza como a la niña de El exorcista. Pero cuando quien abre la boca es Aznar, la poseída «se calla, se sienta y se come la cena». Disciplinadamente.

De aquellos tiempos en los que ese Aznar domador de demonios nacionalistas pactaba con Pujol y presumía de hablar catalán en la intimidad nadie se acordó. Que, por más que lo cantara Gardel, eso de que 20 años no es nada no es del todo cierto.

Aznar cerró el acto. Exhibió contundencia, insistió en que «estamos en el siglo XXI y no en las fantasías medievales fabricadas por los nacionalistas» y lanzó unas cuantas andanadas a los independentistas y también a los socialistas. A los primeros, por «golpistas» y «propagadores de la mentira separatista». Y a los segundos, por haber «asimilado todo el programa nacionalista». De ahí que llegara a tachar a Pedro Sánchez de «candidato secesionista». 

Álvarez de Toledo reparte para todos

Pero la intervención del expresidente acabó siendo un anticlímax tras el huracán Álvarez de Toledo, a quien los que intentaron boicotear sin éxito su acto del jueves en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) le han hecho la campaña. En el Grand Marina, el PP exhibió vídeo y foto del choque, epítome de esa resistencia que los populares plantean ante el independentismo. O de ese pulso «entre la democracia» y el proyecto «xenófobo y totalitario» que, en palabras de la candidata, representan los nacionalistas.

Álvarez de Toledo tuvo para todos. Tuvo, para empezar, para Quim Torra, a quien, al grito de «vicario» (de Carles Puigdemont, se entiende) retó a colgar la foto del pulso en la fachada de la Generalitat, «porque eso sí es libertad», y para la candidata de JpC Laura Borràs, «la supremacista de los libros», que dijo sobre los incidentes en la UAB que quien busca problemas los acaba encontrando. «No quiero hacer chistes amargos sobre las veces que a las mujeres se nos dice que vamos provocando», remató Álvarez de Toledo.

Y tuvo también para «madame Colau», a la que reprochó que mirara para otro lado. Pese a que es la alcaldesa de Barcelona, no de Bellaterra, que es donde está la UAB. Y para el Gobierno, porque su rechazo de los incidentes le pareció tibio. Y para los «niñatos pijos totalitarios» que le quisieron reventar el acto, claro. Y para la propia Autónoma, a la que acusó de instarla a retroceder ante los boicoteadores y de acabar optando por la equidistancia al acusarla a ella de «instrumentalizar» la universidad. 

Por tener, tuvo hasta para los mossos que en el juicio del procés alegan que no podían hacer nada el 1-O porque había demasiada gente, porque ella demostró en la UAB que también ante la turba se puede resistir. 

Y no, no se olvidó de Vox, a quien acusó de proponer «cuentos de niños» como soluciones y le arrojó las imágenes de su pulso en la Autónoma a la cara. «¿Os parece que eso es la derechita cobarde?», espetó. «Se puede ganar. Es la principal lección de lo vivido» en la UAB. Lo dicho, le hicieron la campaña.

Después vendría Aznar a pedir el voto para ella con «inmensa satisfacción» y a lanzar una advertencia: «Vamos a hacer lo que sea necesario para ganar estas elecciones». Será por eso que en la campaña del PP tienen cabida tanto el incisivo escalpelo de su nueva estrella como la sucesión de torpezas y exabruptos con las que sus juventudes y el mismísimo Casado bendecido por el expresidente parecen empeñados en complicarse la carrera electoral.

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