Puigdemont obliga a Torra a un cambio de guion

Tras la renuncia de Puigdemont a ser restituido, Torra dice ahora que nunca se ha sentido un presidente provisional y que no prevé elecciones anticipadas

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“Yo no tendría que estar aquí. El presidente legítimo es Carles Puigdemont”. Así arrancó Quim Torra el 12 de mayo del año pasado su primer discurso de investidura. Y dos días después, en la sesión en la que finalmente fue ungido en segunda vuelta, insistió: arrancó su intervención subrayando que “nuestro presidente es Carles Puigdemont” y la cerró con una promesa: “lo investiremos”.

Un año después, la renuncia explícita del ahora eurodiputado electo Puigdemont a seguir amagando con una restitución imposible ha obligado a Torra a cambiar el guion. Quedó claro este martes en la comparecencia con la que el president hizo balance de los primeros 12 meses de su gobierno, y en la que solo se refirió a esa promesa ya definitivamente incumplida cuando llegó el turno de preguntas. “Puigdemont sigue siendo el presidente, y ha decidido que es interesante que esté en el mismo corazón de las instituciones europeas”, zanjó.

De la mano del objetivo de devolver la presidencia a su antecesor, Torra asumió desde que fue escogido por este su condición de presidente provisional que actúa por delegación del expresident huido a Bélgica. O, en sus propias palabras, de “presidente custodio”. Ahora, en cambio, niega la mayor. “Nunca me he sentido un presidente provisional, ni siento serlo ahora”. Al contrario, Torra aprovechó el balance para reivindicarse. “Soy el 131 presidente de la Generalitat con todas las consecuencias”, vindicó.

Y para subrayar el planteamiento y la voluntad de prolongar la legislatura ahora que asume que uno de sus objetivos prioritarios ya está fuera de alcance, dejó claro que no tiene intención de convocar elecciones anticipadas, y que, una vez se cierren los pactos municipales, da por concluido el intenso ciclo electoral que ha marcado la primavera y volverá a intentar aprobar los presupuestos de 2019, que no llegó ni a presentar al Parlament por falta de apoyos.

Sin balance en clave independentista

Eso sí, del mismo modo que la restitución de Puigdemont ya no forma parte del relato del govern, Torra se ciño a la hora del balance a la gestión pura y dura y a las cifras macroeconómicas, y soslayó la evalución del grado de cumplimiento de su hoja de ruta independentista o, como se dice ahora, en clave “republicana”, como si oficializara el definitivo retorno de la Generalitat a un autonomismo apenas camuflado bajo un barniz de retórica reivindicativa.

Durante una hora, hasta que llegaron las preguntas, Torra se limitó a sacar pecho de la “restauración” de las instituciones catalanas tras los seis meses de intervención en virtud del artículo 155, de la mejora de los indicadores económicos, de la vigencia de compromisos más o menos genéricos y de un recuento de pequeños logros entre los que no faltaron ni aquel viaje suyo a un festival folk norteamericano en el que se enfrentó al embajador Pedro Morenés ni la apertura de una ventanilla para asesorar a empresas catalanas sobre el Brexit.

Nada dijo en cambio del «consejo de la república», el organismo parainstitucional presidido por su antecesor y presentado en octubre con toda la pompa pero inactivo desde entonces, ni de aquella asamblea de electos que también situó en su investidura como otra de las patas de su estrategia rupturista y de la que nunca más se supo.

Apenas hizo una referencia al llamado “consejo asesor para el impulso del Foro Cívico y Social para el Debate Constituyente”, el órgano que preside un Lluís Llach que en la presentación del mismo ya rebajó las expectativas al advertir que no iniciaría ningún proceso constituyente, y del que Torra solo anunció que en las próximas semanas habrá noticias.

Hasta la sentencia

El president tampoco mentó en su balance otro de sus mantras hasta ahora: aquel que dice que la prioridad del govern es cumplir “el mandato del 1-O”. Esta vez, en cambio, dijo que el mandato es el del 21 de diciembre de 2017, fecha de las últimas  elecciones catalanas. Es más, también habló de los mandatos que emanan de las elecciones municipales y europeas del 26 de abril y hasta del mandato del 28-A que dijo que tiene Pedro Sánchez para insistirle al presidente en que vuelva a sentarse a la mesa con la Generalitat.

El de retomar el diálogo es el mensaje que Torra lanza a Sánchez. Para los partidos y entidades independentistas, tiene otro: una llamada a recuperar la “unidad estratégica” perdida. Esos, y la insistencia en la denuncia de la “represión” y lo que él llama “el juicio farsa” completan el relato reivindicativo al que el Torra que ya no admite que su cargo es provisional se sigue aferrando para aspirar a salvar los próximos meses de legislatura y alargarla al menos hasta la sentencia del juicio, prevista para otoño y frente a la que sigue reclamando que haya “una respuesta de país”.

¿Tocará entonces esa cita anticipada con las urnas que ahora dice Torra que no tiene prevista? Repitió lo de siempre: que la sentencia será “un punto de inflexión”, y que la  respuesta la tomará “el pueblo de Cataluña”. Es decir, el Parlament, aunque sea al president a quien corresponda en exclusiva la potestad de convocar elecciones. A poco que se revise la letra pequeña, el nuevo guion que se escenifica ahora y el viejo se parecen como dos gotas de agua.

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