Así es el pregón de Pérez Andújar que el soberanismo quería prohibir

El escritor evita cualquier polémica sobre el proceso soberanista, con un homenaje a la cultura popular, a la clase obrera y a los barrios periféricos de Barcelona

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El peligro era el homenaje a todos los personajes que evocara Jaume Sisa en Qualsevol nit pot sortir el sol, el Capitán Trueno o la familia Ulises. El peligro era un recuerdo para los vecinos que conquistaron la dignidad de los barrios periféricos de Barcelona, para los obreros que se dejaron la piel en los talleres de una Barcelona que ha cambiado su faz mil veces. El soberanismo ha gritado contra Javier Pérez Andújar, un escritor que acumula ya una larga obra y que será una referencia en la literatura catalana escrita en castellano con Paseos con mi madre (Tusquests).

Los soberanistas quisieron boicotear el pregón de Pérez Andújar, con la imitación del actor Toni Albà –que insulta en las redes sociales a los no independentistas, al asegurar que España odia a Cataluña, o que dice que los que no amen a Cataluña deben marcharse—sobre la figura de Felipe V, el gran icono de los independentistas para rechazar España.

Pero Pérez Andújar estaba en otra cosa. Quiso recuperar la memoria de una parte de los barceloneses, que ha estado oculta durante mucho tiempo. La de los vecinos de Sant Adrià, un municipio al lado de Barcelona, que se cruza sin saber muy bien en qué parte se está; la de los vecinos de la Verneda,  de la Mina (Sant Adrià, de nuevo); Bon Pastor; Carmelo, Guinardó o Poble Sec.

La defensa de la cultura popular, la de los kioskos

El escritor quiso recordar, siempre en un tono festivo, con constantes invitaciones a disfrutar de la Mercè, que las conquistas sociales no llegaron por magnánimas decisiones de las autoridades, fueran locales, estatales o autonómicas. En barrios donde se redujo a muchos inmigrantes en grandes bloques, Pérez Andújar recordó aquellas luchas, con alusiones a la cultura popular, a los kioskos, a la editorial Bruguera, y a los grupos de rock:

«Los bloques, los túneles, las plazas. La gente de los barrios construyendo el estado de bienestar con sus propias manos porque para algo eran mano de obra. Felices fiestas de la Mercè a todos ellos. Obreras y obreros, modestos comerciantes, maestros de escuela…Mujeres y hombres convirtiendo un descampado en un ambulatorio con la fuerza de la lucha vecinal, que se enfrentaron a las excavadoras, que cortaron las calles con la misma decisión con que en verano se corta una barra de helado. Trabajadoras y trabajadoras, la gente de Barcelona que tras agotarse en las cadenas de montaje, en el rugir de las fábricas…., sacaba fuerzas de su propia pobreza para convertir la vida en democracia. No los olvidamos».

Ser barcelonés a su manera

La reivindicación estuvo presente en su discurso, pero para pedir que cada uno sea barcelonés a su manera, defendiendo que no se puede achicar el espacio, como ha pretendido el soberanismo, aunque en ningún momento lo nombrara. «Por mucho que ahora quieran desmantelar estos paisajes de la memoria obrera, la gente de Barcelona no se va a dejar desposeer del derecho a ser de Barcelona cada cual a su manera. Desde el más discriminado de los barrios hasta las residencias más privilegiadas, toda la gente de Barcelona cabe en Barcelona».

«Barceloneses del mundo, ¡uníos! Visca la festa major!», concluyó Pérez Andújar, que acabó siendo felicitado por Xavier Trias a través del twitter, aunque concejales de Convèrgència estaban en el acto de Toni Albà.

El soberanismo, con sus estaladas

El independentismo no quiso respetar a Pérez Andújar. No quiso escuchar el pregón oficial de las fiestas de la Mercè, y organizó en el Pla de Palau un show cómico, pero cargado de simbolismo, con esteladas, con gritos de independencia, y con Toni Albà reclamando la secesión como única vía, vestido de Felipe V. «Somos más que en la plaza Sant Jaume», se aseguró, en una muestra de que el independentismo trata de forzar las cosas, y de presentar a la sociedad catalana con dos caras claramente enfrentadas.

Pérez Andújar leyó su pregón, reivindicando, en cambio, lo que ha vivido, lo que siente, lo que puede transmitir, para no olvidarse de esa Barcelona que parece que nunca existió.

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