El soberanismo se refugia en el populismo a la espera de Colau

El soberanismo protagoniza una Diada con menos fervor que en años anteriores, apela “al pueblo” para votar el 1-O y sigue sin contar con Colau y su partido

Manifestación independentista el 11 de septiembre de 2017 en Barcelona. Foto EFE

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El soberanismo se refugiará en el populismo hasta el 1 de octubre, a la espera de que en los próximos días la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, tome una decisión. Si Colau decide sumarse al movimiento, dejando los colegios municipales, y, lo que es más importante, si apoya el referéndum aunque diga que se trata de una movilización, el independentismo recibirá oxígeno para mantener el pulso al Estado. Pero no ha logrado ensanchar los apoyos, con una Diada que se esperaba masiva, y que, en todo caso, no fue más numerosa que en los últimos años.

La Diada se presentaba como el gran momento previo al desafío total al Gobierno. Se partía con el acicate de los supuestos actos “represivos” del Gobierno, expresados, a juicio del presidente Carles Puigdemont, con los registros de la Guardia Civil al semanario El Vallenc (Reus) por la supuesta colaboración en la elaboración del material para el 1-O. Pero el soberanismo cuenta –y es una parte enorme de la sociedad catalana, además de ser la más activa—con un apoyo que no va a más.

El populismo es la apuesta de Puigdemont, hasta el final, y a la espera de posibles errores del Gobierno

La tesis se mantendrá hasta el final, hasta el 1-O, con discursos que se identifican ya con el populismo de manual: se apela directamente “al pueblo” para forzar una votación “democrática”, con el gobierno español y el Estado español fuera de órbita, sin poder en la Cataluña soberanista. “Son las leyes del Parlament las que respetaremos”, “los tribunales españoles ya no cuentan”, expresaron al final de la manifestación el presidente de la ANC, Jordi Sànchez –auténtico maestro de ceremonias, como activista profesional desde sus tiempos en la Crida per la Solidaritat—y el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, respectivamente.  Es decir, Cataluña está ya, bajo el manto de la Generalitat soberanista, fuera de la ley española.

Sànchez dio por hecho que habrá votación en el referéndum del 1-O, y que las papeletas están a buen recaudo, junto a las urnas. “En la ANC sabemos donde están, pero que nadie sufra, porque estarán el 1 de octubre en todos los colegios electorales”.

Pero para que ese plan se pueda cumplir, con un pulso directo con el Gobierno español, es esencial que colaboren los alcaldes, y, fundamentalmente, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que se resiste, y que mantiene una calculada ambigüedad, forzada por la presión que recibe y por la defensa de su cargo institucional.

El partido de Colau explota y pide a Puigdemont que no se presione a los alcaldes para el 1-O

Si la Diada tenía un centro, en las calles que rodean la confluencia entre la calle Aragón y el Paseo de Gràcia en Barcelona, la atención estaba puesta también en el acto que celebró Catalunya en Comú horas antes en Santa Coloma de Gramenet, con la presencia de Pablo Iglesias, el diputado Xavier Domnènech y la propia Colau.

Y aquí se evidenció la distancia con el soberanismo, porque Colau insistió en que no quería poner en peligro ni a la institución ni a los funcionarios. Eso sí, ofreció una salida al independentismo, al pedir que, entre todos, se buscaran otros espacios para permitir la votación en “la movilización”, algo que irrita a Puigdemont, que insiste en que se tratará de un referéndum con carácter vinculante.

Domènech fue más contundente al reclamar al Pdecat, la ex Convergència, el partido de Puigdemont, que no dé ninguna lección a su partido, en alusión a la exigencia a los alcaldes de que colaboren con el 1-O, con manifestaciones directas del propio presidente catalán. “Ninguna lección, pero ni una, del partido que ha practicado los mayores recortes”, clamó Domènech.

Colau quiere desgastar a Rajoy, pero también mantener su cargo institucional como alcaldesa

Esa disputa está latente. Ni Colau ni Iglesias participaron en la manifestación de la Diada, aunque sí lo hizo el teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, partidario de la votación y de facilitarla por parte de los municipios. Colau es consciente de su dilema y quiere ganar algo de tiempo, en función de las medidas que tome el Gobierno o de las actuaciones que lleve adelante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC). Este mismo martes está citado a declarar el jefe de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero por la Fiscalía del TSJC.

El objetivo de Colau y de Catalunya en Comú es desgastar al máximo a Mariano Rajoy, y, según cómo reaccione el propio soberanismo, tras calibrar su fuerza, Colau se acabará añadiendo o marcará una distancia clara con el referéndum.

La manifestación de la Diada perdió fuelle, según los propios números de la ANC aportados en los últimos años. Pero sigue siendo una movilización colosal. Para el Gobierno se trata ahora de calibrar cómo mantiene el guión, con el objetivo de que no haya urnas el 1 de octubre, después de haberse comprometido de una forma rotunda. Si Puigdemont acaba colocando las urnas, Rajoy tendrá serios problemas para mantenerse en la Moncloa.

Rajoy ha comprobado que la Diada no le ha desbordado y que Puigdemont ha cruzado la línea de la legalidad

La decisión de Carles Puigdemont, expresada tras la Diada, no deja dudas de sus intenciones. Aunque defendió, de nuevo, una negociación de última hora con Rajoy para acordar los términos del referéndum, el presidente catalán está dispuesto a desobeceder cualquier orden de los tribunales. Admitió “el respeto” que le causa, pero insistió en que la legislación ahora que prima en Cataluña es la que se aprobó en el Parlament la pasada semana, y que sólo se debe “respetar la decisión del pueblo”, en una nueva muestra del populismo al que se ha abrazado la Generalitat.

En los próximos días, el Gobierno de Puigdemont mantendrá todos los pasos previstos para llevar a cabo el 1-O. “Todo está preparado”, insistió Puigdemont, con la campaña electoral, que comenzará este viernes, y con los anuncios en TV3 que se mantienen y se emiten a cada instante.

El reto se plantea directamente al Gobierno de Rajoy. Pero el Ejecutivo español ha comprobado una cuestión esencial con la Diada: el movimiento soberanista no ha crecido. Se mantiene estancado, y ha decidido cruzar la línea roja de la legalidad. Es numeroso y cuenta con medios, los propios de un gobierno autonómico. La duda es conocer ahora cómo avanza ese movimiento insurgente, y quién comete errores que puedan ser ya definitivos.

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