Estupor en el PP Europeo por la «inaceptable alusión» de Sánchez al nazismo en su ataque a Weber

Sánchez aprovecha el debate sobre la presidencia española de la UE para ahondar en la estrategia de la polarización y situar su Gobierno como modelo para frenar la ultraderecha

Pedro Sánchez, en el plenario del Parlamento Europeo en el debate de balance del semestre de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea.

Pedro Sánchez, en el plenario del Parlamento Europeo en el debate de balance del semestre de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea.

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Más allá del mensaje de amenaza lanzado por Carles Puigdemont en su primera interpelación pública a Sánchez desde el pacto con Junts -«del incumplimiento de las promesas nace la desconfianza»-, más allá de que los temas de la agenda del semestre de la presidencia española del Consejo de la UE quedaran absolutamente orillados en el debate mantenido en la sede de la Eurocámara y, por supuesto, más allá de la anécdota del ladrido desde la tribuna de invitados del perro guía de una visitante invidente (que ha dado ya para decenas de memes), la imagen que queda de esta sesión plenaria en Estrasburgo es el choque frontal entre Pedro Sánchez y Manfred Weber, el líder del PP Europeo.

Por demás, Weber ha sido hasta la fecha el valedor del mensaje de oposición de Alberto Núñez Feijóo en las instituciones europeas y, también, el principal competidor que tiene Ursula Von der Leyen en las filas de su partido para, una vez se celebren elecciones europeas el próximo junio y con una cámara de previsible mayoría conservadora, seguir al frente de la presidencia de la Comisión. En su turno, Von der Leyen sólo tuvo palabras de elogio para la labor de Sánchez a lo largo de estos seis meses.

Este jueves, horas después de este tenso debate, la cumbre de líderes del PP Europeo servirá de escenario para el encuentro de Núñez Feijóo y Manfred Weber. La pregunta de si el PP, en Génova y en Bruselas, está trabajando en un rediseño de la estrategia de ataque a Sánchez, habida cuenta de los resultados hasta ahora, es la gran cuestión en este momento.

Porque lo cierto es que, en teoría, Pedro Sánchez venía este miércoles a la ciudad francesa de Estrasburgo a rendir cuentas sobre los deberes hechos este semestre atípico, marcado por la convocatoria de elecciones generales el 23J, en los que se ha sacado adelante, enumeró, la puesta en marcha de la reforma del mercado eléctrico o la de la ley de inteligencia artificial, pero también, así venía calentando el terreno los grupos de la oposición, a escuchar el rapapolvo de los diputados conservadores por sus pactos con el independentismo.

Esto último ocurrió, claro, sobre todo en las intervenciones de los diputados españoles que tomaron la palabra. Caso de Dolors Montserrat (PP) «de España no se ríe nadie»; Adrián Vázquez de Cs -«está dilapidando el capital político de España»; o Jorge Buxade de Vox «Frente al tirano, movilización permanente» y también líderes del PP europeo como el rumano Siegfried Muresan, el portugués Paulo Rangel (que participó en la concentración de Cibeles junto a Feijóo hace unas semanas) o el ultraderechista austríaco Harald Vilimsky.

Pero la mañana concluyó, valga el símil que se ha hecho célebre, con Pedro Sánchez ladrando al alemán Manfred Weber sobre su falta de definición con la extrema derecha europea y con alusiones al, incluso, al Tercer Reich y al pasado nazi de Alemania para comparar las consecuencias de los pactos del PP con Vox en España. «¿Sabe lo que está haciendo Vox en España en sus pactos con el PP? ¿Seguro que se siente cómodo? ¿Sabe que están eliminando las políticas de violencia de género, censurando conciertos, películas y obras de teatro, a la vez que recuperan los nombre de calles de personas vinculadas con la dictadura franquista? ¿Ese sería su plan para Alemania? ¿Devolverles a las calles y plazas de Berlín los nombres del III Reich?”, señaló Sánchez a Weber.

Este tipo de referencia, recordarle a un alemán el pasado nazi de su país, es casi un anatema, una alusión ampliamente comentada en los pasillos de la cámara europea entre diputados, funcionarios y prensa.

Con una intervención de un tono bronco ciertamente inusual desde la tribuna de oradores, a decir de varios cronistas parlamentarios fajados en las muchas veces monocordes sesiones europeas, Sánchez ha querido lanzar un mensaje: sorteada con éxito la investidura, a estas alturas del partido se le ha quedado chico Feijóo; su mensaje de confrontación ha escalado un peldaño más y ahora el contrincante no es el líder gallego sino la derecha europea, diversa y adaptada a cada territorio, de más a menos eurófoba, de más a menos radical. Su modelo, ha venido a decir en el hemiciclo, es que el que deben seguir todos sus colegas en Europa para frenar a la ultraderecha.

«El pasado 23 de julio, los españoles tuvieron que elegir entre dos proyectos políticos antitéticos. Tuvieron que elegir entre una coalición de la derecha con la ultraderecha que aspiraba a derogar buena parte de los avances sociales, económicos y medioambientales alcanzados en las últimas décadas», remarcó en su primera intervención Sánchez. El de España, dijo el presidente, «un gobierno en el que Europa y los europeos pueden confiar porque tiene una probada solvencia técnica y un compromiso indiscutible con los valores y aspiraciones de la Unión Europea».

«España es una democracia plena. España tiene un Estado de derecho robusto y un Gobierno absolutamente legítimo y capaz. Les invito a no confundirse de enemigo. Ese error ya lo cometió una vez Europa y lo pagó muy caro», subrayó Sánchez en su turno de réplica a las declaraciones «maliciosas», calificó, que había escuchado en el plenario.

Así, lo que parecía, a priori, un debate intenso pero circunscrito a la amnistía y los pactos con el independentismo y con el resto de socios de Gobierno (durante la mañana se conoció que los socialistas darían la alcaldía de Pamplona a Bildu tras una moción de censura a UPN), se convirtió, también, en un monólogo de Sánchez sobre la relación no resuelta del PP con la ultraderecha, en sus distintas formas y siglas, a lo largo de toda Europa.

Desde el punto de vista de la tensión en la cámara, este debate nada tiene que ver con la sesión vivida hace dos semanas en la que el intento de internacionalizar la controversia sobre la amnistía pasó de puntillas en la agenda de prioridades de las instituciones europeas. Fue bronco pero quedó ahí. En esta ha habido muchas voces en contra pero también el apoyo de líderes de la izquierda europea que, no obstante, criticaron que se trajera hasta la cámara europea un debate de estricto ámbito nacional.

Weber: «En mi país los demócratas se reúnen; él hace lo contrario»

Fuera del turno asignado, y con el escaño vacío de Pedro Sánchez, que abandonó el hemiciclo dejándole con la palabra en la boca, la respuesta de Weber fue acusar al presidente de España de abonar la polarización. «El presidente de España se ha referido a qué haría en Alemania yo. En mi país, los demócratas se reúnen y encuentran un consenso entre izquierda y derecha. Él hace lo contrario«, pronunció Weber desde su escaño.

Entre los populares europeos, y muy especialmente en la delegación española que encabeza Dolors Montserrat, la reacción primera es ha sido de estupor y de sorpresa, pero también de cierto descoloque. «Nunca un primer ministro había cargado tan duramente contra el presidente del mayor grupo parlamentario europeo, el PPE», reconocen fuentes del PP Europeo. «Es inaceptable la alusión de Sánchez al nazismo para referirse a Manfred Weber. Debería disculparse inmediatamente», trasladan estas mismas fuentes.

Para el PPE, «Sánchez ha trasladado al Parlamento Europeo su peor estilo, al que nos tiene acostumbrados en España. Pretende levantar también muros no solo entre los españoles sino también entre los europeos. Es un triste cierre para una presidencia europea en la que su sectarismo nos ha llevado a un lamentable fracaso como país».

La estrategia de Iratxe García, líder de los socialdemócratas europeos, fue también calcar el estilo de Sánchez: «Señor Weber, usted pretendía hacer vicepresidente de España a Abascal, que pide colgar al presidente Sánchez de los pies. Lecciones sobre Estado de derecho ninguna. Y menos cuando su partido, el PP, lleva 5 años bloqueando la renovación del CGPJ».

Entre la izquierda la lectura general es que esta estrategia dura ha servido. María Eugenia Rodríguez Palop, jefa de la delegación de Podemos en Bruselas, define como «acierto tanto la estrategia como el tono. Lamentablemente, tras los ataques recibidos, las descalificaciones, insultos, enmiendas a la totalidad, no había otra alternativa. El uso oportunista que ha hecho del Parlamento el Partido Popular Europeo, de la mano de Weber y el PP, es intolerable».

Como leerá la Historia este pleno se sabrá con cierta perspectiva. Adrián Vázquez, de Ciudadanos y presidente de la Comisión de Justicia especialmente activa con el caso Puigdemont, avisó a Sánchez: “A usted que tanto le importa la historia sepa que, la suya, si no rectifica, no va a acabar bien”.

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