La Generalitat de Pere Aragonès: los desafíos de un Govern marcado por la desconfianza

Las malas relaciones entre socios, la estrategia en Madrid, los presupuestos de 2022 o el papel del Consell per la República: los principales retos a los que se enfrenta el nuevo Ejecutivo autonómico

Pere Aragonès, tras ser investido presidente de la Generalitat con los votos de ERC, Junts y la CUP / EFE

Pere Aragonès, tras ser investido presidente de la Generalitat con los votos de ERC, Junts y la CUP / EFE

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Pere Aragonès ha conseguido a la tercera tirar adelante su investidura. Las tensas relaciones entre ERC y Junts y una negociación llena de escollos –los republicanos llegaron a levantarse de la mesa para pedir un Govern en solitario– no han imposibilitado un pacto de última hora que evitara elecciones, y pongan en marcha una legislatura con un abanico de incógnitas abiertas.

El nuevo Govern de la Generalitat nace de la desconfianza. Los dos socios tienen una relación que desde los propios partidos reconocen en privado que es de «amor-odio» y «tóxica». Junts y ERC no se soportan, pero se necesitan mutuamente en un contexto donde cualquier mayoría alternativa no es viable.

La histórica mala relación entre ERC-Junts

Una mala relación que ya viene de lejos. ERC ha tratado de pasar por delante de la extinta CDC primero, y de sus herederos de Junts después, desde 2012. El Govern de Junts pel Sí, envolvente convergente con el apoyo de ANC y Òmnium, fue un polvorín de tensión, que se mantuvo tras su derrota contrapronóstico en 2017.

El Govern de Quim Torra dejó en el aire todas estas discrepancias que habían quedado medio soterradas ante la pre y post crisis de 2017. La suspensión del acta de diputado del expresidente, provocó un amago de convocar elecciones y una declaración pública del mandatario acusando a su socio de deslealtad, algo que se vio abortado por la pandemia.

La gestión del coronavirus también ha evidenciado ese histórico de malas relaciones. Las consellerías de Junts y ERC se han contradicho en público. Mientras Alba Vergès imponía restricciones, Ramon Tremosa se reunía con la hostelería y bendecía algunas de sus medidas.

El nuevo Govern deberá afrontar estas desconfianzas, que durante la negociación se han vuelto a hacer evidentes. Los ‘junteros’ y los republicanos han establecido en el pacto varios órganos de coordinación y seguimiento del acuerdo, con el objetivo de evitar puñales y nuevas deslealtades, e incluso algunos se irán de convivencias dos veces al año para fortalecer relaciones personales.

Mesa de diálogo pese a Junts y la CUP

Otro de los retos que tiene el nuevo Govern pasa por el papel de la mesa de diálogo. Aunque Junts ha prometido acompañar desde la lealtad a ERC a este órgano pese a su escepticismo, lo cierto es que durante la pasada legislatura fue uno de los motores que alimentaron su boicot, al darlo por muerto tras únicamente dos encuentros y pidiendo un relator internacional.

Tampoco se lo pondrá fácil una CUP que hará «oposición frontal» al PSOE. Los antisistema les imponen un tope de dos años, transcurridos los cuales, en caso de no llegar a un acuerdo –que para el partido de Carles Riera solo puede ir enfocado en «autodeterminación y amnistía»–, el Govern deberá abandonar este órgano y preparar una nueva afrenta contra España antes de que termine la legislatura.

Unos nuevos presupuestos para 2022

Pero un Govern no es nada sin unas cuentas que le respalden. Otro de los flancos que este Ejecutivo deberá resolver es el de unos presupuestos post-pandemia que hagan frente a la situación económica actual. El Ejecutivo de Torra aprobó sus primeras cuentas justo cuando empezó la crisis sanitaria, algo que provocó que quedaran caducadas al poco.

La incógnita se cernirá sobre qué mayoría hará valer el Govern para aprobarlas. Con un conseller de Economía de Junts todavía por nombrar, aunque todo apunta a que será el ex-director general de ‘La Caixa’ Jaume Giró, es difícil prever si el Ejecutivo optará por un acercamiento a la CUP o a los Comuns.

Con Giró en el Govern, la CUP puede retraerse de su apoyo al Govern de Aragonès. Los anticapitalistas exigían en su acuerdo de mínimos un giro a la izquierda de las políticas de la Generalitat, algo que Junts debía respetar y que en el pleno de investidura de este viernes Carles Riera y Dolors Sabaté han vuelto a poner de manifiesto.

El papel del Consell per la República de Puigdemont

Aunque si hay un escollo pendiente es el papel del Consell per la República (CxR) de Puigdemont. Este órgano paralelo que preside el expresidente huido ha sido uno de los focos de polémica entre ERC y Junts, al considerar los primeros que lo que se pretendía era descafeinar la presidencia de Aragonès.

Ambos partidos acordaron un espacio de coordinación a cinco –ERC, Junts, CUP, ANC y Òmnium– de forma provisional, hasta que el CxR se «reformule» y se convierta en un órgano de consenso en todas las partes, momento en el que se convertirá en el centro de operaciones del independentismo político y civil.

El frente de Madrid también está abierto. ERC es uno de los socios de la mayoría PSOE-Podemos, imprescindible en la investidura que permitió su elección, así como en su voto para desencallar los presupuestos. Junts podría dificultar ese entendimiento, aunque los republicanos tienen las manos libres.

Y más cuando los indultos a los presos del procés podrían llegar muy pronto, cuando el ministerio de Justicia los eleve al Consejo de Ministros, quien tiendrá última palabra sobre la libertad de los políticos independentistas. Un indulto podría dar oxígeno a ERC y su estrategia de diálogo, aunque para Junts y la CUP es una medida del todo insuficiente.

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