Los restauradores alertan que el cierre de terrazas de Colau perjudica a la economía de Barcelona

El Ayuntamiento de Barcelona obliga a cerrar una hora antes las terrazas ubicadas en algunos espacios de la ciudad para combatir el exceso de ruido

El presidente del Gremio de Restauradores de Barcelona. Gremio de Restauradores de Barcelona.

El presidente del Gremio de Restauradores de Barcelona. Gremio de Restauradores de Barcelona.

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La reducción horaria impuesta por el Gobierno de Colau no ha sentado bien a los restauradores de la ciudad condal. Desde este mes, las terrazas de los bares y restaurantes ubicados en distintas zona de la capital catalana como la plaza del Diamant o la calle Enric Granados, cerrarán una hora antes para «combatir el exceso de ruido en las noches y garantizar el descanso de los vecinos» en unos espacios considerados Zonas Acústicamente Tensionadas en Horario Nocturno (ZATHN).

El conflicto entre Colau y los restauradores viene de lejos. Para comprenderlo es necesario remontarse a la época de pandemia, cuando llegaron a un acuerdo basado en «compensar las restricciones tan importantes que hubo para la restauración y poner el espacio público al servicio de la reconstrucción y el fortalecimiento del sector», tal y como explica el presidente del Gremio de Restauradores de Barcelona, Roger Pallarols, en una entrevista a Economía Digital.

El acuerdo fructificó en la concesión de 3.600 autorizaciones excepcionales y la incorporación de la calzada como espacio para ubicar terrazas. «La dureza de la crisis hizo que una medida que había nacido para seis meses, se fuera alargando con acuerdos con el gremio de restauración», subraya y prosigue: «Hasta que en junio del año pasado llegamos a un acuerdo con el Ayuntamiento, que se comprometió a consolidar la mayoría de estas terrazas».

«Como consecuencia, todas estas terrazas concedidas o ampliadas durante la pandemia podrían continuar, a excepción de las que se encontraban ubicadas en la calle Enric Granados y en el Parlament«, detalla el presidente del Gremio de Restauradores de Barcelona. Sin embargo, lamenta, a finales de febrero de este año comenzaron a «detectar que las primeras resoluciones recuperaban el relato previo a la ordenanza de 2018», lo que suponía que el proceso de consolidación de terrazas corría «un riesgo gravísimo».

Vista de una terraza cerrada en el centro de Barcelona. EFE/Marta Pérez/Archivo
Vista de una terraza cerrada en el centro de Barcelona. EFE/Marta Pérez/Archivo

Pues, la ordenanza anterior «daba por hecho que todas las calles eran iguales y fijaba unas distancias rígidas, lo que provocaba que algunas terrazas con 20 o 30 años de historia pasaran a ser ilegales». No obstante, la «rigidez» de esta ordenanza se enmendó con la de 2018 y la modificación de 2022, que sirvió para habilitar la calzada.

Tras tener algunas «conversaciones discretas» con el consistorio, la problemática «salta a la opinión pública», porque «a pesar de que se producen algunos resultados, continúan siendo muy insuficientes», indica Pallarols.

Si bien, desde entonces «se ha ido mejorando el proceso de consolidación», los últimos datos «son muy preocupantes». Pues, la media de denegación de terrazas se encuentra en el 70%, lo que pone de manifiesto que «se está incumpliendo de manera clara un compromiso que el Gobierno adquirió y que los restauradores acogieron».

«Un 80% de los restauradores que habían tenido una licencia excepcional, creyendo en las palabras del Gobierno, pidieron la consolidación de la terraza excepcional», explica, «lo que conlleva la contratación de un ingeniero o un arquitecto para que les hiciera el proyecto y la compra de una de las plataformas» homologadas por el consistorio.

El sector de la restauración en Barcelona «representa el 8% del PIB, da trabajo a más de 80.000 familias de forma directa, levanta 8.000 persianas cada día»

Por tanto, lo que se produce es «una frustración generalizada por parte del sector que creyó en las palabras del Gobierno, que normativamente no tiene impedimento para cumplir sus palabras». Sin embargo, indica: «Nuestro objetivo es que el proceso de consolidación de las terrazas acabe de la mejor manera posible y que el nivel de frustración de los operadores de restauración sea el menor posible».

El Ayuntamiento, principal «contrincante» de la restauración

«Las terrazas son vitales para el funcionamiento de los negocios», insiste, pero es que además «quien lo pide son los ciudadanos». Así, critica: «Una industria tan importante en Barcelona, que aún no ha cerrado el agujero económico de la pandemia y lo encadena con la crisis inflacionista, que se encuentre que el Ayuntamiento de Barcelona en lugar de ser su principal aliado se convierta en su contrincante es algo que estamos determinados a revertir».

La terraza de un bar de Barcelona el 23 de noviembre de 2020, cuando la hostelería pudo reabrir tras un mes cerrada | EFE/MP/Archivo

Una actitud que sorprende a los restauradores, puesto que el sector «representa el 8% del PIB, da trabajo a más de 80.000 familias de forma directa, levanta 8.000 persianas cada día». Como manifiesta el gremio, se trata de una «industria esencial en la ciudad» que «sirve para dinamizar el conjunto de la economía».

«Lo más responsable que puede hacer la Administración Pública es facilitar que una industria, que es esencial para la economía de la ciudad, tenga todos los recursos y el apoyo para tirar adelante y continuar haciendo lo que tiene que hacer: crear PIB, ocupación, vida en las calles y barrios, así como, dinamizar otros sectores económicos», manifiesta.

La política del «no» impacta en la economía de la ciudad

«La máquina del no es una realidad», afirma con contundencia el Gremio de Restauradores en alusión al Gobierno municipal de la ciudad condal. «Se trata de una máquina que con demasiada facilidad pone trabas a la actividad económica y lo hace desde hace demasiados años, lo que conlleva consecuencias muy graves para la competitividad de la ciudad», lamenta.

Por ello, deja bien claro: «Si esta ciudad no empieza a volver a decir que sí, como ha sido capaz de hacer en otros momentos de su pasado cada día está perdiendo una oportunidad». Y es que, tal y como alerta Pallarols, se está «invitando a que otras ciudades más empáticas con las actividades económicas acaben absorbiendo proyectos e inversiones que hace unos años solo eran imaginables en Barcelona».

Dos mujeres toman el almuerzo en una terraza de un bar de Barcelona / EFE

Así, avisa que el «empobrecimiento paulatino» de la ciudad no solo acarrea «graves consecuencias» para los barceloneses, que vivirán en una ciudad con «menos oportunidades», sino también para la economía catalana que «solo se aguanta a partir de la fortaleza de Barcelona» y la economía española.

«Los primeros que dependemos de no tener la actitud adecuada en Barcelona somo los barceloneses», explica. Y advierte: «Si no tenemos el cuidado necesario ante esta situación, lo que nos podemos encontrar es que Barcelona entre en un proceso de decrecimiento con consecuencias nefastas para la calidad de vida y la riqueza de las familias».

Por ello, emplaza a tener la actitud adecuada para no lamentarlo, como se ha hecho en los últimos años en los que se «ha regalado a otros destinos oportunidades por tener una actitud claramente equivocada en muchas cosas que representan ingresos, apuestas económicas y oportunidades».

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