Adiós a la última gran reina; el fin de una época

'God save the Queen', el himno del Reino Unido, a partir de ahora será “God save the King”, pues Carlos será rey, pese a que la opinión pública británica prefiere a su hijo Guillermo

Muere Isabel II de Inglaterra. EFE

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God save the Queen’ es el himno del Reino Unido. “Dios salve a la Reina”, que a partir de ahora deberá ser “God save the King”, “Dios salve al Rey”. Porque con toda seguridad al fallecimiento de la reina Isabel II será un hombre el llamado a ocupar el trono de Inglaterra: el príncipe Carlos. El orden de sucesión señala al primogénito de la reina, pese a las especulaciones que apuntan a una posible abdicación en favor de su hijo Guillermo. La opinión pública británica se inclina más por la segunda opción.

La imagen de un rey joven que cuenta a su lado con el apoyo de su joven esposa, Catalina Middleton, parece ser el revulsivo que necesita una institución como la monarquía para seguir perpetuándose en el siglo XXI. La duquesa de Cambridge es tremendamente popular. A diferencia de su cuñada, Meghan Markle, ha encajado en la familia real como si hubiera nacido para ser la reina consorte. Muy por delante en cualquier encuesta de Camila Parker, esposa del Príncipe de Gales, quien tanta animadversión generó por ser la tercera del matrimonio entre Carlos de Inglaterra y Diana de Gales. Aunque parece que es agua pasada.

Con el fallecimiento de Isabel II termina mucho más que un reinado. Es el fin de una época que para los británicos comenzó al final de la Segunda Guerra Mundial. Por eso su relevo no puede ser una mera sucesión en el trono. La familia real británica no está tan cuestionada, ni mucho menos, como lo está la española. Pero está claro que en este momento tan delicado debe actuar teniendo en cuenta todas las sensibilidades de una sociedad sacudida por la crisis económica y en medio de un cambio de Gobierno.

La imagen de un rey joven que cuenta a su lado con el apoyo de su joven esposa parece ser el revulsivo

Cuando Isabel II accedió al trono en 1952, a la muerte de su padre el rey Jorge VI, era una joven de 26 años que se encontró con un país abatido por el esfuerzo que supuso la guerra contra la Alemania nazi y con la moral tocada a pesar de la victoria militar. El gran imperio británico comenzaba a desmoronarse. Sus colonias se independizaban una tras otra y el nuevo orden mundial amenazaba con relegar al Reino Unido al papel de potencia de segunda fila. A Isabel II le tocaba insuflar una nueva ilusión procurando que las pérdidas no se notaran demasiado. Supo desde el primer momento que su aparente fragilidad física tendría que ser correspondida con una fortaleza de espíritu al alcance de pocos.

Su matrimonio con el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, es una historia de amor, renuncias, desencantos y aceptación que resume los últimos 70 años del Reino Unido. Fue el propio Felipe de Edimburgo, con quien había contraído matrimonio en 1947, quien se empeñó en televisar en directo la ceremonia de coronación el 2 de junio de 1953 (accedió al trono un año antes). Fue la primera vez que la BBC emitía en directo un acontecimiento de estas características. Millones de británicos pudieron ver a su nueva y joven reina acceder al trono. Eran tiempos en los que una Tv todavía era capaz de insuflar optimismo a un pueblo.

Isabel II se empeñó en ser la principal figura política de los 54 países de la denominada Commonwealth. La mancomunidad de naciones que fueron colonias británicas y que, incluso después de independizarse, siguieron rindiendo “pleitesía” a la monarca. Su empeño por evitar la imagen de descomposición de un imperio contrastó con el desmoronamiento de su propio matrimonio.

Con el fallecimiento de Isabel II termina mucho más que un reinado. Es el fin de una época

Casada con Felipe, Lord Mountbatten, impidió que ese apellido pasara a sus hijos. La historia dice que fueron Churchill y la propia reina María quienes convencieron a la joven reina para que perdurara el nombre de la casa Windsor. “Soy el único hombre del país al que no se le permite dar su apellido a sus propios hijos”, se quejó amargamente Felipe de Edimburgo, en lo que para muchos fue el inicio de un alejamiento matrimonial. Bastante tenía Isabel II con tratar de mantener en pie a todo un imperio.

Siempre tuvo claro, y así lo transmitió, que la nación estaba por encima de cualquier interés personal o familiar. Con ella comenzó lo que ahora se denomina la profesionalización de la corona. Y quizá por eso ha mantenido siempre a salvo la institución, aun en los momentos más difíciles. Se dice que si algo respetan los británicos por encima de otras cosas es a la reina y a la BBC. Siempre valorada positivamente por la opinión pública del país, se le han perdonado asuntos que difícilmente se aceptan en otros países. Se supo que tenía importantes sumas de dinero en paraísos fiscales del Caribe, pero como la “corona” británica es una empresa que busca rendimiento a sus inversiones se asumió sin que supusiera mayor escándalo.

A la reina de Inglaterra le resultó más fácil mantener la unidad de su país que la de su propia familia. La crisis y traumático divorcio del príncipe Carlos, el fallecimiento posterior de Diana de Gales, la condena de su hijo Andrés por tener relaciones sexuales con menores, el posterior fallecimiento de su marido, el duque de Edimburgo, la ruptura de su nieto Enrique y Meghan Markle con la familia, etc, han llevado a esta mujer de 96 años al final de sus días. La llorarán en los cinco continentes porque con ella se va la última gran reina de un imperio.

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