Una labor “casi arqueológica” recupera la fachada original del Palace
Miguel Díaz, responsable de la rehabilitación de los 8.000 m2 de fachada, descubre los secretos del mítico establecimiento madrileño, incluido su color original

La nueva piel del Hotel Palace. Foto: Xavi Martín Ruiz | Larrea Arquitectura.
Hasta los propios trabajadores del centenario hotel se llevaron un buen susto cuando los efectos de la rehabilitación empezaron a notarse en la fachada: ¡han pintado El Palace de amarillo! pensaron horrorizados. El edificio, totalmente blanco en el imaginario colectivo, no hacía sino recuperar su apariencia original de 1912, lograda gracias a una labor “casi arqueológica”.
Así lo define Miguel Díaz, de Ruiz Larrea Arquitectura, uno de los máximos responsables de los trabajos que han permitido devolver su antiguo esplendor a un edificio que forma parte ya de la historia de Madrid, incluidos colores, detalles ornamentales y estructuras arquitectónicas.
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Un hito en el Paseo de la Luz
Cuenta la leyenda urbana que el hotel Palace se construyó para alojar a la realeza europea que asistiría a Madrid con motivo de la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg. No es cierto porque el real enlace tuvo lugar el 31 de mayo en 1906 y el lujoso establecimiento no abrió sus puertas hasta 6 años más tarde, el 12 de septiembre de 1912.
Lo que sí es verdad es que esta boda acabó inspirando su construcción, ya que efectivamente demostró que no había hoteles en Madrid a la altura de los viajeros más exquisitos que a principios de siglo recorrían Europa.
Cuando por fin se abrió, levantado sobre los cimientos del antiguo Palacio de Medinaceli, frente a la fuente de Neptuno, El Palace se convirtió en un hito de Madrid y de todo el continente, no solo por ser el hotel más grande hasta la fecha, sino por incluir lujos hasta entonces inéditos como teléfonos o inodoros en cada habitación.
112 años, una república, una guerra civil, dos dictaduras, una democracia parlamentaria, un intento de golpe de Estado, el del 23F (cuyo recuerdo aún pervive en la llamada ‘escalera de los periodistas’), cientos de personalidades y miles de anécdotas después, El Palace es mucho más que un hotel para Madrid.
Pero, lo cierto, es que la mayoría desconocía su verdadera apariencia. Hasta hoy.
Si en construirse se tardaron apenas 14 meses, hará falta el doble de tiempo para ver todo el conjunto rehabilitado: 470 habitaciones y suites, espacios comunes (incluida la mítica cúpula de los hermanos Maumejean, que se ha desmontado pieza a pieza) y los 8.000 m2 de fachada, la primera parte ya concluida.
Actualmente inmerso en el Paisaje de la Luz, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y protegido como Bien de Interés Cultural (BIC) en la máxima categoría de monumento nacional, el proyecto de Ruiz Larrea Arquitectura ha supuesto la mayor intervención acometida en este edificio en su historia, una “labor de auténtica artesanía” en la que han participado “equipos que han sabido entender perfectamente el edificio y respetarlo”, apunta Ruiz.
Porque, a diferencia de otros trabajos, el imperativo ha sido “dejar egos de lado”, en el sentido, cuenta este arquitecto, de dejar la propia impronta en la obra. En este caso, por el contrario, “el ejercicio ha sido recuperar la esencia del edificio original tal y como fue pensado y diseñado a principios de siglo”.
Orgulloso de este proceder, que ha revelado más de una sorpresa, para Ruiz “sienta un precedente en la ciudad de Madrid, que tiene que poner en valor todos los edificios que conforman este Paisaje de la Luz”.
Artesanía y ciencia en la fachada del Palace
Hasta 35 expertos han liderado los trabajos de recuperación de los 7.000 m2 de fachada en su cuerpo superior y otros 1.000 m2 en el inferior. Unos trabajos, solo en la fachada, que se han prolongado durante 18 meses.
Canteros, vidrieros, herreros, cerrajeros, escayolistas y restauradores, entre otros equipos de especialistas, han trabajado en la restauración de este edificio, que arrancó con un análisis de las capas de pintura que se habían ido añadiendo al edificio.
Eliminando piel sobre piel, casi “como si se desmaquillara” y muchas veces a golpe de bisturí o cincel, describe el arquitecto, fue como se descubrieron pigmentos originales, incluido el color beige para las superficies planas que procura simular la piedra caliza y un marrón rojizo para los adornos, que trata de imitar la terracota.
El análisis en laboratorio de las muestras permitió identificar, mediante microscopios y rayos X, los pigmentos y técnicas empleados en 1912.
El resultado fue la recuperación de lo que hoy se conoce como el ‘color Palace’, el que más sorprende ahora a quien se para a admirar la fachada, un tono único creado específicamente para el edificio y replicado mediante una técnica de veladura, que garantiza la fidelidad con el acabado y textura originales de la fachada del edificio.
Cirugía sobre piedra
Los trabajos de limpieza unidos a “la calidad constructiva del edificio”, explica Ruiz, han permitido conservar muchas de las estructuras originales.
En otros momentos, esa tarea de arqueología ha conllevado la revisión exhaustiva de hasta 40 fuentes históricas, como el Archivo de la Villa, los fondos del COAM y fotografías de diferentes épocas, que han permitido descubrir los elementos introducidos en las sucesivas intervenciones en el edificio.
Entre las sorpresas más destacadas que ha dejado la restauración, “en algunas zonas prácticamente una cirugía”, según el director de rehabilitación, hay hornacinas -se aprecian en fotografías de los años 20 del pasado siglo, cuando en los bajos del hotel se alojaba Citröen-, pero también guirnaldas y decoración floral que han revelado, libres ya de capas de pintura acumuladas durante décadas, una sorprendente riqueza.
Es el caso de granadas, manzanas, uvas, hojas de acanto y olas de mar, así como rosas y flores silvestres colocadas a más de 20 metros de altura (apenas apreciable desde la acera) pero cinceladas con un detalle exquisito.
Otras de las labores han incluido la restauración de ménsulas y balaustras, algunas de las cuales tuvieron que ser reemplazadas, así como la instalación de farolas conocidas como isabelinas que no se habían colocado originalmente en la calle Medinaceli.
Es cierto que también había elementos que se habían perdido pero, como relata el arquitecto, siempre había algún lugar en la fachada donde se habían conservado, lo que ha permitido realizar moldes en los casos necesarios.
También se han eliminado elementos, como los añadidos en la marquesina en la famosa entrada principal que se abre a la Plaza de las Cortes, sobre la que se ha recuperado una escultura del dios Baco cuyos detalles se ocultaban bajo la pintura o las siglas HP originales del Hotel Palace.
Mientras la fachada ya luce en todo su esplendor, las obras continúan en su interior. Una vez finalizadas, el hotel pasará a llamarse The Palace, a Luxury Collection Hotel, Madrid, dentro de la cartera de Marriott International.