Sin categoría

El Decamerón: cien novelas que sedujeron a millones

El TNC acoge una nueva revisión del clásico de Boccacio con diez autores contemporáneos escribiendo monólogos sobre lo que sucede en estos tiempos de pandemia

Poesia per l’Zlatan, una de las obras de Decamerón en el TCN Foto May Zircus - TNC

Poesia per l’Zlatan, una de las obras de Decamerón en el TCN Foto May Zircus – TNC

Dicen que mala hierba nunca muere. En tiempos de pandemia, de la peste bubónica a la gripe española, pasando por el coronavirus, el ser humano se convierte en la certificación de esta premisa.

Es una obviedad, pero hasta ahora ninguna pandemia ha acabado nunca con la humanidad. Ésta tampoco lo hará. La mala hierba nunca muere, siempre resurge, siempre encuentra un camino.

El ser humano es una mala hierba… y vaya si es mala. Aunque la naturaleza lo intente, no puede acabar con ella. Ese es en realidad el tema de “Decamerón”, la obra magna de Giovanni Boccaccio, escrita tras la gran epidemia de la peste en Florencia en 1348.

Historias en el confinamiento

Quien no la haya leído todavía, ¡a qué está esperando! Diez jóvenes, siete mujeres y tres hombres, se confinan en una villa huyendo de la peste que ha asolado Florencia.

Como ahora nos dictan las autoridades sanitarias, vivirán aislados catorce días y para distraerse contarán cuentos cada jornada hasta un total de 100. Eso son muchas historias, muchos hombres y mujeres, muchos vicios y alguna que otra virtud.

Los jóvenes no cuentan las historais para distraerse del aburrimiento, sino como representaciones del hombre

El amor, la fama y buena reputación, el deseo, la codicia, la envidia, los celos, el engaño, la falsedad, todo eso que nos hace humanos, demasiado humanos, está encerrado en todas esas historias.

Promoción del ‘Decamer’ del TNC. Foto TNC

Los jóvenes no las cuentan para distraerse del aburrimiento de una vida confinada, sino como representaciones del hombre, o sea motivos de esperanza de que la pandemia acabará y el ser humano podrá volver a ser tan miserable como siempre y recuperar todo su esplendor.

Fascinación por la maldad

La premisa de esta primera gran colección de novelas cortas es la misma que ha llevado a millones de personas a engullir series de televisión de forma casi enfermiza durante el confinamiento. Queremos ver al ser humano interactuar entre sí y disfrutar de la gran representación de la comedia humana.

Nos enamora regodearnos en nuestras faltas porque, aunque parezca mentira, no es la bondad ni la virtud lo que nos hace humanos, si no los defectos y las perversiones los que mejor nos representan.

Y el ser humano, sobre todo, quiere ser representado. Verse en pantalla, leerse en un libro o escucharse en un teatro es una forma de celebrarse. No podemos evitarlo. La mala hierba nunca muere porque está fascinada en su propia maldad.

Los recorridos de Boccaccio

Los fans de este gran libro son cientos, del siglo XIV al XXI. Petrarca estaba tan obsesionado con la última de las novelas del libro, la protagonizada por Griselda, la abnegada y decidida mujer del conde Gualtieri, que lo tradujo él mismo al latín.

La primera versión que llegó a la península Ibérica fue en catalán, por obra y gracia de Bernat Metge. Ya en 1380, Geoffrey Chaucer copiaba algunas de sus historias en el también icónico “Cuentos de Canterbury”.

Representación de Boccaccio

Y en España, el Marqués de Santillana aseguraba: “¿Eres tú, Boccaccio, aquel que trató de tantas materias, ca yo non entiendo que otro poeta a ti se igualó? ¿Eres tú, Boccaccio, el que compiló los casos perversos del siglo mundano?”. Sí, fue él, marqués, y lo celebramos desde entonces.

En Inglaterra, Richard Burton aseguraba en “Anatomía de la melancolía” que uno de los placeres de las clases acomodadas del siglo XVII era leer en voz alta alguno de los cuentos del “Decamerón”. Su influencia, por ejemplo, puede leerse en todo Shakespeare.

En la obra catalana, diez dramaturgos y escritores proponen a diez directores diez monólogos para que los interpreten diez actores

En Francia, la reina Margarita de Navarra escribió “Heptameron”, colección de 72 novelas cortas publicado póstumamente en 1558, 200 años después de la publicación de la obra de Boccaccio, una imitación o un homenaje en toda regla.

El Decamerón, de Franz Xaver Winterhalter

600 años después, Pier Paolo Pasolini llevaba a la gran pantalla nueve de las historias del “Decamerón” con el cuerpo y sus placeres como gran protagonista.

La versión del siglo XXI

Y ahora, en el siglo XXI, el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) se inspira en el clérigo italiano para su propia versión de “Decameró”.

Diez dramaturgos y escritores proponen a diez directores diez monólogos para que los interpreten diez actores. El resultado, una nerviosa e intensa bomba de relojería escénica que estalla con brillantez frente a los ojos y los corazones de los espectadores.

L’esperança cega, una de las obras del TNC. Foto May Zircus-TNC

Entre los que han participado en los textos están las escritoras Najat el-Hachmi, Cristina Morales y Marta Marín-Dòmine, los poetas Narcís Comadira y Perejaume, los dramaturgos Valère Novarina, Dimitris Dimitriadis, Lluïsa Cunillé y Davide Carnevali, y el filósofo Gregorio Luri.

Estas historias sacan a la luz los efectos perversos de la era del Covid y el estado de incerteza y miedo que generan. Si Boccaccio hablaba del hombre desde todas las perspectivas para conservarlo para el futuro, aquí la obra parece no concebir futuro alguno y escribe desde ese vértigo.

¿Habrá vida después de la pandemia? Boccaccio sabía que la mala hierba nunca muere y por eso es genial y por eso se sigue leyendo 600 años después.

Falsedades, maldades y traiciones

Pero claro, Boccaccio era un humanista, uno de los primeros, y en el siglo XXI no tiene muy buena fama celebrar al ser humano, aunque sea lo único que podamos ser.

The Decameron, de John William Waterhouse

En su “Decamerón” Boccaccio nos habla del falso y tremendo señor Cepparello, tan falso y tremendo que al morir acabarán por declararlo santo. Nos presenta a Bernabó de Génova, que engañado por un vil hombre, intentará matar a su mujer lleno de odio y furia. Fracasará, pero su mujer tendrá que vestirse de hombre y refugiarse en la corte del sultán para idear su venganza.

Boccaccio retrata conflictos humanos que se basan en un gran principio moral que no pasa de moda

O nos presenta a Masetto de Lamporecchio, que finge ser mudo para trabajar como hortelano en un monasterio de mujeres y dar rienda suelta a toda su lujuria.

 También nos cuentan la trágica historia de tres hombres enamorados de tres hermanas que se fugan a Creta sólo para ir perdiendo la virtud y la vida poco a poco; o cómo Pietro Boccamazza se escapó de unos violentos ladrones y pudo regresar junto a su amada.

El Decamerón según Pasolini

En definitiva, conflictos humanos que se basan en un gran principio moral que no pasa de moda, dibujar al hombre con todas las maldades posibles, tal cual es, para que cuando realice sólo un acto lleno de bondad ésta resalte por encima de todas las cosas. Es decir, la maldad es lo que nos hace humanos, la bondad es lo que nos eleva por encima.

La hierba mala que nunca muere

Y como humanista, Boccaccio no se limita a ensalzar al hombre tal cual es, con todas sus miserias, sino que también ensalza a la mujer tal cual es, o tal cual podía ser en el siglo XIV, también con todas sus miserias.

Las diferentes novelas pueden leerse como gestos corteses en busca de la emancipación de la mujer. Es decir, no hay historias más contemporáneas como estos divertimentos jocosos del siglo XIV.

Deberíamos leer estos cuentos en voz alta como se hacía en el siglo XVII y celebrar para siempre nuestra humanidad. O si no, siempre podemos ir al TNC y dejarnos fascinar por la gran verdad que nos descubrió Boccaccio, que la mala hierba nunca muere.

a.
Ahora en portada

Salir de la versión móvil