Cómo en Mongolia pero sin salir de Extremadura: así se duerme en una yurta entre cerezos

El primer alojamiento singular de Extremadura incluye tres auténticas yurtas de Mongolia pero en el corazón del Valle de Jerte (Cáceres)

Tres yurtas realizadas por artesanos mongoles son el corazón de El Jardín de las Delizias, en el Valle del Jerte.

A 8 km del pueblo cacereño de Casas del Castañar, siguiendo la N-110, la carretera más buscada por quienes a partir de marzo buscan los mágicos paisajes teñidos de blanco que deja la floración del cerezo en el Valle del Jerte, encontramos uno de los alojamientos más originales de Extremadura.

Tan especial que inauguró a principios de 2021 una nueva tipología de establecimientos en la región, la de alojamientos singulares, que viene a ser la adaptación de lo que los viajeros buscan como glamping y que va desde burbujas a casas en los árboles, cabañas o, como aquí, auténticas yurtas traídas de Mongolia.

Yurtas en pleno Valle del Jerte

Un antiguo aljibe reconvertido en recepción da la bienvenida al complejo, de nombre El Jardín de las Delizias, en la finca que la familia de José Antonio García ha cultivado durante décadas.

El Jardín de las Delizias está catalogado como primer alojamiento singular de Extremadura.

Hay que recorrer un camino que serpentea entre cerezos, almendros, higueras, olivos, kiwis y paraguayos en una finca de más de 5.500 m2 para encontrar las tres únicas yurtas, construcciones típicamente mongolas que ahora lucen orgullosas en este rincón cacereño.

También Antonio se dedicaba a la tierra en una explotación de agricultura ecológica certificada hasta que, junto a su pareja, la madrileña Leticia Romero, vio un documental en La2 que sería la semilla de un proyecto turísticos inédito no solo en la zona, sino en toda la región.

“Vimos un documental sobre yurtas y nos enamoró: desde entonces empezamos a darle vueltas a la idea de traer este tipo de construcciones a Extremadura en forma de alojamiento rural de calidad”, explica a Tendenciashoy Leticia.

Modular y desmontable, bioclimática y con impacto medioambiental cero, la yurta es la opción ideal para un pequeño negocio turístico que conjuga calidad y contacto con la naturaleza en El Jardín de las Delizias

Las yurtas fueron realizadas por artesanos mongoles. Foto: El Jardín de las Delizias.

Típicas de los nómadas que habitaban las estepas de Asia Central, donde se han empleado durante, al menos, 3.000 años, las yurtas son tiendas grandes construidas esencialmente con tela, lana, pelo de caballo y madera, entre otros materiales, todos ellos sostenibles.

Modular y desmontable, bioclimática y con impacto medioambiental cero, parecía la opción ideal para un pequeño negocio turístico que conjugase el contacto con la naturaleza con la calidad de los alojamientos que hoy llamamos glamping, y que vienen a ser una vuelta de tuerca a los típicos camping pero en versión lujo.

Nada del glamping sabían estos nómadas, que desarrollaron las yurtas como estructuras fáciles de transportar y óptimas para soportar los intensos cambios climáticos de los lugares que habitaban y que la Unesco reconoció en 2013 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Una habitación de hotel en medio del campo

Así, tras un primer contacto con el turismo en un pequeño negocio de apartamentos rurales, Leticia y Antonio se lanzaron a la aventura.

Las tres yurtas son diferentes y unicas. Foto: El Jardín de las Delizias.

Primero vino el contacto con proveedores y fabricantes de yurtas, ubicados en lugares como Alemania y Rusia. Las suyas, sin embargo, vinieron directamente desde Mongolia, fabricadas por artesanos locales.

De forma circular y 35 metros cuadrados de superficie, están coronadas por el tonoo, un círculo enfocado al cielo y de gran simbolismo en la cultura mongol. Aún hoy se puede descubrir este agujero para ver las estrellas desde la cama, una experiencia idílica en este lugar completamente ajeno a la contaminación lumínica.

La Unesco reconoció la artesanía de las yurtas mongolas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2013

Por debajo, una cama de gran tamaño vestida con sábanas de algodón de la mayor calidad, rodeada de muebles de madera y tejidos naturales, perfectamente climatizada y dotada de baño completo, cafetera o minibar.

Las tres yurtas están decoradas de forma diferente y bautizadas como Fuego, Tierra y Cielo, tres elementos importantes en la cultura de estos pueblos nómadas.

El Jardín de las Delizias es ideal para practicar astroturismo.

Lujo sí, sostenibilidad también

Que el modelo fuera sostenible fue una condición sine qua non para Leticia, que se marchó de Madrid “buscando respirar” y que no quería renunciar al contacto con la naturaleza en su emprendimiento en el Valle del Jerte. La ubicación dentro de la Red Natura 2000 reafirmaba ese compromiso.

El Jardín de las Delizias se alinea así con un turismo responsable, ecológico y sostenible que consume energía renovable procedente de placas solares, cuenta con punto de carga de coches eléctricos, iluminación led y aparato eléctricos de alta eficiencia energética, control de caudal de los grifos o amenities biodegradables, entre otros. Tampoco emplea plásticos y cuenta con varias estaciones de reciclaje.

Luego vino la burocracia. Al no existir ningún establecimiento de estas características en Extremadura fueron necesarios cuatro años de papeleo, certificaciones e inspecciones. Por fin, el 26 de enero de 2021 abría sus puertas El Jardín de las Delizias como primer alojamiento singular de Extremadura.

Detalle de la artesanía en las yurtas. Foto: El Jardín de las Delizias.

Un año después, la propia Junta de Extremadura reconocía su iniciativa con el Premio a la innovación y a la sostenibilidad turística entregado en el marco de Fitur. Hace pocos días recibian también el galardón al Mejor Alojamiento Sostenible de Lujo de Europa, así como el segundo premio en las modalidades de Mejor Alojamiento Sostenible del Sudeste de Europa y Mejor Hostel de Europa en los GrINN Awards entregados en Londres.

Cómo es dormir en El Jardín de las Delizias

Sin planes para incrementar el número de yurtas u otras tipologías de cabañas (“perderíamos la esencia de lo que somos y el trato de calidad que es nuestro sello de identidad”, apunta Leticia), la estancia en una de las tres únicas tiendas es una experiencia exclusiva que puede reservarse desde 100 euros por noche en temporada baja hasta 180 en la época de mayor afluencia, entre marzo y septiembre.

Dormir aquí supone hacer alejado de cualquier contaminación imaginable y en plena naturaleza, en uno de los valles más hermosos de Extremadura, rodeado de frutales, colinas verdes y saltos de agua, que aquí se llaman gargantas.

Hay quien no sale de su yurta durante toda la estancia (cada una tiene un jardín propio de 200 metros que garantiza la privacidad) y quien tras disfrutar del desayuno, con mermeladas elaboradas artesanalmente con el fruto de sus árboles entre otros deliciosos productos locales, se da una baño en la piscina, aprende sobre el cultivo del cerezo o explora los alrededores.

De la energia a las amenities, el alojamiento busca la máxima sostenibilidad

También quien reserva alguna de las actividades en la zona, facilitadas por pequeños proveedores y empresas locales con los que se comparte la filosofía de economía circular.

¿Las opciones? Desde una cena romántica preparada por una chef privada a una noche de astroturismo, rutas senderistas y 4×4, clases de yoga o terapias naturales como masajes ayurveda, masajes orientales, reflexología podal, o masaje thai tradicional.

Todo, explica Leticia, “enfocado a vivir la vida de una forma más saludable, más plena, consciente y en calma”.

El éxito ha sorprendido incluso a sus promotores. “Hay quien viene interesado en dormir en una yurta y quien no sabe lo que es; gente joven y gente muy mayor, con más o menos poder adquisitivo, arquitectos interesados en opciones de arquitectura bioclimática y sostenible y parejas que buscan un fin de semana romántico. Lo bueno es que todos encuentran lo que buscan”.

a.
Ahora en portada