La doble vía del Partit Demòcrata Català

Los grandes bufetes, Roca, Cuatrecasas, Garrigues o Uría refuerzan el 'fundamento constitucional' del camino lanzado por Homs

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La doble vía del Partit Demòcrata Català tiene «fundamentos constitucionales», a criterio de los mejores analistas de bufetes, como Cuatrecasas, Miquel Roca, Uria Menéndez, Pombo o Garrigues, que han participado, a lo largo de las últimas cuatro décadas, en los reformismos sucesivos de la España confederal.

La nueva Convergència está dispuesta a negociar en Madrid una lista alternativa con PSOE y Unidos Podemos (que daría matemáticamente) renunciando al referéndum y, simultáneamente, mantener en el Parlament las espadas en alto del procés independentista.

Los bufetes no se alinean políticamente, pero la materia gris de sus constitucionalistas (nada que ver con los civilistas y mercantilistas que mantienen las altas facturaciones de estas selectas tribus) habla claro respecto a la «viabilidad de esta doble vía, siempre que no choque con sentencias del TC como la reciente sobre las estructuras de Estado en Catalunya».

Los dictámenes de los grandes abogados

Estos despachos alimentaron los pros y contras de la LOAPA, atravesaron el plan Ibarretxe y atraviesan el independentismo catalán de hoy, son un mojón del club de las Españas. Sus dictámenes dirigidos a la clase política se alimentan sin empachos en el Cádiz de la Pepa recuperado un siglo más tarde en el anhelo liberal de la frustrada operación Roca.

Fuera de este mundo en el que rige Cicerón (Cedant arma togae «Que las armas cedan ante la toga»), la política apunta siempre al mismo flanco. Y mira por donde, lo que más odian los ex jóvenes turcos de Artur Mas llama ahora a la puerta de la historia. La doble vía pide paso con elegancia, como siempre. Aunque nunca volverá Minoría Catalana, el espíritu bifronte del nacionalismo de la Transición, Jordi Pujol en casa y Miquel Roca en Madrid, dice de nuevo aquí estoy y soy legal. No fuerzo marcos insuperables; me muevo por ósmosis institucional tanto en el reformismo español como en el soberanismo catalán.

Homs se ubica en la línea de largada

La dialéctica devuelve al fin la razón a los elegidos. La voz cantante la lleva Francesc Homs, Savonarola, el portavoz del PRD en el Congreso (si finalmente hay grupo propio), que fue el más fino y ladino de los turcos que desterraron a Roca, marginaron a Josep Duran Lleida (el primer delfinato del Segundo Imperio ) y flanquearon el camino de Mas, el hereu que mata al padre para redefinir los límites de la patria, como lo hicieron el príncipe de Dinamarca y su fiel Laertes.

Entre los primeros espadas de los citados bufetes jurídicos sobrevive el empeño de los mejores, se llamen Roca o Herrero de Miñón; se llamen ahora Francesc de Carreras, Marañon y Bertrand de Lis o Bernaldo de Quirós, el ideólogo del Círculo de Empresarios en la etapa de Vicente Voceta y Espinosa de los Monteros. En estos círculos, en los que los nietos de Sagasta viven de prestado, los socialistas brillan por su ausencia, pero tal vez Miquel Iceta acabe siendo la excepción brillante del nuevo futuro.

Con la Loapa en el retrovisor

El PSOE mata y el PSC restaña heridas. Ya ocurrió así en los primeros años ochentas, cuando la Crida a la Solidaritat de Àngel Colom (prueba ex ante de la actual Asamblea de Carme Forcadell y Jordi Sánchez) reunió a casi medio millón de personas en defensa de la lengua y Felipe González acabó con todo inventando la Ley del Proceso Autonómico de 1984.

Felipe salvó los muebles de la LOAPA al grito de «hemos perdido la batalla contra el nacionalismo, pero hemos ganado la guerra de la bóveda inacabada de las autonomías». Quien más lo lamentó, años después, fue el ex lehendakari Ibarretxe, cuando quiso reformar el Estatuto de Guernika en Madrid.

Miedo a la reforma territorial

Claro que la armonización autonómica del café para todos se gestó con el escenario de fondo del fallido golpe de Tejero (23-F del 81), pero ahora las cosas no son mejores.

Con el tiempo, Múgica, Milans del Bosch, Armada, Calvo Sotelo y Alberto Oliart se han ido llevando para siempre un recuerdo que hoy se podría llamar déficit ante Bruselas, «brexit», populismos rampantes en medio de la guerra antiterrorista, etcétera. Los pretextos son eternos.

Entonces los dictaron Sabino Fernández y Gutiérrez Mellado; ahora parece que no lo haga nadie, pero el miedo a la reforma territorial en España es inabarcable.

Da tanto miedo esto de modificar la piel de toro, que la gente prefiere correr delante de los miuras después de recogerse ante la hornacina del Santo. España es una patología pánica, que solo se supera en las charlas de chambergo, mojadas con el té de media tarde. En los despachos acristalados de Uría o Garrigues no se oyen ruidos sospechosos. Quienes llevan décadas echándose verdades a la cara, solo le temen folclóricamente al destierro de Fuerteventura, la memoria del contubernio de las Brujas de Múnich.

Los bufetes moldean la Historia

En los interiores colgantes de Diagonal y Paseo de Gràcia, reina la paz de los Trias, Puig y otros integrantes del sanedrín de Emilio Cuatrecasas, hacedor lobista de la Ley de Sociedades Anónimas, de Valores y Bolsa o del código concursal que se aplica hoy.

Los bufetes, y Antonio Garrigues Walker lo sabe bien, han moldeado la historia reciente del legislativo español, aunque si acudimos el próximo día 19 a la Carrera de San Jerónimo, al acto de constitución del hemiciclo nacido del 26J, podremos comprobar la escasísima consciencia que existe de ello. Los nuevos escaños de sus señorías electos pronto sabrán que la pasión del poder se agita entre las sombras: «ustedes hagan la Ley, que yo me ocuparé del reglamento», decía Romanones.  

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