La Sareb entra en crisis por divergencias estratégicas

La presidenta Belén Romana recela de los ‘hombres de ING’, con el director general Walter de Luna a la cabeza

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La salida prematura de Miguel Garicano como efímero director de Operaciones y Sistemas de Sareb desató, a finales del pasado verano, todo un cúmulo de rumores acerca de la disparidad de criterios existentes en el equipo gestor de esta sociedad sobre cómo afrontar la venta de activos.

Aunque desde dentro reiteraron que el cese de Garicano se debía a meras razones de reestructuración del organigrama, su salida no fue muy bien acogida entre los que habían sido durante años compañeros suyos en el banco ING. Entre ellos, el propio director general, Walter de Luna –quien le había promovido al cargo–, o el director de activos financieros, Rafael Piaget. Un malestar que ha ido en aumento y que hace prácticamente inevitable la salida de De Luna y de algún otro directivo, siendo sustituidos por personas de la máxima confianza de Romana.

Para saber cómo se ha llegado hasta crisis en la Sareb, poco más de un año después de su constitución, conviene recordar cómo lo de ser nombrada presidenta de la Sareb (el banco malo), en noviembre de 2012, le llegó a Belén Romana de rebote.

De rebote

Lo fue después de haber sido descartada para otros puestos. Pero alguno tenía que caer. Durante todo ese año su nombre había sonado con fuerza para ocupar un cargo de altos vuelos en España o en Europa, y dejar la secretaría general del Círculo de Empresarios.

De la mano del recién nombrado ministro de Economía, Luis de Guindos –con quien había coincidido en este Ministerio entre los años 2000 y 2005, primero como directora general de Política Económica y, después, del Tesoro– fue sucesiva o simultáneamente candidata a presidir el recién constituido fondo de rescate europeo (MEDE), la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) o sentarse en el sillón que dejó vacante José Manuel González-Páramo en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE).

Nada salió. Lo del MEDE se vino al traste cuando España tuvo que pedir el rescate financiero –no quedaba muy bien que presidiera un organismo como éste alguien de un país rescatado–, el peso político de Elvira Rodríguez la dejó también fuera de la CNMV y tampoco se pudo sentar en el consejo del BCE, ya que España perdió ese privilegio y fue Yves Mersch, el gobernador del Banco Central de Luxemburgo, el elegido para sustituir a González-Páramo.

Quedaba pues la recién constituida Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb). Y, en esta ocasión, la moneda salió de cara. El Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) la designaba, el 15 de noviembre de 2012, como presidenta, situando de director general a Walter de Luna, su segundo de a bordo.

Sin afinidad

De la noche a la mañana, dos personas que no se conocían de nada, son colocados al frente de un tinglado de cuidado. Como era el de poner en marcha una sociedad que, en un plazo de cuatro meses, iba a recibir casi 200.000 activos por valor de 50.781 millones de euros, de los que el 80% eran activos financieros y el 20% restante inmuebles de todo tipo.

Muchas viviendas, claro, pero también hoteles, oficinas y millones de metros cuadrados de suelo. Y con un único objetivo, el de proceder a su liquidación en un periodo de quince años, hasta 2027, y hacerlo tratando de obtener el máximo valor por ellos.

A partir de aquí, se empezó a formar el equipo. El FROB promovió a la Sareb a tres de sus directivos, el abogado del Estado Óscar García Maceiras, Miguel Ángel Gómez Gilabert y Orlando García, como secretario general, director financiero y director de Auditoría Interna, respectivamente.

Romana, por su parte, buscó la confianza en personas como Alfredo Guitart, promovido a responsable de la gestión de recursos, con el que había coincidido en la multinacional de telecomunicaciones Ono. Y De Luna convenció a varios de sus colaboradores en ING Real Estate para que le siguieran en esta nueva etapa en Sareb. Una veintena de directivos y altos cargos que fueron contratando a personal hasta formar una plantilla que, al cierre de 2013, rozaba los 200 empleados.

Discrepancias

Al principio, las cosas fueron más o menos llevaderas, mientras se echaba a rodar la sociedad, pero las discrepancias empezaron a surgir pronto y dos fueron los motivos. Por un lado, una excesiva externalización de actividades, principalmente a empresas como la auditoria KPMG, que en muchos casos relegaba a un segundo plano el trabajo de algunas de las direcciones, y por otro, el ritmo de ventas y el precio de los activos.

En relación a este último aspecto, la salida de Garicano se produjo semanas después de que un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) pusiera a Romana de los nervios. El documento daba un tirón de orejas a la Sareb por los precios, un tanto altos, a los que trataba de vender los activos, y le instaba a bajarlos, aunque ello echara por tierra las previsiones contempladas en el plan de negocios.

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