Liceu vs Notre Dame: ¿quién pagó entonces y quién paga ahora?

Las administraciones públicas aportaron el 73% del nuevo Liceu. Las donaciones privadas para Notre Dame (880M) superan el dinero que se necesita (600M)

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Sólo una cosa asemeja el Gran Teatre del Liceu de Barcelona con la catedral de Notre Dame: ambos iconos han sido pasto de las llamas. Hasta ahí los parecidos. Su reconstrucción será completamente diferente, puesto que el capital privado francés apenas tardó 24 horas en reunir el dinero necesario para que Notre Dame pueda resurgir de sus cenizas. Algo muy distinto ocurrió con el Liceu después del incendio que sufrió en 1994.

El profesor Joaquim Rius explica en un trabajo académico (¿Es posible gobernar los teatros de ópera?) que el gasto total de la reconstrucción del Liceu se elevó a 138,2 millones de euros. De esta cantidad, un total de 102 millones —es decir, el 73%— fueron aportados por las administraciones públicas. Según los cálculos de Rius, el coste público por habitante fue de 16 euros. 

¿No hubo donaciones privadas? Sí las hubo pero, en comparación con las que ha arrastrado Notre Dame, resultan exiguas. El capital privado aportó un total de 25,4 millones (el 18,2% del total) para el nuevo Liceu. Fueron sonados, en su momento, los 600.000 euros que se apresuró a donar el presidente del Banco Santander, Emilio Botín. Curiosamente, el banquero estaba en Barcelona el día del incendio y apenas tardó unas horas en preparar un generoso cheque y entregarlo al entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol.

No hubo noticia de hasta qué punto se rascaron el bolsillo los empresarios catalanes más destacados del momento, pero sí se conoce su mencionada aportación global. El resto del dinero necesario, 10,8 millones, corrieron a cargo de la aseguradora del teatro.

Tras el incendio, la historia del Liceu cambió para siempre. De aquel teatro creado en 1847 por iniciativa de la burguesía barcelonesa y de su primera construcción, financiada a través de acciones mercantiles de la Sociedad del Gran Teatro del Liceu (vendían las mejores butacas del teatro), se pasó, tras el siniestro, a una propiedad pública del edificio. Y así se puso fin a un siglo y medio de un Liceu en manos privadas.

Los bolsillos franceses

El contraste entre la reconstrucción del Liceu y de Notre Dame es tremendo. Aunque ni siquiera se sabe el coste total que supondrán los trabajos para rehacer la catedral de París —las primeras estimaciones oscilan entre los 450 y los 600 millones—, ya hay aportaciones sobradas. Al cierre de este artículo, se habían alcanzado los 880 millones.

Sin apenas tiempo para digerir las imágenes de Notre Dame en llamas, la familia de François-Henri Penault (Gucci, Yves Saint Laurent, Balenciaga) anunció una donación de 100 millones. Poco después, Bernard Arnault, la mayor fortuna de Francia y propietaria del grupo del lujo Louis Vuitton, comunicó otra aportación de 200 millones. Siguieron los Bettencourt-Meyers, dueños de L’Oréal, que preparon un cheque de 200 millones. La petrolera Total siguió la ronda poniendo sobre la mesa otros 100 millones. Y así, la calcinada Notre Dame supo tendría una siguiente vida.

Ahora, el debate en Francia se se centra en si a las donaciones anunciadas hay que descontarles, o no, las desgravaciones fiscales que acarrean. Pero el asunto no ha frenado el goteo de donaciones. No son tan gigantescas como las de los grandes bolsillos franceses, pero son continuas. De hecho, una de las prioridades de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, es convocar una «conferencia internacional de donantes» para canalizar los recursos.

Marcos Pardeiro

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