Melilla: la punta del iceberg en la compra de votos electorales

Los intentos de comprar votos y amañar los resultados electorales no son exclusivos de Melilla. Es un proceso que se repite en cada convocatoria electoral

El presidente de Coalición por Melilla (CPM), Mustafa Aberchán. EFE/ Paqui Sánchez

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Como con los insultos racistas contra el futbolista del Real Madrid Vinicius jr, los españoles se han sorprendido con el escándalo de la compra de votos en Melilla. Pero como en los casos de racismo, no hay nada nuevo bajo el sol. Las denuncias por intentar comprar votos también vienen de lejos, aunque hasta ahora no se le había prestado la atención que merecían. 

Ha hecho falta un escándalo a gran escala, como la presunta masiva compra de votos por correo en Melilla para las elecciones municipales del 28-M, para que salten las alarmas en otros lugares alejados de la ciudad autónoma, como la localidad almeriense de Mojácar

En un principio se intentó acotar esta práctica fraudulenta a la ciudad española situada en el Norte de África, por sus condiciones especiales y por el presunto interés del Gobierno de Marruecos de interferir en el proceso electoral para colocar al frente del Ayuntamiento a una fuerza afín. 

Pero este argumento es difícil de sostener porque Mustafa Aberchán, el líder del partido implicado en la trama, Coalición por Melilla, ya fue presidente de la ciudad autónoma hace más de 20 años y actualmente su partido forma parte del Gobierno, por lo que el Reino de Marruecos ha tenido tiempo de sobra para ejercer su influencia si esas eran sus intenciones. 

Además, en caso de que Marruecos alterara de manera fraudulenta el resultado electoral para imponer a sus candidatos, ante cualquier decisión del Ejecutivo local que atentara gravemente contra el interés general de España, el Gobierno nacional podría aplicar el artículo 155 para frenarlo

Un amplio historial de tramas de compra de votos 

Melilla, es cierto, tiene un amplio historial de tramas de compra de votos, siempre con Aberchán en la trastienda. De hecho, en 2008 fue condenado e inhabilitado por este mismo delito. 

Pero Melilla no es un caso aislado. Es la punta del iceberg. Así lo confirma a Economía Digital un funcionario judicial, ya jubilado, con muchos años de experiencia electoral a sus espaldas en la Junta Electoral de su zona.  

Vista de la sede de Coalición por Melilla (CPM) y de una oficina de Correos (d), custodiada por la Policía. EFE/ Paqui Sánchez

En los distintos procesos electorales que le tocó cubrir, le sorprendieron dos cosas. Las numerosas denuncias que llegaban por compra de votos y la pasividad de los jueces, que siempre se escudaban en que esos casos no eran suficientes para influir en el resultado final de las elecciones para obviarlos. “Pero si llegan siempre esas denuncias, imagínate lo que puede haber detrás, todo lo que no se denuncia”, comenta este funcionario. 

Estos casos siempre tienen un patrón similar. Se dan en los barrios más deprimidos de las ciudades, donde los partidos con buenas conexiones en esas zonas cuentan con intermediarios que ofrecen dinero a la gente más necesitada a cambio de su voto.  

Pero las investigaciones, por regla general, nunca han ido más allá porque el objetivo siempre es evitar la suspensión o repetición de las elecciones. La prueba está en que, a pesar de lo que ha sucedido en Melilla, la Junta Electoral Central ha dado por válidos alrededor de 700 votos que se emitieron por correo sin presentar el DNI

Como con Vinicius y el racismo, Melilla y la compra de votos nos recuerdan que el problema no es de ahora, está ahí desde hace mucho tiempo

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