Vida y muerte del periodista que fundó TV3 a golpe de dossier

Alfons Quintà se anticipó a menudo en su profesión pero aquel experiodista y juez de paz es ahora el sujeto de un caso de violencia de género

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En el anochecer de las Corts se conocía este lunes el suicidio del periodista Alfons Quintà, cuyo cuerpo y el de su esposa fueron hallados por la policía y los bomberos. Fue en una sala acristalada de la calle Figols y adormecida por el tufillo persistente a pólvora que dejan las detonaciones. Junto a los cuerpos sin vida, había una escopeta que sirvió de arma en el atrezo del punto final premeditado para una trayectoria con epitafio.

La de Quintà fue una existencia paradójica marcada por su relación con el mundo nacionalista a través del ex secretario general de presidencia de la Generalitat, Lluis Prenafeta, mano derecha de Jordi Pujol en sus mejores años y socio natural del llamado «sector negocios» de Convergència. El periodista fue martillo de la diferencia y vivió de lleno los primeros momentos de la crisis de Banca Catalana, cuando el Banco de España ponía a los hombres de negro (Aristóbulo de Juan o Mariano Rubio, mucho antes de ser gobernador) a filtrar papeles inasequibles.  

Las actas del banco emisor demostraban las malas prácticas del banco de Pujol, un compendio de activos fallidos y créditos ficticios. Quintà tuvo esas actas en sus manos y las celebró sin demasiado rigor como delegado de El País en Barcelona, en la etapa fundacional del periódico. En el límite de su turno escrito, conoció los papeles que Eusebi Diaz Morera –administrador del banco en plena fallida- entregó al ministro Miguel Boyer para fundamentar la querella contra los gestores de la entidad.

Quintà retuvo parte de aquella documentación; se la birló a los lectores para agitarla delante de Pujol como amenaza para conseguir primero la dirección de la televisión autonómica y más tarde la financiación del diario El Observador.   Cuando Quintà dejó El País abandonó la escritura para pasar influir desde el lado oscuro. Así, a golpe de furor y miedo al futuro, inició su andadura de gestor de medios. En TV3 dijo desde el primer día que no iba a desarrollar un canal antropológico, sino simplemente profesional.

Sobre las huellas de CNN

Y cumplió, hasta el punto de que los primeros años fueron de auténtica vindicación sobre las huellas de la CNN, entonces propiedad del magnate Ted Turner, que años después fue adquirida por Time Warner. Quintà abandonó TV3 antes de la visita a las instalaciones de Sant Joan Despí (Barcelona) del mítico Bob Woodward, aquel periodista de The Washington Post que desveló el Watergate junto a su compañero Carl Bernstein.  Para entonces ya le rondaba de nuevo el gusanillo de la prensa escrita. Quintà se llevó el finiquito de un contrato blindado por la naciente Corporación Catalana de Radio y Televisión, dispuesto a fundar El Observador.

De nuevo en esta aventura, iba de la mano de Prenafeta obsesionado en lanzar un producto alternativo a La Vanguardia. Quintà fichaba entonces a la americana: recibía a los periodistas en su despacho, se pasaba la reunión entrando y saliendo, y les entregaba el código deontológico sin pronunciar palabra y observando las reacciones con el rabillo del ojo. Hablaba mal de los gabinetes de comunicación y no soportaba la más mínima mención a las escuelas de periodismo, siguiendo fielmente el estilo de Juan Luis Cebrián

Cuando El Observador se fue a pique, Quintà empezó a jugar al escondite; primero como juez de paz en el área metropolitana de Barcelona (en calidad de abogado fue nombrado magistrado del llamado «cuarto turno») y más tarde en una réplica puntual de su primera profesión, como oficial de la marina mercante, licenciado en la Escuela Náutica de la plaza Palacio. Su carácter sanguíneo ha salido a relucir en las crónicas de su fallecimiento, en las que aparece el temor confirmado de su suegra ante un hombre intemperante y autoritario.

Teatralidad liquidacionista

A la hora del recuento no pueden faltar menciones de su paso por Enciclopèdia Catalana y por las páginas del diario Avui. Participó en el digital El Debat, fue tertuliano en 8TV,  analista de Zoom News y escritor asociado del Diari de Girona, medio en el que colaboraba en la última etapa de su vida. Tras la entrada de una unidad de los bomberos en su domicilio, donde descubrieron su cuerpo y el de Victoria su pareja hasta hace poco, se han disparado las hipótesis de asesinato y suicidio con lo que el periodista pasaría a engrosar las páginas tristes de la violencia de género.  

A falta de pruebas concluyentes, algunos de los que le conocimos preferiremos pensar en la teatralidad liquidacionista de un hombre enfermo (había sido operado del corazón recientemente) atacado por la misantropía desde su nacimiento. La magistrada del juzgado de instrucción número 18 procedió al levantamiento de los cadáveres de Quintá y de su exesposa. La magistrada se inhibirá en favor del juzgado de violencia de la mujer. Un destino trágico para alguien que en sus momentos de lucidez fue un estilete de las malas prácticas de políticos y altos cargos.

En su profesión se anticipó a menudo como cuando fue el creador de los primeros programas en catalán de Radio Barcelona (SER). En la vida en cambio le pudieron los demonios que configuran el pequeño infierno de los atrabiliarios. El destino ha querido que aquel experiodista y juez de paz sea ahora el sujeto de una investigación sobre las circunstancias de su muerte a cargo de los Mossos d’Esquadra.

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