Celsa planteó aumentar la plantilla en A Coruña antes del conflicto con los fondos 

La fábrica, que emplea a 134 trabajadores, pasó por una huelga y un ERTE antes de jugarse el futuro en la negociación de Celsa con los fondos acreedores

Protesta de los trabajadores de Celsa en A Coruña / EFE

Protesta de los trabajadores de Celsa en A Coruña / EFE

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Trabajadores de las fábricas de Celsa en A Coruña, Bilbao, Santander y Barcelona se movilizaron este viernes para exigir un acuerdo que permita al grupo de la familia Rubiralta acceder a la financiación del fondo de rescate de la Sepi, los 550 millones de ayuda que le concedió el Gobierno a cambio de acordar con los acreedores un rebaja de la deuda. El atasco en las negociaciones hizo que la dirección de la compañía trasladase un mensaje de pesimismo a la plantilla, alertando de que peligra la viabilidad del grupo.

Los trabajadores de las acerías y plantas de laminados reaccionaron y se concentraron este viernes, en el caso del personal de la factoría de A Laracha, formado por 134 operarios, frente a la sede de Deutsche Bank en A Coruña. También las distintas administraciones mostraron su respaldo a una compañía que da empleo a unas 4.500 personas de manera directa.

En la plantilla de Galicia era conocido el elevado endeudamiento de Celsa, que asciende a 2.800 millones, pero fuentes sindicales aseguran que la empresa está obteniendo buenas cifras de ingresos y de ebitda, y que incluso tenían previsto acometer inversiones y ampliar el número de trabajadores en los próximos años de manera significativa, según CCOO.

Las piedras en el camino de Celsa

Este optimista horizonte sorprende para una factoría que lleva tiempo encontrándose con obstáculos, desde el precio de la energía que sufren todas las electrointensivas hasta la competencia de países como China o Turquía, con mano de obra más barata; por no hablar de la caída que experimentó la construcción desde la crisis financiera. La antigua planta de Manuel Añón trabaja sobre todo para este sector y para la automoción como productora de alambrón y hierro.

El año pasado, los trabajadores protagonizaron siete jornadas de huelga para demandar mejoras en el convenio colectivo y pedir un plan de inversiones que garantizase la viabilidad de la fábrica, ya que estaba operando al 50% de su capacidad. Este año la empresa volvió a presentar un ERTE, en este caso, derivado de la huelga de transporte y la falta de palanquilla.

Ahora, la viabilidad de la planta depende de la negociación que mantiene Celsa con los acreedores con el objetivo de que acepten una quita para limpiar 1.000 millones de pasivo del balance.  Goldman Sachs, Deutsche Bank , Attestor, GoldenTree, SVP o Capital Group reclamaron inicialmente entrar en el capital de la compañía, aunque este viernes planteaban una nueva propuesta que pasaría por recibir el superávit que genere Celsa los próximos años con intereses, a cambio de aceptar una quita de 630 millones. Hasta el momento, los Rubiralta han rechazado cualquier fórmula que entregue parte de la compañía a los acreedores.

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