Aunque suene extraño, para comer el que probablemente es el mejor arroz de Barcelona hay que acudir a una mantequería, Can Ravell. Puede parecer raro, pero es así. La especialidad del establecimiento es todo aquello que evoca su propio enunciado –charcutería y colmado–, aunque desde que Josep Ravell tomó el relevo de su padre hace ya unos años la oferta se ha ampliado tanto y está tan a la última de los mejores productos del mercado que el local se ha convertido en una especie de edén para el paladar.
Figura en las mejores guías, por lo que no es extraño encontrarse con americanos y japoneses en sus mesas corridas, en las dos que tiene en la trastienda o en las del piso, al que se accede por la escalera de caracol que nace en la mismísima cocina.
Ravell se lanzó a la aventura de abrir un restaurante independiente de la tienda hace unos años. Cuando cerró el Manduca, a unas manzanas de la casa madre, se instaló allí, pero la aventura no funcionó. Trasladó el proyecto al piso de arriba de la charcutería. Aquel espacio fue ocupado al poco tiempo por el Toc, del que ya hemos hablado en estas páginas.
El tripartito
En el comedor del piso se cocinó el segundo tripartito de Catalunya. José Montilla, Josep Lluís Carod Rovira y Joan Saura sellaron su célebre acuerdo de legislatura dando cuenta de algunas de las exquisiteces del local. Fueron cazados por los fotógrafos a la salida.
Personalmente, prefiero una de las mesas de mármol de abajo, donde llegan los efluvios de la chacinería expuesta en los mostradores de la tienda y desde las que eres testigo del trasiego de los empleados, que mientras no atienden las mesas se dedican a embolsar los fiambres que luego venden para llevar. Me gusta ver el trasiego de un colmado a la antigua usanza, con sus oficiales y aprendices yendo y viniendo, y con el dueño dirigiendo el cotarro sin perderse un detalle.
Pues como decía, aun y teniendo productos de primerísima calidad que abarcan desde la pasta artesanal a quesos de todo el mundo, incluida la burrata italiana fresca, pasando por los mejores embutidos, el cangrejo real, caviar y una amplia gama de dulces, creo que no se debe hacer una visita sin probar alguno de sus arroces. Recuerdo a un forofo de este plato, el profesor del IESE José Luis Nueno, al que en una ocasión vi repetir arroz de primero y de segundo, hechos con distintos condimentos. Tal es su pasión por este cereal y su fe en la cocina de la casa.
Platos de cuchara
Describir la oferta de Ravell es una tarea imposible en un espacio periodístico. Quizá valga la pena subrayar las elaboraciones en torno a legumbres y también a las aves. Aquí no han olvidado los platos de cuchara, tan en desuso en la mayoría de los restaurantes.
La botellería es inmensa en todo tipo de vinos, cavas, champagnes y licores, de nivel y de normalidad, porque igual ves un Perro Verde en lugar destacado, de promoción, que un magnum de Veuve Clicot. Ravell es ecléctico, de manera que también tiene para llevar esas cajas de tetrabrik con tres o cinco litros de vino cosechero a precios populares.
Su relación de vermuts debe ser la más amplia de Barcelona –Yzaguirre, Miró, Martínez Lacuesta-, como ocurre con la de ginebras y tónicas. Josep Ravell administra sus existencias vinícolas, de manera que no carga lo mismo en todos los productos. Algunas botellas apenas cuestan un 15% más si son consumidas en el restaurante que compradas en la tienda, pero otras llevan un 50%. Curiosamente, el vino servido a copas es muy caro. Una de Rovellats blanco Primavera cuesta 4,5 euros, lo mismo que una del ribera Entrelobos. Ninguno de ellos supera los 10 euros en bodega, o sea que castiga el descorche.
Huevos fritos
Y aunque nada más entrar los aromas actúan como un despertador y levantan de su letargo a los jugos gástricos, hay que ser prudente y repasar muy bien la carta, que es bien larga. Todo es apetitoso y bueno, pero creo que, además de un arroz, hay que probar los huevos fritos con foie y frites, un lujo. La ternera de la casa es de las mejores de la ciudad, sin exageración. Quienes prueban la gigantesca hamburguesa, servida sobre un plato de piedra caliente, no la olvidan. En el capítulo de postres me quedo con el yogur griego con frutos secos y el tiramisú. El café es Nespresso y bueno. Una comida medida, incluyendo postre, sale por algo más de 50 euros.
Can Ravell es lugar de desayunos de tenedor y también de aperitivos. Muy frecuentado por los aficionados al almuerzo contundente, de esos que incluyen embutidos, tortilla de patatas y pan –excelente- con tomate. Para el aperitivo dispone de una gama de conservas en lata extensísima, con las mejores marcas en almejas, berberechos y mejillones. Es caro, pero de calidad.
Josep Ravell es un tipo popular en el mejor sentido de la palabra. Es activo en las redes sociales, pero antes de que estas aparecieran ya se había vinculado a los movimientos vecinales. Son célebres sus asados de vaca –entera- en las fiestas anuales del barrio, que en los últimos años ha exportado a otras zonas de Barcelona.