Instalado en lo que fue una editorial, este restaurante refleja perfectamente el espíritu divertido que desde el primer momento quiso darle su impulsora, Ada Parellada, bisnieta, nieta, hija y hermana de restauradores de largo recorrido. Su personalidad inquieta está presente en todos los aspectos del local, con una carta muy original, tanto en su presentación como en el contenido.
A primera vista, la estructura del establecimiento y sus espacios recuerdan a una bodega antigua, pero no tiene nada de eso, es una apariencia deliberada, tras la que se esconden medios suficientes para dar muy bien de comer con iniciativas atractivas; aunque no siempre están logradas.
La carta no es muy extensa, está estructurada por la oferta clásica de primeros y segundos platos, pero también de mini raciones (tapas) y por productos preparados de distintas maneras, como es el caso del atún y del bacalao, dos de los cinco pescados. Se trata de presentar platos y materias primas de siempre, pero elaborados con un estilo propio y original adecuado para los amantes de la cocina contundente, que es el caso, por ejemplo, del original y sabroso brazo de gitano negro.
Otras apuestas no salen tan bien, como le ocurre al secreto ibérico. La profesionalidad de la dueña del local se aprecia justamente en esos pequeños fallos, a los que Ada Parellada responde de forma adecuada. La carta, con ofertas tan divertidas y originales como la “cazuela de tortilla de patatas y otras historias” se complementa con una relación de menús para grupos que van de los 33 a los 50 euros.
Los vinos están seleccionados con un criterio que es de agradecer en los tiempos que corren, no solo son asequibles y más que correctos, sino que la casa no se pasa cargando el margen como ocurre con tanta frecuencia.
La clientela es básicamente familiar. Si acude usted un sábado al mediodía se encontrará con la sorpresa de una pequeña sala donde los niños aprenden cocina mientras comen. Un lunes al mes, la propietaria ofrece otra de sus singulares iniciativas: aprender a amasar el pan guiado por una sexóloga que le enseñará cómo esa manipulación es aplicable al cuerpo; y, después, se puede disfrutar de una degustación de bocadillos.