Xemei, probablemente el mejor italiano

Paseo de la Exposición, 85 www.xemei.es 93-553-51-40

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Los hermanos Cipriani tienen un local en la falda de Montjuïc que se ha ganado la fama de ser el mejor restaurante italiano (veneciano) de Barcelona. Tiene el aspecto de una taberna, con algunas paredes pintarrajeadas con frases más o menos ingeniosas, como en aquellas viejas tascas del Gótic, y otras perfectamente lisas y bien decoradas.

Mesas de distintas procedencias, como las sillas, no demasiado cómodas, distribuidas un poco apretadas en dos pequeños comedores situados a lado y lado de la cocina. Además, tiene una agradable terraza con calefactores y mantas de viaje a disposición de los amantes del aire libre (y el tabaco). Tanto Stefano como Max –Xemei quiere decir gemelos en el dialecto norteño de Italia- son muy simpáticos, con una amabilidad que no parece impostada y que han contagiado al resto del personal.

Todo en el local genera un aire acogedor que acompaña muy bien su cocina. No hay manteles y las servilletas son de papel, mientras que la cubertería, la vajilla y la cristalería podrían figurar perfectamente a un restaurante de mucho más nivel. O sea, un descuido cuidado.

A la italiana

Es un establecimiento muy italiano en todos los sentidos de la palabra. No toman nota de la comanda, que memorizan y cuando la reclaman a la cocina lo hacen de viva voz. Sobresalen sus conversaciones por encima del ruido ambiente, que suele ser contenido.

Es un buen lugar donde llevar a quienes creen que pasta es sinónimo exclusivo de la cocina italiana. Frecuentado por amantes de lo italiano –curiosamente se llena más en sábado y domingo que el resto de la semana- aficionados al teatro del cercano Mercat de les Flors, visitantes de los salones de la también próxima Fira de Barcelona y amigos de las novedades, aunque Xemei ya lleva algunos años abierto.

La carta es relativamente breve. Un folio escrito a mano y fotocopiado con una decena de clásicos y otros tantos de temporada. Entre los primeros, uno de los platos más logrados de la casa, el surtido de pescado azul veneciano: sardinas, arenques, caballas, boquerones encurtidos servidos en frío; burrata con rúcola y tomate; espaguetis negros con sepia o con mejillones, almejas y tomatitos. También los tienen con anchoas, los que más me gustan. Una especialidad muy lograda son las patas de pulpo a la brasa con cebolla y berenjenas, sensacionales.

Los platos de temporada incluyen el carpaccio de ceps, los raviolis caseros rellenos de calabaza –excelentes-, calamares a la plancha con alcachofas y gnocchis con jabalí estofado.

La breve relación de postres propone, cómo no, un tiramisú que tira de espaldas y, entre otros, un pastel de pera estupendo.

Aprietan en los vinos

La mayor parte de los vinos son italianos y franceses, sobre todo en cuanto a blancos. Los tienen de todos los precios y categorías. En mi anterior visita había bebido un sauvignon blanco –Fossa Mala- quizá demasiado suave para mi gusto.

Lo pagué a 24 euros, frente a los 10 de la bodega. En esta última comida me decanté por un müller-thurgau, también del norte de Italia, de Joseph Hofstätter, que me costó 26 euros, casi tres veces más que en la bodega. Ya se ve que siendo de importación (una palabra que debería estar prohibida en estos tiempos globalizados) los cargan aún más que la media. En cualquier caso, los sirven correctamente y a una temperatura bien fría, como nos gusta por aquí.

Es de los pocos establecimientos de Barcelona donde tienen cerveza de barril Pilsner Urquell. Es un poco más robusta de lo que estamos habituados, pero muy sabrosa. El café, Illy, bien. Una comida sale por una media de 50 euros. No es barato, pero merece la pena.

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