A Ucrania la maté porque era mía

Putin es un antídoto contra la superioridad moral de la izquierda

Putin es un antídoto contra la superioridad moral de la izquierda. La despiadada agresión contra un país vecino en el corazón de Europa sitúa a Rusia y a su presidente en el top de la lista de los enemigos de la democracia y la libertad.

Nadie quiere tener vínculos ideológicos con quien es internacionalmente reconocido como un sátrapa capaz de aniquilar población civil y hacer huir a millones de personas en el éxodo de refugiados más numeroso desde la Segunda Guerra Mundial. Así que la izquierda se empeña en borrar cualquier vínculo de Putin con el comunismo aplicando la máxima de que nadie que lucha por la igualdad, la solidaridad de la clase obrera, la emancipación de los pueblos, etc, puede ser una mala persona y cometer las atrocidades que está cometiendo el presidente ruso.

Vladimir Putin, presidente ruso. EFE/EPA/YURI KOCHETKOV

Claro que su pasado se empeña en decir lo contrario y deja muchas veces sin argumentos a quienes desde la izquierda radical española tratan de coronar al nuevo zar de Rusia con los atributos del más absolutista y tirano de los monarcas. Un ultranacionalista, en definitiva, con afán expansionista.

Lo que está claro es que Putin es comunista, nacionalista y lo que le echen. Porque en realidad es el heredero de un país que a lo largo de su historia y bajo diferentes formas políticas nunca ha gozado de libertad y nadie se ha educado en el ejercicio de las libertades.

Cuando no han sido agredidos por otros, ellos eran los agresores

Desde los zares, tras la revolución bolchevique, con la dictadura de Stalin y el partido único, la guerra fría y el final de la URSS, el caso es que no hay ninguna generación de rusos que haya conocido una democracia plena. Cuando no han sido agredidos por otros, ellos eran los agresores.

Rusia es un país de Europa y de Asia, oriental y occidental. El más grande del mundo en territorio, 17 millones de kilómetros cuadrados, con 145 millones de habitantes.

Controlar sus fronteras es como tratar de cubrir un cuerpo de dos metros con una manta de metro y medio. La caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética les dejó con los pies al aire.

Los Países de la antigua órbita del Pacto de Varsovia se fueron desvinculando de Moscú porque saben que bajo su paraguas no puede haber ningún futuro en democracia. Y esa es la tragedia de Ucrania.

Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80. EFE/ Stringer

Su acercamiento a Europa enfría demasiado los pies de Rusia. Putin, como ya hicieron antes otros líderes rusos, estira ahora la manta hacia abajo.

No es su guerra, como algunos quieren hacer ver. No es la guerra de un loco.

Es la agresión de un país que cree que puede comportarse con las reglas de hace un siglo porque es una potencia nuclear

Es la agresión de un país que cree que puede comportarse con las reglas de hace un siglo porque es una potencia nuclear. Y en mi casa mando yo.

Y a Ucrania la maté porque era mía. Los socialistas de Pedro Sánchez se han dado cuenta a tiempo, pero la izquierda podemita se resiste a aceptar la caída de un referente político que proporcionó a varias generaciones hoces, martillos y banderas que creían de libertad.

Entre los cascotes del muro de Berlín quedaron enterrados viejos ideales de una izquierda que se ha quedado huérfana incluso de sus propias soflamas. Lo que antes se reclamaba a gritos con el puño levantado lo reclaman ahora otros pero con la mano abierta y tendida.

Si tienen ustedes una cuenta en Twitter les animo a hacer una prueba. Reconozco que es un tanto pueril, pero ilustrativa.

Ucranianos en Londres protestan por la invasión Rusia de su país frente a Downing Street. EFE/EPA/NEIL HALL

Utilicen un eslogan, la letra de una canción o un verso que se haya empleado para justificar la lucha y la resistencia de la izquierda en cualquier parte del mundo y aplíquenlo a Ucrania. Ya saben, frases como “más vale morir de pie que vivir de rodillas”, “al fascismo no se le discute, se le combate”.

O estribillos de melodías, un suponer, del castrista cantautor cubano Silvio Rodríguez como “…Y comprendió que la guerra era la paz el futuro”. Les aseguro que tienen mucho donde elegir entre los trovadores que han luchado con su voz contra el imperialismo yanki.

Y no son precisamente perfiles de usuarios de izquierdas

Pues bien, verán que hay una parte importante de asiduos de las redes que valoran positivamente que se identifique a la resistencia ucraniana con esos parámetros de épica revolucionaria. Y no son precisamente perfiles de usuarios de izquierdas.

Los de izquierdas, curiosamente, muestran su malestar al ver ese vínculo y lo califican de apología a la guerra. De apoyo a “la solución sangrienta de un conflicto que no conduce a nada y que debe ser condenado de manera tajante y resuelto cuanto antes por la vía diplomática”.

Sería como pedir a una mujer que no se resista cuando es agredida porque eso no conduce a nada. Que es mejor que use la vía del diálogo, a ser posible de precisión.