La suma de todos estos factores permite imaginar una movilización parcial, altamente politizada, que podría acabar ahogando el verdadero propósito de la ciudadanía
Algunos señalan que Pedro Sánchez declara su radical oposición al “genocidio” israelí sobre la población de Gaza con objeto de movilizar a los españoles para lograr poder sobrevivir a los presuntos casos de corrupción y para crear un clima político propicio a la izquierda por si se ve obligado a adelantar las elecciones.
Del mismo modo que las convocatorias contra de la Guerra de Irak movilizaron a millones de españoles para debilitar al gobierno de José María Aznar por apoyar a los EE. UU. con lemas como: “Paz”, “Guerra no, paz sí” y “No en nuestro nombre”, ahora se busca lograr el mismo efecto poniendo en el foco de la opinión pública el rechazo a la expulsión de la población palestina de Gaza para su definitiva anexión. Hasta ahora, en España se han producido movilizaciones de distinta magnitud. En Madrid, durante la Vuelta Ciclista a España, se concentraron más de 100.000 personas para boicotear la participación de un equipo israelí. En Barcelona, Valencia, Bilbao y otras ciudades, las manifestaciones han sido más reducidas, pero constantes.
El conflicto tiene sus raíces el 7 de octubre de 2023 con el ataque de Hamás contra Israel, en el que murieron alrededor de 1.200 personasy se produjeron más de 250 secuestros. En respuesta, Israel lanzó una ofensiva militar de gran envergadura sobre la Franja de Gaza. Según cifras del Ministerio de Salud de Gaza, hasta mediados de 2025 se contabilizan más de 60.000 muertos y cerca de 165.000 heridos en Gaza, en su mayoría civiles. Organismos internacionales señalan, además, que el número real podría ser aún mayor al incluir fallecimientos indirectos por hambre, enfermedades y falta de atención médica.
Hay que preguntarse, pues, sobre cuáles son las razones por las que el gobierno español, hasta el día de hoy, no ha conseguido activar a sus seguidores, simpatizantes y ciudadanos concienciados de que debe pararse la guerra en Gaza lo antes posible, para inundar las calles españolas. Para responder a dicha pregunta debemos recordar en primer lugar la observación que realizó el moralista francés Jean de La Bruyére: “cuando el pueblo se pone en movimiento, no se comprende por dónde podría volver a la calma; y cuando está tranquilo, no se ve cómo sería posible salir de su tranquilidad”.
El humo se eleva tras los ataques aéreos israelíes en el norte de la Franja de Gaza. EFE/MOHAMMED SABER
También hay que observar que la guerra que sostiene y extiende Israel en Gaza no es la lucha de una superpotencia contra otro país para controlar los grandes yacimientos de petróleo, tierras raras o por intereses geopolíticos con la que la población se pueda identificar y revelar, como ocurrió en el pasado, tanto en España como en Francia. Una parte de la opinión pública considera que es un conflicto entre los palestinos, en concreto Hamás, que quieren aniquilar a los israelíes y las facciones más ortodoxas del gobierno israelí que quieren aniquilar a los palestinos, por lo que la guerra se inscribe en una lógica que trasciende a la política, pues es de carácter religioso e histórico.
Otro aspecto que dificulta las movilizaciones es la división / fractura entre la España conservadora y la progresista, que disponen de los mecanismos para movilizar a sus seguidores, pero ya no están en condiciones de arrastrar a los otros hacia sus posiciones por ninguna causa, aunque sea justa y necesaria. Lo que prevalece es la defensa de los valores de cada espacio político más que la activación de una ética cívica que se pueda compartir.
Una de las iniciativas que se imaginan por parte de la izquierda es lograr promover un paro general propiciado por los sindicatos en favor de Palestina, pero existe el problema de que pueda derivar en una defensa de la causa palestina contra Israel, lo que supondría tomar partido, no por la paz, sino por la destrucción del estado de Israel. La suma de todos estos factores permite imaginar una movilización parcial, altamente politizada, que, en el caso de que fueran manifestaciones multitudinarias, el ruido y la división política podrían acabar ahogando el verdadero propósito de la ciudadanía.