El derecho a una pereza subvencionada   

Hoy, a falta del mayo de 2024 y de otra primavera floral alternativa en Estados Unidos, la civilización del ocio vuelve a escena de la mano de unos sindicatos todavía autodenominados de clase

Durante los años 60 de siglo pasado floreció en Estado Unidos y en Europa lo que entonces se denominó civilización del ocio. Una idea que era el resultado del mayo del 68 parisino y de la primavera floral de Berkeley. Una primavera que era también la expresión de un crecimiento económico insertado en una época permisiva que quería romper con los valores del pasado. Vale decir que el mayo del 68 no construyó nada: después de mayo vino junio, regresó Charles de Gaulle y apareció Richard Nixon.  

La vieja civilización del ocio   

En cualquier caso, el desarrollo capitalista de los 60 –especialmente, la productividad- permitía la reducción del horario laboral.   

Al respecto, hay un libro de Herbert Marcuse, que se abría con un verso de Charles Baudelaire, en que se anunciaba la posibilidad/proximidad de la utopía. Así suena el verso: “Là, tout n’est qu’ordre et beauté,/luxe, calme, et volupté” (El final de la utopía, 1987). Conviene añadir que el filósofo alemán, instalado en los Estados Unidos, confiaba en la productividad capitalista y, sobre todo, en la respuesta de la masa. Una y otra fallaron.   

Finalmente –la crisis económica, el aumento de la desocupación, el endurecimiento de la Guerra Fría y un proletariado con ganas de incorporarse en el Sistema-, se archivó la utopía de una civilización del ocio que poco a poco fue esfumándose.  

La nueva civilización del ocio    

Ahora, medio siglo después, la civilización del ocio reaparece –con mayor o menor empuje- gracias a la pandemia. El quid de la cuestión: la digitalización de la producción y de la administración permite, no solo la reducción del horario laboral, sino también el trabajo en casa a conveniencia del trabajador.            

Hoy, a falta del mayo de 2024 y de otra primavera floral alternativa en Estados Unidos –hoy la izquierda está empecinada en esa estupidez bautizada como woke y en el blanqueo de Hamas-, la civilización del ocio vuelve a escena de la mano de unos sindicatos todavía autodenominados –no se sabe por qué- de clase.  

El sindicalismo apuesta por el ocio  

Por un lado, el sindicalismo tradicional, que todavía gira alrededor de la dicotomía proletariado versus empresariado y se conforma –a regañadientes- con una reducción moderada del horario laboral. Vale decir que la reducción de dos o tres horas semanales es ya una realidad en las grandes o medianas empresas. No ocurre así en las pequeñas empresas, o en el comercio, habida cuenta que tal reducción podría llegar a ser catastrófica para el futuro del negocio.    

Por otro lado –eso es lo que hoy nos llama la atención-, el sindicalismo que dice representar al funcionariado que apuesta firmemente por la reducción del horario laboral. Ahí está el sindicalismo funcionarial español que, como quien no quiere la cosa, reivindica –con otro nombre- la civilización del ocio a la manera de los años 60 del siglo pasado. El detalle: se reivindica la civilización del ocio únicamente para los funcionarios.  

El BOE apuesta por el ocio funcionarial  

Dicha reivindicación aparece, ni más ni menos, en el Boletín Oficial del Estado. Cosa que encontrarán ustedes en el BOE, número 276, de 17 de noviembre de 2022. En siete páginas, podrán leer la Resolución de 14 de noviembre de 2022 –ahora revitalizada por el gobierno y el sindicalismo-, de la Secretaría de Estado de Función pública, por la que se publica el “Acuerdo Marco para una Administración del siglo XXI”.  

La cosa tiene su miga. Resulta que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), aprobado por el Consejo de Ministros de 27 de abril de 2021, “incorpora una importante agenda de inversiones y reformas estructurales, que se interrelacionan y retroalimentan para lograr cuatro objetivos transversales: avanzar hacia una España más verde, más digital, más cohesionada desde el punto social y territorial, y más igualitaria”.       

Aprovechando el segundo objetivo del PRTR -la “España más digital”-, el “Acuerdo Marco para una Administración del siglo XXI”, implementará una “modernización de la Administración para responder a las necesidades de la ciudadanía y la economía en todo el territorio”.  

Hay que trabajar menos  

Una modernización que se “basa en la digitalización de los servicios y del funcionamiento de la Administración”. Ahí viene la pirueta sindicalista pro civilización del ocio del funcionariado español: la digitalización que persigue una “España más digital” posibilita y aconseja “la reducción de la temporalidad en el empleo público”.  

El progresismo socialista y el sindicalismo funcionarial establecen que el ocio es un derecho fundamental del ser humano

No se habla de reducir la temporalidad “del empleo público”, sino de reducir la temporalidad “en el empleo público”. Coloquialmente: hay que trabajar menos horas. Para salir de dudas, el Acuerdo Marco, en el apartado segundo sobre la jornada laboral, apuesta “por una jornada laboral de 35 horas semanales”.  

Cosa que se justifica aduciendo que ello permite “fomentar el empleo, la modernización de las plantillas y su rejuvenecimiento… asegurando un nuevo modelo gobernanza más estratégico y con un seguimiento que permita una mejor rendición de cuentas”.  

A lo que hay que añadir “la puesta en marcha inmediata del teletrabajo”, un “incremento en las retribuciones del personal al servicio de las administraciones Públicas y de su sector público institucional” y la “reversión o derogación” de determinadas medidas como la “suspensión de los acuerdos, pactos y convenios para el personal funcionario y laboral en lo relativo al permiso por asuntos particulares, vacaciones y días adicionales a los de libre disposición o de similar naturaleza”.  

El privilegio de los funcionarios    

Al respecto, España está ahora en cabeza de la vía que conduce a la civilización del ocio. Por un lado, la reducción del horario laboral; por otro lado, la concesión de permisos de trabajo. Todo ello, como consecuencia de un Acuerdo firmado por doña María Jesús Montero Cuadrado, en representación del Gobierno de España, y por los representantes de CCOO y UGT-Servicios.  

Un Plan y un Acuerdo progresistas que muestran que, en España, en tiempos difíciles, los funcionarios –salario, trabajo vitalicio y buenas condiciones de trabajo-, son unos privilegiados.  

La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. EFE/ Kiko Huesca
La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. EFE/ Kiko Huesca

El progresismo socialista y el sindicalismo funcionarial establecen que el ocio es un derecho fundamental del ser humano. Incluso, como establece la Asociación Mundial del Ocio (WLRA, World Leisure and Recreation Association), el ocio es uno de los derechos humanos de tercera generación. Para los funcionarios.       

Trabajar menos y cobrar más   

Los manifestantes del Primero de Mayo, o Día Internacional de los Trabajadores –para entendernos, Día de los Sindicatos de Clase-, desfilaron en España detrás de una pancarta en donde se podía leer “Trabajar menos y cobrar más”. Para todos, no únicamente para los funcionarios. Es decir, la funcionarización del proletariado.  

Yolanda Díaz –que necesita marcar perfil sea como sea para sobrevivir a una marea sanchista que la está encogiendo- recoge el testigo y promete ampliar, sí o sí, la reducción de la jornada laboral.  

Y el empresario –como tantas veces: bajas laborales, absentismo o baja productividad– paga la fiesta. El derecho a una pereza subvencionada por el empresariado.