El TJUE en el espejo independentista

La última sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que afectaba al ‘proces’ tuvo el misterio de hacer feliz a todos

Ya saben lo que ocurre en muchas ocasiones tras una jornada electoral: todos ganan. La extraña respuesta dura unos días hasta que la realidad se hace un hueco y se descubre que solo puede existir presidente o alcalde, aunque sea en coalición. Cosas de la gente de la política.

La última sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que afectaba al ‘proces’ tuvo el misterio de hacer feliz a todos. Puede que la expresión “felicidad” sea un exceso, pero sí logró poner de acuerdo a las partes; partes que no persiguen lo mismo, en todo caso buscan lo contrario. Es gracioso.

¿Qué ha ocurrido? No me atrevo a hacer un análisis de esa sentencia, primero porque no entra dentro de mis competencias, ni conocimientos, y segundo porque este diario ya tiene a otros especialistas que pueden hacerlo, y mucho mejor que yo. Pero sí les puedo intentar relatar la metodología utilizada por el independentismo hace mucho tiempo para analizar y concluir con postulados que después da por buenos.

Se trata de ser selectivo con los razonamientos. Elegir la parte de la foto que mejor les encaja en su dibujo para, con ese encuadre, presentar la foto. Y eso han hecho, como, por cierto, ya se esperaba.

Sentencia del TJUE

La sentencia está compuesta por 147 párrafos y seis puntos de conclusiones que son una larga lectura a disposición de todos los ciudadanos europeos, pero que solo unos miles se van a leer, unos por obligación, otros por entretenimiento procesal europeo, pero que en todo caso no muestran un número suficiente como para asegurar que todos saben de qué va la cuestión. Lo normal, claro.

De esos 147 puntos, unos muy importantes y primeros, y otros segundarios y consecuencia de los primeros, y algunos aislados y sin contexto, pueden llegar a deformar lo que el Tribunal está queriendo explicar. No se trata de interpretación, ni de punto de vista. Es una cuestión de interés por reconstruir una realidad palmaria para convertirla en duda.

Dice el Tribunal que “una autoridad judicial de ejecución no dispone de la facultad de denegar la ejecución de una orden de detención europea, basándose en un motivo de no ejecución que no se derive de la Decisión Marco 2002/584, en su versión modificada, sino del Derecho del Estado miembro de ejecución exclusivamente”. Es el copia y pega de las conclusiones del TJEU.

Pueden leerlo varias veces, pero resulta claro que la justicia belga no puede negarse a la euroorden de Lluís Puig, que es de quien se habla en este escrito, porque entonces no sería una euroorden. Este tipo de reclamaciones se hicieron justamente para no demorar la entrega de un presunto delincuente. Hasta aquí claro.

El expresidente catalán, Carles Puigdemont. EFE/JULIEN WARNAND

Pero prosigamos con el lío, que no es tal. Dice que el TJUE que lo antes referido es como es, “salvo que”. Cierro comillas. Cierro yo, y cierran los abogados de Puig, Puigdemont y compañía. ¡Menuda puerta abierta! Qué gran posibilidad de escape, de artificio, de requiebro, de impostura. No del TJUE, sino de quien quiera utilizar este entrecomillado como si fuera un plano general. Abierto. Largo, que resuma toda una escena.

La salvedad está descrita como que “salvo que dicha autoridad judicial disponga de elementos objetivos, fiables, precisos y debidamente actualizados que revelen la existencia de deficiencias sistémicas o generalizadas en el funcionamiento del sistema judicial del Estado miembro emisor”. O sea, que el Estado emisor persiga a los gitanos, o a los kurdos, porque no será a los independentista que presiden la Generalitat, unos cuantos ayuntamientos, algunas Diputaciones, también Consejos Comarcales y aprueban leyes junto al Gobierno de España. Pero eso da igual. Lo importante no es lo que es. Lo fundamental es la expresión “salvo que”, tan vacía de contenido.

La razón distorsionada por la ilusión provoca unas situaciones esperpénticas. Solo así se entiende que los abogados de los fugados, y ellos mismos, expliquen una realidad inexistente. Pero llevamos tanto tiempo así que algunos se han acostumbrado. Y eso no es bueno.